El periodismo sigue siendo, felizmente, uno de los oficios por el que podemos acercarnos mucho a la verdad. A cualquier verdad, o a la verdad de cualquier cosa. Cierto que los intereses personales, las desviaciones del sistema o las presiones del poder han desvirtuado este principio. Y por eso mismo es alentador y saludable para la sociedad, encontrarnos con buenos ejemplos de ejercicio de esta profesión. Uno de esos casos contemporáneos en nuestro entorno cercano es el trabajo periodístico del arequipeño Enrique Zavala.
Conocido por sus agudas entrevistas en programas de televisión y su paso por periódicos locales, Zavala ha ido madurando un estilo particular para abordar con sus entrevistados diversos temas de actualidad. Y ha publicado crónicas y reportajes en los que la mirada de los hechos se ha ampliado lo suficiente como para confirmar o negar afirmaciones. De esta manera, acercar al lector, al ciudadano en general, a lo que ambiguamente llamamos como verdad, o como hecho verdadero.
Pero, además, el aporte de Zavala se ha ido concentrando en algunos temas que, por cotidianos que son, se han hecho invisibles. Acaba de publicar Chinkanas del Cusco, los laberintos de un mito (Arequipa, 2023). Un reportaje sobre aquellos túneles, pasadizos y laberintos subterráneos que se dice existen bajo las calles, plazas y templos de la ciudad del Cusco. Esos túneles, llamados chinkanas, y que aparecen en las leyendas de varias ciudades del sur andino, especialmente, son ahora tema casi olvidado en esa ciudad otrora capital del Tahuantinsuyo. Y su gente, así como alimenta los mitos, lo niega, pero cada vez mucho menos.
Es casi el mismo fenómeno con nuestra “Juanita”, mal llamada momia Juanita. Justamente, en su anterior libro, La niña de los 500 años (2021), Zavala demuestra que no es una momia. Es un cadáver sometido a un proceso de momificación. Y se acerca a la verdadera historia de aquella niña inca a través de un exquisito reportaje a sus descubridores. El nombre de Juanita está tan ligado a la cultura contemporánea arequipeña que ya no indagamos sobre su pasado o importancia para nuestra identidad, pero la reconocemos como nuestra. Este mismo valor es el que envuelve su historia sobre los túneles y laberintos míticos del Cusco.
A través de la voz de varios y diversos personajes contemporáneos, Enrique Zavala recorre la ciudad indagando en pistas objetivas y reales por la existencia de las famosas chinkanas. Antropólogos, funcionarios, investigadores y hasta buscadores de tesoros van a ir dando sus testimonios para que el periodista nos induzca a internarnos en la leyenda de las chinkanas. Y ponernos en las puertas de aquellos túneles que reportaron ya los primeros cronistas invasores y que, en el transcurrir de los años, curas y autoridades fueron cerrando, sellando, como si con eso intentaran borrar de nuestra memoria, su existencia.
El nuevo libro de Zavala es muestra de un periodismo refrescante. Que no cae en la tentación de los intereses políticos y subalternos, sino que contribuye mucho a revisar nuestra historia. A buscar respuestas a viejas preguntas y a fortalecer un proceso de identidad que hemos dejado en segundo plano. Es también una notable lección de cómo se construye un reportaje, ahora que la tecnología de los medios de comunicación han reducido nuestra capacidad de análisis o banalizado temas como la política o el arte. O las entrevistas se han reducido a conversaciones elementales y vacías.
El reportaje sobre las chinkanas del Cusco puede leerse también como un ejercicio de recreación. Una historia que no deja de cuestionarnos, volver a preguntarnos sobre lo mucho más que se esconde bajo nuestros pies. Y nos debe invitar a mirar a nuestro alrededor, a los muros de sillar y el interior de nuestros templos, pues ahí también descansan leyendas y mitos que son parte de nuestra cultura.
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