Primera lectura del año

"Han pasado 40 años desde aquella edición. No es poco tiempo, varios de los autores y los antologadores han partido. Y, aunque he vuelto muchas veces a sus páginas para repasar algunos cuentos, consultar sus datos, su relectura no solo refresca la memoria, sino que también remueve las emociones con que la literatura desenmascara al hombre"

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La primera lectura del año es, en realidad, una relectura. Encontré en una de las ferias callejeras de fin de año, de esas en que artesanos, artistas, tejedores, ceramistas, impresores y toda clase de emprendedores ofrecen sus productos a bajos precios, a un par de vendedores de libros de segundo uso. Ediciones pirata y revistas antiguas que, como infiltrados en la exposición, mal baratean y rematan sus productos sabe Dios cómo conseguidos.

Rebuscando entre los libros desperdigados y puestos, sin ningún orden, sobre dos mesas largas, me doy con un ejemplar de la de la antología Nuevo cuento peruano. Aquella que elaboraron Antonio Cornejo Polar y Luis Fernando Vidal. El libro fue publicado en 1984 por Mosca Azul editores y contiene una selección de diez autores que, en aquellos años, al iniciar la década de los ochenta, ya se vislumbraban como los futuros narradores importantes de fin de siglo. Trae también, además de un ilustrativo estudio introductorio, notas sobre los autores y procedencia de sus textos. Además, fuentes bibliográficas para ahondar en estudios respecto al cuento peruano. Y una cronología de la narrativa peruana de 1968 a 1983 elaborada por Américo Mudarra.

Sin embargo, aparte del valor académico e ilustrativo de este volumen, hay un afecto personal que no pude contener cuando lo vi asomando entre diccionarios deshojados, revistas de costura y ejemplares de Selecciones del Reader´s Digest con las hojas arrugadas, que me impulsó a comprarlo. Leí el libro allá por los ochenta. Tal vez recién salido a la venta. Cuando garabateaba mis primeros poemas, devoraba historia y filosofía y me envalentonaba para definir mi vocación por el vano oficio de la literatura. Fue un verdadero descubrimiento.

La lectura del primer cuento seleccionado, Ángel de Ocongate, con el que Edgardo Rivera Martínez acababa de ganar el concurso “El cuento de las mil palabras”; y el último, Hueso duro, de Cronwell Jara, fue suficiente como para deslumbrarse con la magia de palabras que brotaban de sus páginas y construían dos de las historias más conmovedoras de la literatura peruana contemporánea.

El primero es un relato breve, el monólogo de una efigie desprendida del friso de un templo andino a causa de un rayo. En su deambular de pueblo en pueblo, buscando rastros y pistas que le permitieran recuperar la memoria y su identidad, el fantástico personaje reflexiona sobre su procedencia y soledad. El desamparo al que ha sido condenado sin saber su delito o la causa de su aislamiento. Pero finalmente, a pesar de reconocerse con otras figuras similares a su atuendo, lamenta y se resigna al exilio perpetuo.

Rivera Martínez, que luego sorprendería con su libro País de Jauja (1993), emplea en este relato un lenguaje poético de no tan fácil comprensión, pero con un ritmo que rápidamente capta la atención del lector. La pregunta inicial sobre su identidad y el contexto en el que se encuentra el personaje, el paisaje, involucra al lector de tal manera que se hace su acompañante, deseoso también de conocer su procedencia, su lugar de origen. Con alta carga de nostalgia y cuestionamiento a la naturaleza humana, este cuento indudablemente marca una de las etapas más altas de la narrativa peruana.

El otro relato, Hueso duro, de Cronwell Jara, es, tal vez, uno de los cantos de amor más sinceros de nuestra literatura. Sabemos que, con el tiempo, Jara se convertiría en uno de los maestros del cuento. El año 1985 ganaría el Premio Copé de Cuento con La fuga de Agamenón Castro. Y se convierte en referente obligado para quien quiera adentrarse en las técnicas y artificios de contar historias.

En Hueso duro, se cuenta la historia de un hombre que es víctima de una traición. Apuñalado por su enemigo, que además se lleva a su mujer, sobrevive y promete venganza. Su hijo pequeño, testigo del hecho y personaje narrador, también se contagia con la sed de revancha. Y verá a su padre afilar un cuchillo y clamar por el amor de la mujer robada, como un alucinado. Pero de pronto aparece la mujer, deshecha, a humillarse, dispuesta al sacrificio, cambiando totalmente la perspectiva de vida de padre e hijo. Pese a ser los primeros relatos del muy joven Jara, ya se notaba el lenguaje fluido y elaborado que lo habrá de caracterizar en adelante.

Estos dos relatos fueron un descubrimiento, provocaron mi curiosidad por los autores nacionales y motivaron creatividad. Entendí que todo, absolutamente todo, lo que es real y lo que no, puede caber en la talega de la literatura. Y, también, que no es fácil manejar, elaborar, construir un lenguaje tan sencillo y, al mismo tiempo, complejo, como para contar una historia y sacar desde el fondo de uno mismo la esencia de la naturaleza humana.

Pero el volumen contiene otras joyitas del cuento peruano. Por ejemplo, Octubre, de Antonio Gálvez Ronceros, El misterio del robo de los jueces, de Harry Belevan, Que te coma el tigre, de Augusto Higa. Son muestras de la maestría con que prácticamente iniciaban sus carreras literarias autores que, junto a los otros antologados, Julio Ortega, Gregorio Martínez, Luis Fernando Vidal, Hildebrando Pérez Huaranca y Fernando Ampuero, conformarían una notable generación de narradores.

Han pasado 40 años desde aquella edición. No es poco tiempo, varios de los autores y los antologadores han partido. Y, aunque he vuelto muchas veces a sus páginas para repasar algunos cuentos, consultar sus datos, su relectura no solo refresca la memoria, sino que también remueve las emociones con que la literatura desenmascara al hombre.

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Alfredo Herrera Flores
Alfredo Herrera Flores
Alfredo Herrera Flores (Puno, 1965) es poeta, escritor y periodista. Obtuvo el Premio Copé de Oro de la VII Bienal de Poesía (1995) y fue finalista del premio internacional de poesía “Pilar Fernández Labrador”, de Sevilla, España (2016). En 2020 ganó el Concurso de Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro" del BCRP y actualmente es director de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa de Arequipa

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