Perú, país de la indignidad

"El Perú ha tenido personajes viles y vergonzosos en todas las épocas. Desde los felipillos que facilitaron la conquista, pasando por los felones del virreinato, hasta los traidores y cobardes de la guerra del Pacífico..., pero lo de hoy nos avergonzará por generaciones"

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Difícil imaginar en Alemania una reivindicación de Hitler que no sea mayoritariamente rechazada. O en España, una de Franco. En Chile, tampoco pasaría sin cuestionarse una reivindicación de la dictadura de Pinochet, pero en el Perú hay quienes lo invocan como sinónimo de autoridad.

Pero eso no pasa de ser una anécdota cuando constatamos cómo se reivindica el régimen autoritario, corrupto y abusivo de Alberto Fujimori, bajo el paraguas del terruqueo constante a sus críticos y la mentira sobre que fue Alberto Fujimori quien venció a Sendero Luminoso. Basta recordar la torta de cumpleaños que le llevó su mentor intelectual Montesinos para probar la mera utilización que hizo ese régimen del hecho fortuito de su captura durante su gobierno.

El régimen de Fujimori estuvo lejos de caracterizarse por eficiencia y combate a la violencia, como dice la narrativa que hoy se quiere instalar, falsamente. Más bien lo caracterizó la prepotencia, la compra por kilo de conciencias, la prensa basura llamada entonces “chicha”, la mordaza sobre la gran mayoría de medios de comunicación, millones de dólares de por medio. Y, por si fuera poco, la destrucción de todas las instituciones: desde las que administran justicia, hasta los sindicatos y organizaciones populares.

Si tuviéramos que resumir ese régimen en dos palabras serían: injusticia y corrupción. Se expresaron en el abuso sin límite en todos los ámbitos, bajo el silencio cómplice o timorato de muchos; y el enriquecimiento obsceno de todos sus jerarcas. Ejemplos, sobrarían.

Y 24 años después, pareciera que en el Perú lo hemos olvidado. El solo hecho que su hija, heredera de su estilo desvergonzado, haya disputado la presidencia en 3 ocasiones, dice mucho de la falta de memoria. Pero la reivindicación abierta de ese régimen abyecto, realizada vía TikTok por el protagonista de esas infamias, es más significativo.

Sin vergüenza, ha vuelto el propio sátrapa a mentir en sus publicaciones. A la prensa chicha la han sucedido parlantes humanos caracterizados por la mugre bajo pomposas etiquetas como La Resistencia. Blanca Nélida Colán, es la inspiración de Patricia Benavides. El congreso de Martha Chávez es ahora uno más lumpen que bien representa Martha Moyano. Los jueces corruptos de entonces, están ahora en el Tribunal Constitucional firmando lo que se les pone en frente. Y el saliente jefe de la ONPE será reemplazado por “José Portillo 2”. Los militares genuflexos y aceitados de entonces, tienen ahora su representación en los generales semióticos y felones como Angulo y Zanabria. Mientras el defensor del Pueblo avergüenza hasta a los menos entendidos en política.

Pero lo que iguala en indignidad estos tiempos con aquellos, es la subsistencia en la presidencia de la república de un personaje grotescamente vil como Dina Boluarte. Su perfil de malvada de fábula, junto a su levedad intelectual y su ruindad espiritual, ofende a la nación milenaria que somos y nos avergonzará por generaciones.

El Perú ha tenido personajes viles y vergonzosos en todas las épocas. Desde los felipillos que facilitaron la conquista, pasando por los felones del virreinato, hasta los traidores y cobardes de la guerra del Pacífico. Pero su larga historia de resiliencia y de millones de peruanos que han compensado esos episodios con talento, esfuerzo, heroísmo y valor, merece otro final de cuento.

Dina Boluarte no es solamente mentirosa, arribista, frívola e ignorante. Es, sobre todo, indigna de la peruanidad.

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