La encontraron en un camión cisterna. Rosaura Robles tenía el pelo sucio y la piel quemada por el sol. Su metro y medio de estatura parecía aún más reducido por el temor. Por la falta de contacto humano. Los últimos meses estuvo prisionera en una zona desértica de La Joya, cerca de San Camilo, donde realizaba diversas labores: regaba 14 hectáreas de tierra baldía, lavaba los camiones cisterna, cocinaba para su secuestradora y para todos los que vivían con ella, también para los perros; y lavaba la ropa. Después de 15 o 18 horas de faena, podía descansar. Siempre y cuando su captora, Andrea Ríos Gonzales, no la agarrara de los pelos y la estrellara frenéticamente contra las paredes.
El secuestro
No recuerda qué día exacto empezó su silencio. Sólo el año. Era el 2009. Le habían prometido educación y un sueldo. Felipa Gomero, sobrina de Andrea Ríos, había hablado con su hermana mayor, Hilaria Robles. Durante una conversación en Aco le había dicho: “Puede trabajar en la casa de mi tía y, además, ir al colegio”. Hilaria dudó en un primer momento, su hermana tenía 16 años. Pero Felipa Gomero, que era su amiga, insistió. Le hizo ver que vivían en la pobreza. Que el padre de ambas había muerto recientemente y que ahora, eran una madre y cinco hijos. “Cómo van a sobrevivir así”, dijo. Entonces, aún desconcertada, Hilaria aceptó. Tras hablar con Rosaura, le entregó a Felipa la partida de nacimiento y vio partir a su hermana menor hacia la capital….
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