Acabado de cerrarse el año 2023, aún quedan en el tintero y la cohetería de parafernalia las celebraciones por el centenario del escritor colombiano Álvaro Mutis (25 de agosto de 1923) y los diez años de su fallecimiento (22 de setiembre del 2013). Bien podría hablarse tanto de Mutis como de su personaje literario, Maqroll el gaviero, que pudiera ser el mismo Mutis, por esas truculencias creativas que los poetas saben usar y desperdigar en las páginas de sus libros, convertidos en mundos paralelos, alternativos o sustitutorios.
El escritor colombiano tuvo una vida similar a la de su personaje. En el prólogo al primer tomo que reúne sus primeras cuatro novelas, publicado por Alfaguara para celebrar precisamente el centenario, Juan Esteban Constaín recuerda bien el nacimiento literario de Maqroll en el primer libro de poemas de Mutis, publicado a los 25 años. Marca así, no solo la existencia literaria del extraño personaje, sino la íntima sensación de su autor de convivir a tan temprana edad con él.
Para que a esa edad un poeta pueda deslumbrar con un personaje como el gaviero, ya le debió haber dado muchas vueltas, debió haber ensayado y borroneado muchas líneas, tal vez pasó no pocas noches sin dormir tratando de sacárselo de la cabeza y dejarlo abandonado en hojas de papel o contó sus incipientes aventuras en reuniones amicales, seguro de que sus amigos no lo entendían y lo dejaban hablar creyendo que aquellas historias eran producto de sus delirios juveniles.
Siendo así, Maqroll el gaviero tendría casi la misma edad que su autor. Volverían, entonces, a confundirse, pues aquella vida que llevó Álvaro Mutis es también la misma que Maqroll cuenta en sus aventuras. Mutis carga con su personaje y su personaje ve lo que él vive. Y las novelas que escribe, donde el aventurero de ficción da la vuelta al mundo, sobrevive a las más raras enfermedades, conoce a los más extraños personajes, padece en las más alejadas ciudades, ama a mujeres extraordinarias, conoce la solidaridad y la traición, el fracaso y la esperanza, son las novelas que cuentan su propia vida.
Maqroll el gaviero es un personaje singular. Si bien aventurero como los más entrañables de la literatura universal, es singular en su esencia, en su propio nombre. La gavia, aquel estrecho espacio ubicado en lo más alto de los barcos, el palo de mayor altura, a donde se enviaba a los marinos castigados, pero donde dependía la vida de todos los tripulantes. Desde allí era la única manera de ver si las costas estaban cerca, si rondaba una nave enemiga o se avecinaba la tormenta.
El espíritu de Maqroll es así, atormentado por la vida que no dejaba de castigarlo. Y al mismo tiempo vidente, atento y reflexivo sobre lo que había a su alrededor, sobre aquello que ponía a prueba su condición de ser humano. A pesar de los fracasos y su empeño en emprender otra empresa, el gaviero sabe de sus límites.
En una de sus últimas aventuras, el marino pasa por Arequipa para volver a embarcarse en Mollendo, dispuesto a negociar con el sillar, viendo que es un material que sirvió para levantar toda una ciudad, pero desiste al recibir los resultados de un experimento que mide la resistencia del material y comprueba que no serviría en otro sitio, donde no se le usaría como en esta parte del sur. Con estas metáforas, a lo largo de las novelas, relatos y poemas en las que Maqroll cuenta sus tribulaciones, tormentos, venturas y desventuras, el propio Álvaro Mutis reflexiona sobre la vida y su trascendencia a través de la memoria.
En el relato Jamil, que conforma el libro Tríptico de mar y tierra, un niño que conoce a Maqroll en la última etapa de su vida, se va a convertir en un símbolo de la esperanza. Pues ante la inminente muerte del marino, ese niño a quien ha cuidado ante la ausencia temporal de la madre, será la continuidad de la aventura y recorrido por el mundo. En el último diálogo, Maqroll dice del niño: “Váyanse tranquilos. Lo peor ya pasó para nuestro amigo. Jamil forma parte ahora de los recuerdos que, según él, lo sostienen en la idea de vivir cada día”.
No habremos de vivir si no tenemos recuerdos, memoria, dice Álvaro Mutis a través Maqroll el gaviero. Y es precisamente esa memoria que el tiempo nos la hace revivir a través de la literatura, la que modela nuestra identidad y condición humana, la que nos hace cercanos unos a otros. Y nos hace notar que somos aventureros del día a día, de la cotidiana manera de enfrentar nuestras propias tribulaciones.
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