El legendario Fangio llegó de ganador a una Arequipa que rebosaba de candor

«Es así cómo, los nombres de Fangio y Arequipa quedaron unidos e inmortalizados para la biografía de ese legendario rey de los fierros, la historia del automovilismo mundial y la historia deportiva de nuestra ciudad».

Por Juan Guillermo Carpio Muñoz | 2 noviembre, 2025
Fangio en Arequipa

En Arequipa se siguieron con gran interés público las incidencias y resultados de las primeras etapas de la carrera de autos. Los carros que corrieron la etapa de La Paz a Arequipa, llegaron a nuestra ciudad el martes 26 de octubre de 1948 y al día siguiente, 27, un día miércoles, por la mañana partieron los carros a Lima y por esa misma tarde, sorpresivamente empezó el golpe de Odría en nuestra ciudad, agarrando totalmente desprevenidos a sus pobladores. Como es fácil deducir, esta sincronización no fue casual.

En esa prueba participaron estupendos y legendarios automovilistas como Juan Manuel Fangio, quien comenzaba a construir la fama que actualmente tiene de ser el mejor piloto profesional de la historia del automovilismo mundial, porque después de esta legendaria carrera de 1948, logró cinco títulos mundiales de Fórmula 1: 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957, y 2 subcampeonatos: 1950 y 1953. Los corredores partieron de Buenos Aires en la noche del 20 de octubre de 1948.

La carrera tuvo a Arequipa como meta de la quinta etapa y punto de partida de la sexta etapa. La Quinta Etapa, La Paz – Arequipa, corrida el martes 26 de octubre de 1948, ¿saben quién la ganó? el legendario campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Es así cómo, los nombres de Fangio y Arequipa quedaron unidos e inmortalizados para la biografía de ese legendario rey de los fierros, la historia del automovilismo mundial y la historia deportiva de nuestra ciudad.

En la quinta etapa ¡fierro a fondo! aunque se sufra un desfondo

La quinta etapa: La Paz a Arequipa se corrió el martes 26 de octubre de 1948 y fue particularmente interesante y difícil, ya que la carretera, en esos tiempos, era una angosta trocha de piso de tierra y muchas piedras y baches que, en caso de lluvia, se volvía intransitable, y sin señales de ningún tipo. Los 546,2 km tenían el tramo inicial y más largo por el altiplano boliviano – peruano que, en parte, bordea el Lago Titicaca. Después subía hasta los 4600 metros sobre el nivel del mar. Para inmediatamente descender con violencia y sorteando cerros en incontables y muy cerradas curvas.

Tan rápida y abrupta era la bajada, que en 150 kilómetros los carros descenderían de 4,600 a 2,300 metros sobre el nivel del mar. Por eso los competidores recibieron el mismo repetitivo consejo: “antes de Arequipa, hay un camino en caracol que es muy difícil, por favor, tengan cuidado”. Claro, si se trataba del temido Cimbral por el que se baja de la pampa de El Solitario hasta Chiguata.

Cuando los bólidos aparecieron por Desaguadero, Fangio sorprendió porque estaba punteando la etapa y aventajando por 1 segundo a Ricardo López y a Marimón.

Después los seguían Marcilla y los hermanos Oscar y Juan Gálvez. En la frontera, Oscar recuperaba la punta, por una demora del hasta entonces puntero. En Puno, en que encontraron el camino enfangado, Juan Gálvez apareció punteando. Lo seguían: a 1 minuto su hermano Oscar; a 2 minutos Fangio; a 6 Guille, y a 10 Marcilla y Pasculi.

Más de una hora después que los carros punteros pasaron por Puno, el telégrafo, y las emisoras radiales que se basaban en él para sus trasmisiones, anunciaban que Fangio aventajaba en 2 minutos a Oscar Gálvez y que su hermano Juan se había atrasado por afrontar problemas.

Luego comenzó la bajada en que el camino se precipita violentamente entre las accidentadas faldas laterales del Pichupichu. La lucha fue ardua en las endemoniadas curvas en bajada del Cimbral, en las que los autos muchas veces se perdían en espesas nubes de polvo que ellos mismos y sus patinadas levantaban. Pasadas las 3 de la tarde cruzaron los primeros carros la meta. Para los 546 kilómetros de la etapa su indiscutible ganador Juan Manuel Fangio empleó 7 horas, 1 minuto y 9 segundos estableciendo un promedio de 77.815 kilómetros por hora.

Fangio aquella mañana salió de La Paz en el puesto 40° y, en las 7 horas que metió fierro a fondo, aventajó o sobrepasó a 33 autos y le ganó la etapa al puntero de la competencia general: Oscar Gálvez, al que le ganó por ocho minutos. Además consiguió subir once puestos en la general y con su Chevrolet logró romper la hegemonía de los Ford y los hermanos Gálvez. ¡Toda una proeza! Por lo que bien podemos afirmar que corriendo y llegando a Arequipa, Fangio comenzó a fabricar su impresionante trayectoria de corredor mítico del automovilismo mundial.

La meta estuvo en Chiguata, que ese día no estuvo calata

Güeno, eso no es nada. ¿Saben ustedes cuántos volcánicos arequipas jueron hasta las inmediaciones del pueblito de Chiguata para estar cerca a la meta y ver la llegada de los bólidos? ¡Agárrate Catalina! Y, ustedes, asiéntense para no cayerse…30,000, sí, treinta mil arequipeños se limpiaron bien los chogñis y tragaron polvo como trabajadores de amasijo para ver la llegada de la liebre, que en este caso fue el mítico gaucho Juan Manuel Fangio en su Chevrolet.

Echemos pluma, 30,000, sí, treinta mil arequipeños, en 1948, en que la población total de la ciudad de Arequipa no llegaba a los cien mil habitantes ¡barajo, más de la tercera parte de su población! Es como si hoy en día, en el año 2017 en que escribo estas páginas y nuestra muy poblada villa tiene un millón de habitantes, asistiesen más de trescientos mil curiosos a un evento por el estilo. ¡Sería la muerrrteee! ¡Jue la muerrrteee! En prencipio, porque en aquellos tiempos no habiyan tantos vehículos disponibles para llevar a tanta gente. En segundo término porque los pocos que teniyan carros apropiados no queriyan exponerlos a tan duras subidas hasta Chiguata.

¿Y, entonces? Patitas pa´que las quiero: nuestros padres y agüelos subieron en el carro de San Fernando: a veces a pie y a veces andando; y los más platudos subieron en sus caballos, yeguas, mulas y burros trotones y en ricas cabalgatas viajaron hasta Chiguata que, en aquellos tiempos, estaba muy cerca del poto (digo, del fin) del mundo. ¡Lo que habrán sufrido los pobres!,: polvo, sol agobiante, sed, pero quien por su gusto padece…que vaya al diablo y se queje.

Y ya que acabamos de hablar de números, les diré que si hoy en día (año 2017) en Chiguata viven poco más de 2,000 (dos mil) arequipeños, en 1948 ¿cuántos seríyan los chiguateños? ¡Ay, mamita, no pasaban de doscientos!… ¡y esto! Güeno, eso es lo de menos porque la meta de la carrera no estuvo en ese pueblo, sino en las ajueras por a´nde pasa la carretera y los curiosos mistianos que jueron al acontecimiento se desperdigaban a los lados de la carretera desde 5 kilómetros antes de la meta, por lo menos. Y, en la meta, la congestión era el despiporre.

Miles de espectadores, policías, mecánicos y familiares de los participantes, representantes de los organizadores, y muchos reporteros se apretujaban. Aquí, entre nos, eran muchos los reporteros que enviaron las emisoras principales de todos los países por donde pasaría la carrera: Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Unos seguían en caravana a los autos de los corredores y otros se instalaban en los famosos puestos de control para avisar el paso de los competidores.

En la sexta brilló un peruano, ¿quién fue?

Como ya les tengo dicho, si los carros llegaron a nuestra ciudad el martes 26 de octubre de 1948, al día siguiente, 27, un día miércoles, por la mañana partieron los carros a Lima y en la

tarde de ese mismo día, sorpresivamente empezó el golpe de Odría en Arequipa. Esa fue la sexta etapa. Los corredores tenían que remontar los casi 1100 kilómetros entre Arequipa y Lima, diré mejor con precisión los 1,092.2 kilómetros. Como sucedió en la mayoría de las etapas, la punta fue un duelo encarnizado entre los hermanos Gálvez. Oscar comenzó llevando la delantera y no la soltó hasta llegar a la meta. Pero hubo algunos otros protagonistas y peripecias que son necesarios detallar.

En Vítor, a los 53 kilómetros, Oscar ya le había sacado 3 minutos a su hermano Juan, quien, a su vez, disputaba el segundo puesto con Marimón, cosa que sucedió durante todo el trayecto. De ahí para adelante, lo plano de las pampas y la carretera al nivel del mar permitieron que se desarrollara altas velocidades, en algunos tramos a más de 120 kilómetros por hora. Con el mismo orden entre los punteros pasaron por Camaná y Ocoña, pero al llegar al serpenteante camino que precede a Chala, Fangio puso la novedad: había adelantado en el trayecto ¡a 23 autos!, y se ubicaba de sexto en la ruta, y de segundo en la etapa, él que había partido de Arequipa en el puesto 29°. Pero le faltaba mucho para alcanzar a Oscar Gálvez que le llevaba 7 minutos.

Antes de entrar a Nazca Fangio volcó aparatosamente por la alta, como temeraria, velocidad que le imprimió a su Chevrolet. El tumbo le hizo perder valiosos minutos, pero pudo seguir en competencia. En Nazca la gran noticia la dio el piloto peruano Arnaldo Alvarado que apareció en quinto lugar, solo superado por los hermanos Gálvez, Marimon y Varoli. En Ica, cuando llegó el pavimento en la carretera, las máquinas dieron su máxima potencia y la competencia se tornó más reñida.

Cuando llegaron a Lima, Oscar y Juan Gálvez fueron vitoreados por las miles de personas que fueron a ver la llegada, pero la apoteosis indescriptible se produjo cuando arribó en tercer lugar Arnaldo Alvarado que, con ese tercer lugar en el camino, logró la proeza de clasificar como el segundo en la etapa, delante de Juan Gálvez. Estos tres punteros para los 1,092.2 kilómetros habían puesto un promedio notable para la época, de 112km/h. Para los 1.092 kilómetros entre Arequipa y Lima Oscar Gálvez, en su Ford, empleó 9 horas, 43 minutos y 36 segundos, dando un promedio de 112.289 kilómetros por hora.

Con los bólidos llegando a Lima, en la tarde-noche del 27 de octubre llegaron por las ondas radiales la noticia de “la revolución” de Odría en Arequipa, noticia que solo interesó a muy pocas personas: al Presidente Bustamante y Rivero y su gente, a los jefes militares y a los dirigentes apristas, mientras miles de limeños ebrios de gozo celebraban la proeza de Arnaldo Alvarado y la presencia de los mejores pilotos de América en la ciudad virreinal.

En la séptima partieron entre gallos y medianoche

El jueves 28 de octubre no hubo carreras para permitir reparar y volver a poner a punto los coches y para que descansen los pilotos. Pero como la población limeña ya tomó conciencia de que el golpe de Odría en Arequipa iba en serio, al enterarse que se habían suspendido las garantías constitucionales y al correr mil rumores sobre las adhesiones de los jerarcas militares y de distintas guarniciones militares de diversos puntos de la República, los organizadores de la carrera tuvieron que aceptar la imposición de las autoridades limeñas.

Así dispusieron que la partida de la sétima etapa sería a medianoche y en los primeros minutos del viernes 29 de octubre, sin público por las garantías suspendidas, y con la sospecha que los fusiles militares traqueteaban en la nuca de los pilotos. Obviamente, varios mecánicos no terminaron de arreglar los bólidos, así como algunos pilotos no tuvieron tiempo de descansar. Fangio recordó después de algunas semanas de terminada la carrera: “Muchos salimos de Lima cansados, sin haber pegado un ojo”.

Luto en la carretera

Entre gallos y medianoche, con graves restricciones al tránsito nocturno por el golpe militar y el patrullaje armado de las calles, La partida de la sétima etapa fue apresurada y desordenada. Los diez primeros autos largaron con las formalidades de estilo, pero los otros, que eran los más numerosos, partieron como pudieron, tumultuosamente. Ya en la carretera, que estaba en buenas condiciones, los pilotos metiendo fierro a fondo. Se fueron olvidando de las tribulaciones inesperadas que tuvieron que vivir en Lima por los acontecimientos políticos. A ellos los afectó más porque no sabían qué pasaba en el Perú con los militares y el Presidente de la República.

Tenían que remontar los 1,340 kilómetros que separan Lima de Tumbes y eso es lo que les importaba. Al llegar a Las Zorras (a 248 kilómetros de la partida) Fangio y su Chevrolet estaban en primer puesto. Por Casma, El “Chueco” Fangio seguía primero poniendo 2 horas, 57´30´´ hasta allí y sacando 5 minutos de ventaja a Oscar Gálvez. Este último era seguido por Gulle, Juan Gálvez, Arnaldo Alvarado y Marimón. Juan Manuel Fangio se había adelantado a todos los que lo precedieron (por la tumultuosa partida no se sabe si fueron 10, 15 o 20 autos los que dejó atrás). Hasta Trujillo, Fangio seguía primero, pero perseguido implacablemente por Oscar Gálvez.

Pasando Trujillo arremetió Oscar Gálvez y dramáticamente acortó la distancia que le llevaba Fangio. A los pocos instantes las noticias radiofónicas estallaron como la erupción de un volcán: Fangio y Gálvez han chocado pasando el puente de Chicama. El auto de Fangio se volcó estrepitosamente y se hizo tiras. Fangio está herido levemente. El que está gravemente herido es su copiloto Urrutia. Gálvez salió ileso y continuo la carrera. Después del sobresalto con tan tremenda noticia llegaron sucesivas ampliaciones de la misma. Hasta que llegó la noticia trágica: llevados al Hospital Obrero de Chocope, Urrutia murió y Fangio fue curado y trasladado a Trujillo. El carro de Fangio quedó completamente destrozado.

La grandeza humana puede brillar entre los fierros retorcidos

En la grave volcadura del auto de Fangio, en que él quedó herido y su copiloto Daniel Urrutia falleció, dos corredores tuvieron un comportamiento digno de la grandeza del ser humano cuando se muestra solidario con sus congéneres. En primer lugar Oscar Gálvez, quien paró su máquina y ayudó a sacar a Fangio de los retorcidos fierros de su vehículo. Entonces perdió valiosos minutos de la competencia que él lideraba. Cuando rescataron a Fangio, Oscar reemprendió su carrera. Pero la conducta más solidaria y generosa fue la de otro corredor, Eusebio Marcilla. Él no solo ayudó a sacar de los retorcidos fierros a Fangio, sino que lo llevó junto a Urrutia al hospital más cercano. Y recién reemprendió la carrera. Por esto que fue conocido después como “El Caballero del Camino”.

(En las citas textuales de esta obra se respeta la ortografía de los originales)

Juan Guillermo Carpio Muñoz

Texao. Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un HombreTomo IX. Págs. 105 – 109.

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Juan Guillermo Carpio Muñoz

Juan Guillermo Carpio Muñoz (Arequipa, 1945–2019), se autodenominaba "arequipeñista" y fue el mayor cultor sus tradiciones. Fue sociólogo, historiador y autor de numerosos libros sobre la cultura y la historia de Arequipa. El más importante: El Texao