En los países capitalistas más desarrollados los déficits del Estado se han hecho enormes y en todos ellos no se ha recurrido a una elevación de los tributos para equilibrarlos ni tampoco han podido reducir los egresos. La solución ha sido prestarse dinero, tanto nacional como de otros países. Y por este procedimiento su deuda pública se han vuelto gigantescas y los han obligado a destinar una parte cada vez mayor de sus ingresos al pago de los intereses y a la devolución del capital, al vencimiento del plazo de los bonos que acreditan esos préstamos.
En el siguiente cuadro se muestra los Estados con las deudas más grandes y los porcentajes de su producto bruto interno que ellas alcanzan.[1] Para efectos comparativos se ha incluido al Perú.
Países | Año | Deuda total en millones de euros[2] | % del PBI | Deuda per cápita en euros |
Estados Unidos | 2024 | 32,578,823 | 120.79 | 96,687 |
China | 2024 | 15,303,837 | 88.33 | 10,856 |
Japón | 2023 | 9,347,768 | 239.97 | 75,093 |
Reino Unido | 2024 | 3,688,879 | 101.23 | 49,775 |
Francia | 2024 | 3,305,287 | 113,00 | 48,275 |
Italia | 2024 | 2,966,597 | 135.30 | 50,306 |
India | 2023 | 2,732,645 | 81.23 | 1,900 |
Alemania | 2024 | 2,688,879 | 62.50 | 32,219 |
Canadá | 2024 | 2,294,356 | 110.77 | 57,219 |
Brasil | 2023 | 1,701,739 | 84.00 | 8,039 |
España | 2024 | 1,620,602 | 101.80 | 33,021 |
México | 2024 | 1,000,373 | 58.43 | 7,711 |
Australia | 2024 | 827,420 | 49.83 | 30,701 |
Argentina | 2024 | 498,531 | 85.33 | 10,947 |
Rusia | 2024 | 405,507 | 20.30 | 2,272 |
Grecia | 2024 | 364,885 | 153.60 | 35,083 |
Perú | 2024 | 87,535 | 32.77 | 2,586 |
En este tema se debe considerar los siguientes aspectos: 1) por qué los Estados de estos países han incurrido en tal magnitud de deudas; 2) cómo podrían pagarlas y si podrían hacerlo; y 3) qué efectos tienen esas deudas sobre la economía y la política.
Causas de la deuda pública
En todo presupuesto público se incluye tres conceptos principales: los gastos corrientes en personal, bienes y servicios públicos; las obras públicas; y el pago de la deuda pública. Estos gastos en conjunto deben ser financiados por los ingresos del Estado procedentes de los tributos, sujetándose a la norma suprema por la cual solo se puede gastar lo que se puede financiar, como sucede en cualquier grupo familiar conducido con prudencia.
La capacidad de financiación del Estado depende de la aptitud de la economía para producir riqueza o nuevo valor. El porcentaje promedio del producto bruto interno (PBI), constitutivo de este nuevo valor, que el Estado toma se sitúa en alrededor de un 20%. Una parte de este porcentaje lo percibe como impuesto a la renta, deducido del nuevo valor creado en bienes y servicios en el año y del que son deudores principalmente los empresarios; y otra como impuestos indirectos que pagan los consumidores y usuarios de bienes y servicios que son, en su mayor parte, los empresarios, los trabajadores y los pensionistas.
¿Qué ha sucedido en los países capitalistas más altamente desarrollados?
Por una parte, han incrementado sus desembolsos en una burocracia excesiva y con elevadas remuneraciones en los niveles más altos, en servicios públicos y en gastos militares a los que se añaden los egresos en ciertos derechos sociales, que el aparato productivo se ha resistido a financiar por la oposición de los empresarios, y las mayores sumas pagadas a los trabajadores retirados de la vida activa (gastos en servicios médicos y pensiones que aumentan con la mayor esperanza de vida).
Por otra parte, los Estados, conducidos por los partidos políticos representantes de los empresarios o afines a estos, se han abstenido de aumentar los impuestos a ellos y han aceptado los déficits en los presupuestos públicos, apelando a su cobertura con préstamos de particulares, como un procedimiento normal. De este modo, el mismo dinero que podría haber ingresado al Estado como impuestos ha fluido hacia este como sumas prestadas, cuya propiedad han conservado sus “inversores”, con la ventaja de ganar un interés. Esta tendencia se impuso como una fuerza política con las ideas del neoliberalismo desde comienzos de la década del ochenta del siglo pasado. Su finalidad principal fue transferir a los empresarios una parte de los ingresos de los trabajadores.
El capital constituido por esta transferencia, que ya no podía invertirse totalmente en el aparato productivo, se volcó en torrente hacia los Estados como préstamos. Para los políticos adictos al neoliberalismo, esta fuente de capital fue como una bendición, puesto que les resolvía el financiamiento del presupuesto del Estado en el corto plazo, aunque la deuda pública siguiera creciendo. Pero también ha sido una causa de sosiego y conformidad para los trabajadores y pensionistas, quienes han continuado recibiendo así los servicios públicos que son ya parte de su nivel de vida. En otros términos, el Estado de Bienestar ha pasado a ser cofinanciado por la deuda pública.[3]
Otra fuente de capital invertido en los bonos representativos de la deuda pública han sido los ahorros de las clases trabajadoras, como cotizaciones a fondos privados para el pago de pensiones de jubilación y como depósitos bancarios de las sumas excedentes sobre sus gastos.
Ha sido distinta la situación de ciertos Estados que se han endeudado para capitalizarse y potenciar la productividad del trabajo, de manera semejante a las empresas que recaban préstamos para adquirir medios de producción y fuerza de trabajo que pagan luego con una parte del nuevo valor creado. Tal lo que sucede en China, cuyo enorme crecimiento se explica, en parte, por su manera de usar esos capitales que puede devolver a sus propietarios sin dificultad.
¿Se podría pagar esa enorme deuda pública?
La deuda pública implica, por una parte, el pago del interés que llega, de modo general, a un 4% anual del monto del capital prestado y, por otra, la redención o devolución del capital, por lo general, en el plazo de 10 años.
Supongamos que un Estado tome en préstamo, en cierto momento, 1,000 dólares en bonos de la deuda pública con un 4% de interés anual y con un vencimiento de 10 años; y que, al año siguiente, se preste otros 1,000 dólares con igual interés y vencimiento; y así sucesivamente. Por lo tanto, al terminar el primer año tendría que pagar el 4% de 1,000, o sea 40; el segundo año, 80; el décimo año 400 y, además, tendría que devolver los primeros 1,000 vencidos o sea en total 1,400; y así en adelante.
¿Hasta qué límite podría un Estado pagar su deuda pública?
Si el PBI crece a razón de un 2.5% al año, el límite de endeudamiento podría ser este porcentaje, entendiendo que el nuevo valor creado por el aparato productivo se dedicaría totalmente al pago de la deuda. Pero, en este caso, no quedaría nada para la reinversión y la economía se estancaría.
En 2024, la deuda pública de Estados Unidos llegó al 120.79% de su PBI. Para devolver este porcentaje en 10 años, cada año tendría que entregar el 12.8% de su PBI más los intereses de su deuda total. Pero no podría hacerlo, porque la tasa de crecimiento de su PBI es de 2.5%. Por lo tanto, no tiene otra perspectiva que seguir endeudándose para cubrir sus déficits. En más o en menos es semejante la situación de los otros países capitalistas altamente desarrollados. Están atrapados en un pozo sin salida o, en otros términos, han comenzado ya a caminar por el plano inclinado de la decadencia hacia una realidad cuyos caracteres resultan aún desconocidos.
Efectos de la deuda impagable sobre la economía y la política
Una de las maneras de reducir el tamaño de la deuda sería apelar a la inflación. Una inflación del 10% disminuiría la deuda en este porcentaje. Se perjudicarían los prestamistas del Estado que perderían ese porcentaje y los trabajadores y pensionistas cuyos ingresos comprarían menos, inflación, dicho sea de paso, que podría entrar en una espiral ascendente.
Otra manera sería declarar que no se pagará la deuda, pero esto acarrearía la muerte violenta de la economía del país que lo hiciera, salvo si los Estados deudores más grandes decidieran no pagarla.
Ante esta posibilidad, los tenedores de bonos de la deuda pública tendrían que optar por venderlos ahora, a la baja, porque después nadie desearía comprarlos, ya que habría desaparecido su valor.
Otra opción sería hacer recaer en las generaciones futuras la obligación de pagar la deuda. En una reunión social en Paris, el año pasado, pregunté a un grupo de asistentes si tenían alguna idea sobre cómo pagar la deuda pública. Uno me respondió: que eso será un problema de sus nietos y bisnietos. Lo que nadie dijo fue si esas generaciones aceptarán recibir esa herencia.
Finalmente, quedaría el recurso de la guerra. A los dirigentes políticos de un gran Estado deudor o de varios Estados deudores asociados se les podría ocurrir atacar a algún país y colonizarlo, como en los siglos anteriores, para capitalizarse, explotando a sus trabajadores y sus materias primas, pero esta medida podría conllevar el riesgo de que pierdan la guerra, habida cuenta de la destrucción nuclear si el Estado agredido tuviese armas para eso.
[1] Fuente: http://datosmacro.expansion.com/deuda
[2] En 2024 cada euro se cotizó en promedio a 1.08 dólar de Estados Unidos.
[3] Esto no ha sucedido en el Perú, porque la Constitución vigente dispone que “No pueden cubrirse con empréstitos los gastos de carácter permanente.” (art. 78º), es decir los gastos del Estado en personal y servicios públicos.
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