Una lectura de dos libros de Ángel Ibarguren

Entre los placeres que nos depara la lectura de libros de literatura, y en especial de poesía, está la sorpresa, en este caso, de Ibarguren

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Entre los placeres que nos depara la lectura de libros de literatura, y en especial de poesía, está la sorpresa. La permanente sorpresa de encontrarnos en sus versos, estrofas, o en simples palabras, todo un mundo de belleza, imaginación o dolor y desesperanza. Se ha dicho muchas veces, por boca de propios poetas, que la poesía no necesita de entendimiento racional ni de explicaciones para poder disfrutarla. Basta repasar la poesía surrealista o vanguardista, por ejemplo, para confirmarlo.

Y, justamente, la lectura de los dos últimos libros del escritor peruano Ángel Ibarguren (Lima, 1984), son otra muestra de que el lector pueda abrir cada página con una sorpresa asegurada. Los dos tomos publicados por Lluvia Editores, como siempre con fino gusto y calidad editorial, nos presentan una sugerente propuesta estética. Esta va desde un homenaje a la tradición literaria hasta el riesgo de la escritura futurista.

¿En qué consisten estas propuestas? Los títulos de los poemarios sugieren una fórmula de los libros del tránsito histórico de la época medieval al renacimiento: El nuevo libro de inventarios, cuentas y un poema compuesto por A. E. Ibarguren, y el subtítulo Con obras de arte coruscantes de R. Saavedra Cobeñas y un enigmático y magnífico poema para piano solo en sol menor de C. Paredes Abad, inspirado en el poema compuesto por A. E. Ibarguren entre los años 2005 y 2021 (2023). El otro, aunque con título mucho más corto, sugiere ese ánimo de sapiencia y erudición con que se envolvían los poetas de la época para presentarse: Summa fallaciloqua, o Tiresias at the beach sin vermú bai G. Urenibar (2023).

Lo que parece una broma literaria o lisonjera licencia poética, es, en el fondo, un recurso que predispone a una aventura de la palabra. El lenguaje fluye a través de los sentimientos que la voz poética direcciona al autor. Pero que puede, o debe, más bien involucrar al lector para generar el sentimiento propuesto en el poema: “Ayer salí de mí para encontrarme. // Encaramado a horcajadas en un huerequeque,/ atravesé cebadales ebrios de abandono…” El despojarse del ego para conocerse a sí mismo es la premisa para involucrarse en el arte, única manera de acercarse al verdadero conocimiento del hombre. Pero no es tarea fácil. La metáfora de ir encaramado en el ave costera, pequeña, pero acostumbrada a estar tanto en las zonas desérticas como en medio de las ciudades, quiere decir lo difícil e inestable que es intentar conocerse.

Tal vez sea este uno de los mejores ejemplos para ilustrar el ejercicio literario que ha asumido Ibarguren en estos textos que, a diferencia de sus primeros libros, demuestran un trabajo más detallista, minucioso. Se refleja en el buen uso de imágenes y metáforas. El poema discurre luego en un tono narrativo: “Al distinguir un camino de herradura, / se inflamaron mis tobillos de repente; / acaricié las cejas de mi desvelada nave, / y sin demora comprendió / que debía planear hacia el cirro más cercano.”

El libro tendrá ese mensaje común, la búsqueda de uno mismo a través de la palabra, la música, la pintura. El libro contiene ilustraciones de autores clásicos y algunos desconocidos. Así también partituras y grabados, confirmando que la travesía hacia el interior de uno mismo es el arte. En el otro libro, Summa…, el poeta da un paso más complejo. Adentrarse en la literatura clásica, en la reflexión escolástica, el razonamiento filosófico elemental, para derivar en la recreación de su mundo interior.

Transcribo el poema “Soberbia”, que interpreto como un intento del poeta de retratarse en un personaje cuyo oficio es el de cohetero, fabricante de artificios. El título me remonta al poema que leímos del libro anterior, en el que el poeta se despoja de egos para indagar en sí mismo. En este caso, se sube, más bien, al podio de la soberbia, como un dios que sabe que todo lo puede.

“He mirado más allá de lo ordinario, / causando asombros con pellejo de acertijos, / desviando cauces, / trastocando las mareas, / provocando paces, guerras y armisticios, / en línea directa con los símbolos y lo divino. // He retocado existencias con estos fuegos de artificio, / abatiendo psiques con mis exhibiciones pirotécnicas, / manteniendo el curso de fiestas y velorios, / estabilizando jolgorios y miserias, amansando o azuzando oscuridades con destellos, estruendos y policromías, / en desacople con mi propio raciocinio. // Soy maestro cohetero. // Me voy y vuelvo en pólvoras y salvas. // Avellano los muros de sus voluntades y designios.”

Hay aires del viejo Pablo Guevara y frescura a lo José Watanabe, José Emilio Pacheco y Rafael Cadenas. Descripción de oficios cercanos a la esencia de la labor poética y del empeño del poeta a parecerse a algo más mundano y sencillo. Bajar de la nube divina en la que se ubica por su razón de creador, inventor de mundos, de seres y de sentimientos. Y ubicarse en el podio del aparente humilde hacedor de cosas sencillas.

Pareciera que los dos libros que Ibarguren trae como objetos complementarios, o como si uno fuera continuidad de otro. Son intentos de combinar la tradición poética del clasicismo que, dicho sea de paso, da la sensación de estar dejado de lado por gran parte de la poesía contemporánea escrita por jóvenes, más interesados en fama que en trascendencia. Y las nuevas formas de lenguaje que viene con la inevitable influencia de los medios de comunicación electrónicos. No cabría encasillar la obra de Ibarguren en neo barroquismo o post poesía, por ejemplo. Sino en un lirismo contemporáneo, culto, sin ínfulas de rebuscamientos o de falsos adornos del lenguaje.

También puede verse la propuesta estética de Ibarguren como una lección positiva frente a la banalización de la poesía, de la literatura en general. Asediada por la tecnología y otros artificios como los diccionarios virtuales o la inteligencia artificial, se reducen a juegos de micro ficción o de auto ficción, en su afán de producir obras de fácil acceso y consumo. Ibarguren logra esquivar este espejismo. Aunque en algunos casos sea más difícil lograr el verso tenso y a la vez fluido, que podría acomodarse mejor a sus intenciones de indagación en busca de un mensaje que lo muestre más transparente, más sencillo.

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Autor

  • Alfredo Herrera Flores

    Alfredo Herrera Flores (Puno, 1965) es poeta, escritor y periodista. Obtuvo el Premio Copé de Oro de la VII Bienal de Poesía (1995) y fue finalista del premio internacional de poesía “Pilar Fernández Labrador”, de Sevilla, España (2016). En 2020 ganó el Concurso de Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro" del BCRP y actualmente es director de la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa de Arequipa

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