Amor al chancho Archives - El Buho http://localhost:8000/elbuho/seccion/amor-al-chancho/ Tue, 15 Oct 2013 00:00:00 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.0.2 http://localhost:8000/elbuho/wp-content/uploads/2022/10/favicon.png Amor al chancho Archives - El Buho http://localhost:8000/elbuho/seccion/amor-al-chancho/ 32 32 18 de octubre http://localhost:8000/elbuho/2013/10/15/18-de-octubre/ http://localhost:8000/elbuho/2013/10/15/18-de-octubre/#respond Tue, 15 Oct 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=4763 Se viene el cumpleaños del zambo y no sé qué diantres voy a regalarle. El año pasado fue una llamada breve pero de mucho cariño que escuchó por compromiso y entendió que la había recibido también por compromiso. No recuerdo qué hicimos un año antes y reconozco que he olvidado todos sus anteriores cumpleaños, excepto […]

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amor al chancho

Se viene el cumpleaños del zambo y no sé qué diantres voy a regalarle. El año pasado fue una llamada breve pero de mucho cariño que escuchó por compromiso y entendió que la había recibido también por compromiso. No recuerdo qué hicimos un año antes y reconozco que he olvidado todos sus anteriores cumpleaños, excepto el de 1995. Cuando llama -que es nunca- es breve y suena grave, como si estuviera a punto de hacer algo que nunca hizo, matar una gallina por ejemplo.

Es un hola y chau… oh, claro, y el consabido “cómo estás”, la respuesta es igual de consabida: “bien”, “ahí” o “¿y tú?”, yo prefiero el “ahí” e imaginar que me preguntó “dónde estás”, aunque, podría encontrarme en cualquier parte, tanto como podría estar en cualquier estado de ánimo o condición. Todo queda en convenciones afectuosas finalmente. Lo cierto es que nuestras conversaciones sólo se extienden cuando se toca el aciago tema del divorcio. – Ella no quiere pues-, -cómo que no-,  -es su postura-, -pero hijo…-

porque técnicamente se fue de nuestras vidas hace más de quince años y por la puerta de atrás, la que no chilla, y no sin antes decir, bajito: “vuelvo” como quien se apea del carro para orinar o fumar un cigarro. Una persona a la que le debes tanto, incluso, una pierna rota (18 de octubre del 95). Y justo cuando yo quería ser futbolista. Sí, yo quería jugar en el Nacional como un seleccionado, si hubiese sido posible, llevar la 8, claro que ahora hubiese estado en bajada.

No estoy hueveando a mi endémico grupo de lectores con los que apenas llego a los cinco “me gusta”… De niño, ser futbolista era lo único con lo que soñaba… y con Grace, la chibola de enfrente, de cabellos color caña y ojos pardos y hoyitos en los cachetes, que llegaba al barrio todos los veranos, pero que lamentablemente se hospedaba en casa de sus tíos tombos que en ese entonces pertenecían a la P.I.P. y que dicho sea de paso eran una mierda. Volviendo al fútbol, un dato, ¿alguien recuerda las revista Estadio?… Yo las tenía todas.

Volviendo a Grace… nada; nunca la apreté para darle un beso, ni la pude mojar en febrero. Así sucede, pero como dice Borges, “nuestras son las mujeres que nos dejaron”, mi memoria se duele y se consuela… Cabellos color caña, ojos pardos y hoyitos.

La pierna rota no fue obra del Zambo sino de un arquero de mala entraña, pero el Zambo tuvo mucho que ver porque aquella tarde en que se celebraba su cumpleaños me obligó a jugar; por la noche, en vez de soplar velas se la pasó secándome las lágrimas, arrepentido por llevarme de la mano a un lugar que yo había decidido no pisar.

Toda la semana estuve pensando en qué podría regalarle al Zambo y descubrí que soy de esas personas que prefieren caer a la fiesta con una botella de vino para evitar el trabajo de interiorizar las expectativas ajenas respecto de una fecha importante y evadir el esfuerzo de imaginar. Y descubrí también que, en este caso, esa fiesta no será, lo cual me hará recurrir a la consabida llamada puesto que hacerle una visita será entre insólito y fugaz , cuando menos, una incómoda sesión de silencios y preguntas recurrentes con respuestas comunes, anodinas y monosilábicas. Quizá lleguemos al tema del divorcio una vez más. Aunque preferiría el tema de la pierna rota, como si nada más hubiera pasado todo este tiempo. Como si todo se hubiese congelado y se calentara nuevamente con una llamada, cada cierto tiempo, cuando muere un gato y nadie se entera.

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Historia clínica http://localhost:8000/elbuho/2013/08/23/historia-clinica/ http://localhost:8000/elbuho/2013/08/23/historia-clinica/#respond Fri, 23 Aug 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=4464   N. vive frente a un parque temático. Todas las mañanas, al salir de casa, se encuentra con un rechoncho triceratops -el doble de grande que una combi custer– que parece estar cruzando la calle a pesar de su aspecto bastante inanimado y poco o nada amenazante. El parque tiene cierta fama no sólo entre […]

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historia clinica

 

N. vive frente a un parque temático. Todas las mañanas, al salir de casa, se encuentra con un rechoncho triceratops -el doble de grande que una combi custer– que parece estar cruzando la calle a pesar de su aspecto bastante inanimado y poco o nada amenazante. El parque tiene cierta fama no sólo entre los vecinos del barrio que repletan el recinto todos los fines de semana.

Es cierto que vivir frente a un parque no cambia la vida a nadie pero completa algunos momentos.  Salir de casa y toparse con esas especies que fueron, indefectiblemente, parte del inventario de juguetes de todo niño, no podría ser un acto que desborde monotonía. A menos que N. sea de las pocas personas que preferiría vivir frente a la casa del vecino antes que frente a un triceratops.

A diferencia de N. yo vivo frente a un policlínico y las únicas especies que observo mientras tomo desayuno (en estricta soledad) o incluso en la cena, son personas como yo, la especie acojudada de los enfermos, y por qué no, los desafortunados.  El acto de padecer vulnera al punto del cuestionamiento, claro que suena inocentón con la repetición, pero en ese estado el ineludible “por qué a mí” parece una reacción automática al dolor; aunque, “csm” también es muy usual. Pero no sólo padecer  genera decaimientos. Ver gente padecer también –sobre todo en el desayuno y la cena, sobre todo si te estás metiendo un pedazo de embutido con un rojo más intenso de lo normal y te ayudas en pasarlo con un trago de gaseosa –

Los enfermos son la especie más sugestiva que se conozca. Cuando me diagnosticaron epilepsia mis padres enfermaron y, si mal no recuerdo, “Yin-Yin”,  el perro de la casa, también enfermó. Mis padres se rascaban la cabeza al observarme, y el perro, también. El mismo doctor que detectó la enfermedad, un ascendiente chino, rascó su cabeza luego de tratar de explicar lo que pasaba en la mía, -tu cabeza es como un disco sólo que a comparación del resto gira más rápido-, -ya-, -sí, eso mismo-, -¿doctor qué es una resonancia magnética?-, -tu cabeza es como un disco sólo que… –

Al principio me sentía cómodo, era bastante novedoso desayunar tratando de ubicar el mirador de Sachaca, por ejemplo. El policlínico estaba ahí, con sus enfermos y accidentados que lógicamente no podrían ser otra cosa que una presencia ajena. Pero eso ha cambiado, a pesar de haber identificado el mirador y otros lugares ya no me importa seguir haciéndolo porque creo haber desarrollar una fijación por los enfermos del policlínico. Cada que los veo siento estar espiándolos y ellos a mí.

El piso en el que me ubico tiene como vista correlativa el área de traumatología, donde todo el día hay gente con cara de haberse martillado un dedo, que espera ser atendida mientras mira el pasar de los carros por la ventana, pero también miran hacia donde vivo, los he visto mirarme y me gustaría saber en específico qué piensan de esta relación visual. Cuando no tienen cara de dolor, cojean o caminan tentando la pared, como ciegos sin bastón. Desde mi mesa puedo ver cinco plantas ocupadas por decenas de enfermos a la espera de que su nombre sea pronunciado por un extraño. Todos los días.

 

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Amigo Pascual http://localhost:8000/elbuho/2013/07/05/amigo-pascual/ http://localhost:8000/elbuho/2013/07/05/amigo-pascual/#respond Fri, 05 Jul 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=4171   Vuelvo de comprar yogur y cereal para la cena, es de noche, es el “invierno más crudo en diez años” dicen. Raquel y yo caminamos por un callejón muy parecido al escenario donde fue asesinado el papa de Bruce Wayne. El viento sopla desde el Chili hacia Cruz verde y yo pienso en cuán […]

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amigo Pascual

 

Vuelvo de comprar yogur y cereal para la cena, es de noche, es el “invierno más crudo en diez años” dicen. Raquel y yo caminamos por un callejón muy parecido al escenario donde fue asesinado el papa de Bruce Wayne. El viento sopla desde el Chili hacia Cruz verde y yo pienso en cuán huachafo sería usar orejeras; entonces lo peor que podría pasar es que Raquel haya olvidado su cartera en la caja o que la cajera nos haya cobrado unos centavos de más, o que suene mi celular y en la pantalla figure el nombre de alguien a quien le debo algo. Segundos después suena un celular, el de ella: es su mamá R. entonces pienso que se trata de un saludo, un -¿cómo estás hijita, dicen que en Arequipa está haciendo un frío del diablo?…

Pero, a pesar de que la conversación efectivamente inicia con un saludo, en realidad se trata de una noticia, una mala noticia… -hijita, el Pascual se ha muerto-. Yo sigo caminando, he dejado de pensar en las orejeras y ahora pienso en las bondades del Omega 3, cuando en eso Raquel despega el teléfono de su cara y dice –el Pascual…-

Me detengo, las bolsas “chismosas” dejan de sonar y para ser sincero no me duele el pecho, pero en cambio, siento la misma sensación que deja el hallazgo de un hecho insólito -como dormir en una casa sin puertas ni ventanas (Pampas de Polanco, Agosto de 1995)-

La última vez que vi a Pascual fue en la Semana Santa, llevaba su bicicleta Goliat, marrón de puro óxido, su gorra blanca, lentes negros, camisa, short y chancletas. Una sonrisa amarilla que dejaba sólo cuando se tiraba sobre la banca de la plaza a pensar y enseguida dormir.  Antes de eso estuvimos en una fiesta frente al mar. Había dejado la facha común para calzarse mocasines negros y lustrosos y, como dijo Raquel, una vaca le había lamido la cabeza. Si parecía Gardel tostado en una olla de barro pero con el hígado hecho añicos.

Aquella noche, ya sazonado con Pilsen, se jactaba de ser el jefe de la cocina del restaurante más reputado del balneario, su sonrisa amarilla brillaba más que sus zapatos y su semblante. Cada cinco minutos aparecía a la diestra de la dueña del santo con una caja de cerveza –mi cariño- decía, y deslizaba la caja sobre el cerámico como si fuera una pequeñez. Su falsa modestia conquistaba. Luego aparecía con otra caja y otra, todas para la dueña del santo, todas con cariño de hijo, todas levantadas sin permiso y pagadas con anterioridad por los familiares de la festejada.

A Pascual le gustaba el trago y las “mujeres ricas” en carnes y algo entradas en años, aunque no tuvieran un centavo, para eso estaba él. Una vez la “tal” no le quiso abrir la puerta del cuartito y Pascual durmió arrullado por la ronda, otra vez la “cual” le afeitó las cejas y lo quiñó como a trompo. Una “Fulana” le robó plata y la “mengana” le dijo que era su único su amor en el preciso instante que su esposo los buscaba por el bordo de la chacra… Sus anécdotas me las contaba al final del la tarde, mientras comía un plato de lomo y bebía una coca-cola. Para ser sincero, sus ceviches no eran los mejores pero su compañía era indispensable. Sus «experiencias», contadas en bajito mientras picaba el ají limo, hablaban de la selva, el fondo del mar y hasta misiones secretas que le pudieron costar la libertad. Nadie le creía, yo lo escuchaba.

Cuando el verano se apartaba, Pascual no dejaba el mar, pescaba para sobrevivir, la hacía de jardinero, albañil, cuidante, pero siempre muy cuidadoso de sus horarios para no descuidar el oficio de bebedor y amante. Aunque no tuviera casa, aunque no tuviera huellas digitales, aunque midiera lo que mide una pala.

El verano del 2012, mientras preparaba una jalea familiar se desplomó como un rimero de cebollas y convulsionó frente a todo el personal.  Nos enteramos que su corazón no funcionaba bien, que si quería vivir tenía que dejar de tomar. No lo hizo. El sábado, dicen, en un bar se embrocó un vaso lleno de alcohol y al parecer su corazón pateó el tablero. Murió en la posta creyendo que era una descompensación más. El domingo lo velaron y al día siguiente fue enterrado en el cementerio del pueblo, sin gloria pero con mucha pena, sobre todo de sus hijos y aquellas las que lo quisieron de mil formas.

Descansa en paz amigo Pascual.

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¿Neymar?… ¡Quero dinheiro pra saúde e Educação! http://localhost:8000/elbuho/2013/06/28/neymar-quero-dinheiro-pra-saude-e-educacao/ http://localhost:8000/elbuho/2013/06/28/neymar-quero-dinheiro-pra-saude-e-educacao/#respond Fri, 28 Jun 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=4125   En el mundial de Francia 98, siendo una de las favoritas la selección del “fenómeno” Ronaldo, vi un reportaje que trataba de describir la delirante pasión que causaba en los brasileños un encuentro futbolístico. La voz en off del reportero decía algo como –no es novedad que cuando Brasil juega nadie trabaja, los niños […]

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"Quiero dinero para salud y educación"

 

En el mundial de Francia 98, siendo una de las favoritas la selección del “fenómeno” Ronaldo, vi un reportaje que trataba de describir la delirante pasión que causaba en los brasileños un encuentro futbolístico. La voz en off del reportero decía algo como –no es novedad que cuando Brasil juega nadie trabaja, los niños no van al colegio, y las calles se llenan de soledad- intentando explicar que, para los brasileños, el fútbol, más que un deporte que han perfeccionado, más que una fiesta que los hermana, más que un despilfarro de vanidad nacional que no genera déficit en los corazones garotos, “es la mais grande oportunidade de conquistar o mundo” (Esa máxima vertical hace que a Mezzi, el apelativo de “la pulga” le quede como guante de asesino)

Sin embargo, algo tan insospechado como el Maracanzo ha sucedido en Brasil: El fútbol se ha convertido en un misio acto de magia que ya no llena ni la mitad del salón porque la gente está en las calles, jugando con seriedad un cotejo que dista mucho del despilfarro vanidoso y el delirante apasionamiento por la casi mágica improvisación de Neymar.

Abdicación o cese temporal, los brasileños se han zurrado en la copa Confederaciones y todo indica que harán lo mismo en el Mundial que se jugará en su país el próximo año y, para lo cual se ha gastado, sólo en estadios, el equivalente a la construcción de “ocho mil escuelas nuevas” (Romario Dixit). El quiebre en Brasil ha generado una mitosis -para unos perjudicial y para otros positiva- entre fútbol y sociedad.

El dolor debe ser el mismo en ambos grupos, pero en este caso la urgencia no comporta consenso, no en Brasil, ¡escuelas y salud, ahora, estadios luego!… es la consigna. Resulta curioso pensar que para muchos que, prefieren el espectáculo del fútbol antes que una verdadera reforma, los que están en las calles y no en una butaca en Sur, Norte, Oriente u Occiente, son un grupo reducido.

Acá, en Arequipa (por nombrar UN caso), algún periodista dientón con cara de cojudo y cómoda posición, diría que Romario es un pequeño Ex futbolista con ideas de lindan con el atraso, un recalcitrante “Antimundial” que no identifica en la oportunidad que da la FIFA las puertas al desarrollo que tanto necesita la población.

En Brasil acusan a la FIFA de ser el verdadero presidente, así como en Arequipa acusan a una empresa minera de ser el verdadero alcalde, creo que la analogía es válida si partimos del compuesto “costo- beneficio” que a veces desfavorece a la población… La diferencia es que en Brasil son miles los que afirman que las cosas no andan bien y se quitan a las calles antes que la sombra del poder les quite el bronceado, allá hay autoridades que se ganan el pleito porque entienden que es parte de su trabajo, mientras que en Arequipa, bueno, en Arequipa, muchas autoridades hacen como que no vieron la jugada o ésta fue tan rápida que ni la sintieron –“Yo no sabía señores de la prensa…”-

El diputado Romario, asegura que los gastos para Brasil 2014 doblan las monstruosas inversiones hechas en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 juntos, es decir, sus cálculos rozan los 13 millones de dólares, suficientes razones para abrir suspicacias sobre el destino real del dinero…  Brasil 2014, estadios remozados y de estreno “es bonito pero no práctico”. Sí, lo es, pero las sociedades no se desarrollan a partir de estadios, quienes piensan que sí, seguramente sienten orgullo mundialista por tener más de una loza deportiva en  el barrio, son los que nunca se han preguntado por qué los laboratorios (si los hay) de la mayoría de colegios estatales están menos equipados que un camarín de estadio o una posta médica con menos utilidad que una butaca preferencial.

Es que a las autoridades no sólo les fascina, al borde del paroxismo, el lema “mente sana en cuerpo sano” sino que además les parece un hato de complejidades los meandros de la ciencia, un derrotero ajeno.

¿Por qué tendrían que ser estereotipados como “anti todo” los que cuestionan. En este caso los que tratan fiscalizar y redistribuir sensatamente el destino del dinero de todos los brasileños. Escuelas en vez de estadios, las primeras serían una alterativa principista y por ende determinante sobre los segundos, comunes existencias que no podrían prevalecer ni en Brasil ni e otra parte del mundo sobre las primeras, así de simple, sin embargo parece que no se hubiera entendido la real motivación de la sustitución. Aún así la FIFA obtendrá una ganancia de cuatro mil millones de reales, pero no pagará nada al Estado. No puedo dejar de pensar en la anterior analogía con la empresa minera en Arequipa y mucho menos en los dientes del periodista escupiendo el “anti todo”

 

 

 

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"La Chispa" http://localhost:8000/elbuho/2013/06/14/la-chispa/ http://localhost:8000/elbuho/2013/06/14/la-chispa/#respond Fri, 14 Jun 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=4033 Muchos dicen que heredé la «chispa» de mi viejo –y cómo no iba a ser, si mis abuelos fueron unos comediantes en potencia que por cuestión de pasajes no llegaron a “Trampolín a la Fama”-, por supuesto a mí me hubiera gustado heredar unas propiedades, en Acarí tal vez, por lo menos las ruinas de […]

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columna Amor al Chancho

Muchos dicen que heredé la «chispa» de mi viejo –y cómo no iba a ser, si mis abuelos fueron unos comediantes en potencia que por cuestión de pasajes no llegaron a “Trampolín a la Fama”-, por supuesto a mí me hubiera gustado heredar unas propiedades, en Acarí tal vez, por lo menos las ruinas de una hacienda algodonera, aunque mis queridos abuelos fueron otros desafortunados hijos de África que todavía olían a mascarón de proa y ventisca marina. La negra Vicky y el viejo Pampo. En todo caso, justo hubiera sido heredar su vieja camiseta del Alianza Lima, por la cual lloraba cuando le metían una pepa y hasta se deprimía con la derrota.

Si no me equivoco, fue en el 92 ó 93 ¿ó en el 91? cuando un metrosexualísimo Ronald Baroni, con una injustificable venda en la muñeca -que luego se convirtió en moda-, le hizo un gol de cabeza a los potrillos post Focker, débil cabezazo que igual samaqueó la red, tras un tiro de media vuelta de Amado Núnez, el mismo que mandó a dormir a Kopriva de un quiño en la mandíbula siniestra, pero de nariz perversa el argentino. Cómo le habrá dolido a mi viejo ese gol y cómo ese puñete, tal vez más que aquella vez en que lo abrieron para operarle la tripa por comer mucho picante.

Lo cierto es que heredé su chispa, eso que muchas veces hizo que me ganara el apelativo de el “payaso” del grupo, el payaso de la familia, el payaso de la oficina, el payaso de la cancha, el payaso de la fiesta, el payaso del pequeño departamento, etecé, -sin desmerecer, por supuesto, a los verdaderos payasos. Es ventajoso ser eventualmente uno, por ejemplo, una vez, cuando E. y yo viajamos a Puno a cubrir un conflicto social, la carretera que llevaba hacia Desaguadero (nuestro obligado destino) estaba cubierta de piquetes hechos de piedras, escombro y hasta postes de alumbrado público. Para continuar nuestro viaje tuve que valerme de la payasada heredada. Los hombres que vigilaban el piquete habían determinado no dejarnos pasar por más credencia de Prensa que nos colgaba en el pecho. Antes de resignarnos, a uno de los revoltosos se le ocurrió preguntarnos si queríamos un poca de coca para picchar, le dije de inmediato que a mí sí pero que a mi compañero no porque él sólo se la disparaba en polvo”. La payasada funcionó, “un cague de risa” que le dicen, podría decir que casi, casi nos hicimos amigos, como sí pasó en aquel viaje con Dina, una pobladora de Vilcallame, a quien le dije que era soltero, y luego de un coqueteo apretado en una camioneta verde, logre que me ofreciera estadía gratis en su casa de adobe. Nunca volví-

Lo que felizmente no heredé de mi padre, fue esa desquiciante manía de leer los nombres de los créditos de una película gringa, por supuesto con una terriblemente pésima pronunciación del inglés… sí, nombre por nombre, hasta el último en salir y en 8 caracteres.

Tampoco heredé esa curiosidad mórbida desprovista de todo sentido de autoprotección. Un día de 1993, dos hombres se fileteaban el cuerpo en las afueras del mercado San Camilo; al ver la sangre y unos pedazos de órganos volar por encima de los toldos (Chúpate esa Tarantino), la gente salió corriendo… menos mi papá, que, como si viera una pelota cuadrada, dijo: “mira, mira, esos dos…” En realidad era lo que quedaba de esos dos.

Lo sé, él periodista debió ser él.

Mi viejo fue pescador, cantante de orquesta, puntero izquierdo del Strong Boys, cobrador de micro, guachimán, vendedor de piedras y saco largo, pero su chispa, es decir, lo mejor de él, fue lo que heredé yo. Una vida seria no lo hubiera llevado a nada y a mí tampoco. Por eso ahora, con más de 20 años como profesor, no ha podido corregir esa manía de contar chistes a sus alumnos cuando los ve acojudados. Y ninguno puede no saludarlo con emoción y cariño cuando lo ve acojudado a él por la calle.

-Profesor Segura!!!-,

-hola hijo-,

-¿es tu alumnito?-,

-sí… pero es más relajado el pendejo…-

 

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El loco y el monstruo http://localhost:8000/elbuho/2013/05/31/el-loco-y-el-monstruo/ http://localhost:8000/elbuho/2013/05/31/el-loco-y-el-monstruo/#respond Fri, 31 May 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=3937   David Sánchez Manrique Pancorvo y Toribio Sarayasi Ccyavilca, son personas de mundos antagónicos, personajes que podrían encontrarse tan sólo para desconocerse, aunque tengan la misma entraña criminal. Ambos utilizaron el amor como pretexto para el exterminio -es una hipótesis, no, no lo es- David, alias “Loco David” se jactaba de concentrar toda su pasión […]

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loco david

 

David Sánchez Manrique Pancorvo y Toribio Sarayasi Ccyavilca, son personas de mundos antagónicos, personajes que podrían encontrarse tan sólo para desconocerse, aunque tengan la misma entraña criminal. Ambos utilizaron el amor como pretexto para el exterminio -es una hipótesis, no, no lo es-

David, alias “Loco David” se jactaba de concentrar toda su pasión en una camiseta y sus acciones para protegerla y hacerla respetar consistían en el ataque, -la moral inversa-, siempre fue así. Un hincha de su calaña no dialoga. Se pica y mata.

Es más, alguien le dijo a David que era un hincha, quizá fue la misma persona que le dijo a Toribio “El monstruo del Pozo” que era un hombre normal que se enamora como cualquiera. Los engañaron. Son homicidas sin la mínima capacidad de aceptar la adversidad si no es aniquilando a quien la produce.

¿Por qué mató el “Loco David” a Walter Oyarce?, al chico bien, le jodió que el aliancista cantara un gol de visita, y se solazara en un palco crema mientras blandía una bandera a rayas. David Sánchez Manrique Pancorvo  de la ciudad de los Reyes, se pica y mata y no sólo eso. Cuando lo acusan, vira la mirada al  al compañero y dice “èl fue”, y si el compañero niega, David ofrece 200 mil soles para que cargue con el pato, así de fácil… sí, pienso igual que ud. Y digo bajito como ud. –rosquete que le dicen-… Pero esta vez no fue un soplamocos al más monse del salón, el loco mató a una persona.

El padre de Walter Oyarce dijo esta mañana que a pesar del aparato de prensa, armado para favorecer la versión de Sánchez Manrique, fueron las pericias de ingeniería, las pericias antropológicas forenses y el testimonio de quienes vieron cómo murió Oyarce, lo que determinó la decisión de la fiscal a cargo del caso: 35 años de prisión para El loco y José Luis Roque Alejos, “Cholo Payet”, el mismo que levantó a Oyarce para que Manrique lo empuje.

Cuando Walter murió más de uno se puso la blanquiazul sobre la camisa, sobre el saco, incluso sobre la crema, cosa del momento, emocionalidad, una absurda y miserable pantalla colectiva ordenada por la moda. Nadie lucha contra la violencia voluntariamente –es una hipótesis, no, no lo es-

Ayer, Toribio Sarayasi Cacyavilca fue condenado a 10 años menos que Sánchez Manrique, no tuvo aparato de prensa, no sobornó a nadie, pero también trató de escapar como el “Loco David”, por supuesto no en un avión sino a través de una fuerte dosis de raticida, cada quien toma decisiones de acuerdo a sus ingresos.

Al igual que su par homicida, volvió de inmediato del breve viaje y fue sometido. Sarayasi asesinó a su prometida, Yanteh Parisaca ahogándola en un pozo de agua, luego la ultrajó introduciéndole el brazo por la vagina y el recto. Cuando entrevisté a la madre de Yaneth me dijo que la cadena perpetua era la justa pena. Yo recordé una de las acepciones de justo que suena justa – “ Exacto, que no tiene en número, peso o medida ni más ni menos que lo que debe tener”- pero linda con el sadismo.

Imaginé a Toribio Sarayasi en el pozo de la avenida aviación boca abajo sobre un charco. Ahora imagino a David Sánchez Manrique cantando -y dale U- en una cornisa del matute, sonriente, seguro de que nada va a pasar, mirando hacia adelante. Pero me queda claro que los miserables son ellos y que la primera acepción de justo es -“que obra según justicia y razón”-…

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Eloy está en casa, contando historias http://localhost:8000/elbuho/2013/05/20/eloy-esta-en-casa-contando-historias/ http://localhost:8000/elbuho/2013/05/20/eloy-esta-en-casa-contando-historias/#respond Mon, 20 May 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=3866 Eloy está en casa, prefirió el lado derecho del sillón de mimbre para sentarse y el izquierdo para dejar su mochila, en la que, pareciera, carga un cohete. Vino por otro asunto, la verdad impostergable, -Eloy no es de hablar mucho pero cuando está apurado basta una mueca para darse cuenta que lleva prisa-, sin […]

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COLUMNA ELOY 1

Eloy está en casa, prefirió el lado derecho del sillón de mimbre para sentarse y el izquierdo para dejar su mochila, en la que, pareciera, carga un cohete. Vino por otro asunto, la verdad impostergable, -Eloy no es de hablar mucho pero cuando está apurado basta una mueca para darse cuenta que lleva prisa-, sin embargo, no puedo evitar preguntarle por su último hallazgo, al que todos se refieren como una especie de consagración, deslucida por la muerte.

Raquel le ofrece un mate (filtrante); Eloy dice que escoger en una casa que no es suya es una falta de respeto. Sus padres le enseñaron a admitir el criterio ajeno en cuestiones de convite. Entonces Raquel insiste en que el invitado debe elegir. Es su criterio.   –Tengo anís, manzanilla y té-, -té está bien, señorita- dice Eloy, sin darse cuenta que lleva un mechón parado sobre la frente. No le digo nada porque el detalle lo hace ver gracioso.

Se le nota cansado. Podría decir que su ropa todavía conserva el polvo de la búsqueda, ese polvo es una evidencia de tamaña importancia, aunque en un contexto doméstico parece un elemento enrarecido. Como lo fue la música que acompañaba a O.T.C. camino al cementerio: “Los enanitos verdes”

Yo te vi en un tren…
quise ayudarte y ya no estabas más….

Rock argentino, quizá lo que escuchaba O.T.C. cuando se perdió en el desierto. Por cierto aquella tarde mientras cargaban el cajón, alguien dijo: -como ese entierro sólo el de Chacalón-

Más allá un hombre me preguntó si la persona a la que agradecían tanto los familiares era Eloy Cacya, le dije que sí, el mismo; le pregunto ¿por qué?, me responde que hace un año su hijo se perdió en la ciudad y que fue a ese cementerio sólo para pedir a Eloy el favor de “encontrarlo”

La mesa es chica por eso cada quien tiene un pan con queso en una mano y en la otra sostiene el platillo con la taza. Eloy ha venido a otros asuntos pero no puedo evitar preguntarle detalles de la búsqueda y hallazgo de O.T.C. Es un simple par de preguntas que me inquietan, como en qué momento se da cuenta que está rastreando la muerte y no una persona extraviada, y si su eficiencia es parte de un entrenamiento especial; algo que le preguntaría cualquier común mortal.

Entonces pienso que saldrá con el consabido hermetismo de un agente de la Divincri, pero no. Eloy termina de engullir el bollo remojado en té y comienza a narrar su propia versión de cómo habría sido aquella sofocante, extenuante pero sobre todo colosal peregrinación sin norte de O.T.C. coronada por la muerte.

Cuando uno camina por kilómetros, se reserva el exasperante ejercicio de hablar. El guía profesionalizado en Huaráz, hijo ilustre de Pinchollo, tiene una sabiduría resultante de horas de caminata en nevados, montañas, estepa y valle. Sin embargo es un excelente contador de historias y oportuno anecdotista.

Con lo que Eloy nos cuenta, el acto de comer un rico bollo con queso, se convierte, indefectiblemente, en una maniobra mecánica sin importancia ni fin supremo. Eloy bate la mano en la que carga el pan, lentamente, como dirigiendo una orquesta de paquidermos, como si hablara a dos niños sobre ballenas varadas en la puerta de la casa. Una insólita historia de supervivencia.

No tengo más que un pedazo de pan a medio comer en una mano y un mate de manzanilla equilibrando en la otra y tengo que escribir una crónica sobre técnicas de supervivencia, el caso O.T.C.  o sus últimos minutos (Revista El Búho, por supuesto, más periodismo!). Entonces pienso que la historia de Eloy podría servirme mucho, podría ser el núcleo de mi nota, pero no apunto nada… quizá apuntar se convierta en otra maniobra mecánica sin importancia ni fin supremo.

Eloy continúa narrando: entonces vi moscas, luego gallinazos, él rodó, su fuerza no se agotó fácilmente, bajó sentado un cerro empinado, lleno de piedras, luego subió a otro cerro porque oyó el helicóptero. Llegué hasta el lugar, ahí lo vi… Con un pedazo de pan colgando en la comisura de la boca,  pregunto a Eloy si podemos encontrarnos al día siguiente para que vuelva a contarme su increíble narración, su respuesta es “Claro, cómo no”…

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Mi vieja no metía golpe http://localhost:8000/elbuho/2013/05/13/mi-vieja-no-metia-golpe/ http://localhost:8000/elbuho/2013/05/13/mi-vieja-no-metia-golpe/#respond Mon, 13 May 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=3828 Mi vieja no metía golpe, pellizcaba la pantorrilla sin despertar la curiosidad del resto, mientras uno veía dibujos animados, convencido de que así sería toda la vida. Es que nunca le gustó avergonzarnos en público. Toda una dama. Siempre creyó que la penitencia de un niño era muy importante en su desarrollo, quizá más que la […]

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columna al chancho

Mi vieja no metía golpe, pellizcaba la pantorrilla sin despertar la curiosidad del resto, mientras uno veía dibujos animados, convencido de que así sería toda la vida. Es que nunca le gustó avergonzarnos en público. Toda una dama. Siempre creyó que la penitencia de un niño era muy importante en su desarrollo, quizá más que la sopa de sémola, la quinua con guiso de carne y la caigua rellena o el estofado sin jugo. Ah, y las torrejas de verdura que más parecían corteza de molle o un pedazo de tecnopor. Disculpa Wacauña*, pero lo tuyo siempre fue el colegio y repetir los versos de Vallejo.

Mi vieja no era de lisuras, no sabía silbar. En aquellas cuatro oportunidades en que mi hermano y yo nos rompimos más de un hueso (fractura de cúbito y radio del brazo izquierdo, semifractura de las dos clavículas, semifractura de la tibia derecha, dos veces) nunca dijo:

-muchachito e´ mierda, cuántas veces te dije que no te cuelgues de los Enatrus carajo…- o

-mojón del diablo, y no pudiste saltar cuando ese arquero recsm salió a plancharte las patas?-

No. Mi vieja solo se sentó a un lado y lloró como la virgen al ver el cuerpo deformado de sus angelitos, que arrugaban la cara cuando el taxi montaba un rompemuelles o saltaba un bache. Estaba muy temerosa de que tras la recuperación no volviéramos a ser los mismos y quedáramos rengos, con tembladera y hasta medio retrasados. No fue tanto así. Aunque al parecer, los golpes de la vida aplicaron una fórmula inversa en nuestras vidas y nos volvimos desconsiderados. Como hubiéramos dicho a los 17 “una shit”

Una tarde del año 2000 mi hermano y yo volvimos a casa con el ánimo de un apostador primerizo, como si hubiéramos enterrado un cadáver en un lugar evidente. La casa olía a pollo y ron. Mi vieja había preparado para ese histórico día un pollo al ron que era una de las pocas cosas le salían perfectamente bien.

Mi viejo, sentado en un brazo del sillón, se rascaba la rodilla al tiempo que saludaba. Ella no dijo nada. Tenía puesto un par de lentes muy oscuros; dizque alguien le había dicho que ésa era la forma correcta de ver la televisión si no quería quedar ciega a los cincuenta. También le dijeron que el mundo había cambiado mucho y que la juventud se estaba perdiendo y que ya no se podía confiar ni en su sombra.

Dicen que entre madres e hijos hay una extraña pero sólida conexión. Un presentimiento que permite a ambos identificar una pena. Quizá.

-Hay pollo al ron en el horno- dijo ella sentada exactamente como Sharon Stone cuando era  interrogada por Michael Douglas en “Bajos instintos” (Paul Verhoeven, 1992). Claro que mi vieja sí vieja llevaba ropa interior, pero no desbarató el cruce de piernas,

hasta que prendió el televisor

y puso los resultados del examen de admisión

en el que mi hermano iba a Administración y yo a Derecho, sí.

Ni uno ni otro. El hueveo nos desvió del supremo cometido de estudiar una carrera universitaria. El hueveo, la pichanga vespertina y el relajo inherente a la edad.

Mi vieja se quitó los lentes y con rostro de: “a dónde irá a dar esta mata” se metió a su cuarto. Nosotros nos zampamos el pollo al ron, huesos y todo, porque la práctica del azar despierta el vértigo y el apetito. a), b), c), d), e), N.A)

Ayer fui a verla. Le regalé una caja de jaboncillos naturales y un álbum de fotos: el mar, el único nieto, la familia, los alumnos, sus hijos. Cuando al fin estuvimos solos me invitó una pera. Yo comía mientras ella llenaba su crucigrama de los domingos.

-¿estás tomando desayuno?…-, Ese día no. La conexión.

*Wacauña significa cría de vaca. De donde es mi vieja (Checacupe-Cusco) el término se usa para llamar a la gente tonta. Pero ella no es tonta, todo lo contrario. Por eso le digo así de cariño.

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El fotógrafo penitente http://localhost:8000/elbuho/2013/04/29/el-fotografo-penitente/ http://localhost:8000/elbuho/2013/04/29/el-fotografo-penitente/#respond Mon, 29 Apr 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=3731   “Íbamos a vivir toda a vida juntos. Íbamos a morir toda la muerte juntos” (Manuel Scorza) El trabajo de muchos fotógrafos –no me refiero a aquellos que no enfocan más allá de las paredes del estudio ni mucho menos a los apasionados que atesoran el mueble y alardean- es captar la realidad incoherente, a […]

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fotografo penitente

 

“Íbamos a vivir toda a vida juntos.

Íbamos a morir toda la muerte juntos”

(Manuel Scorza)

El trabajo de muchos fotógrafos –no me refiero a aquellos que no enfocan más allá de las paredes del estudio ni mucho menos a los apasionados que atesoran el mueble y alardean- es captar la realidad incoherente, a veces incómoda, otras fuera del común o tan común en tanto que cotidiana. Hace unos días conversaba con D. un reportero gráfico de cautivante ojo poético. D. me contaba, con gesto de haberse burlado del mundo, sobre las imágenes que hubo de captar días, semanas, meses y años atrás, cuando se andaba el Cono Norte o las calles de la ciudad, con el complaciente y casi adictivo vértigo de quien narra su primera hazaña sexual a la patota del colegio.

-Y entonces, y entonces…- Ojos bien abiertos y las manos reforzando con mohines voladores lo dicho…

“Había un discapacitado atorado en su silla de ruedas, hasta que llegó un ciego y lo empujó”, luego “Vargas Llosa fue de incógnito a comprar antigüedades, y el tío que vendía le dijo que tenía objetos que le pertenecían a Mario, desde cuando era chiquito”, luego “unas tías que jugaban fútbol en el hueco donde cayó ese avión hace años”… Si todo parece un cuento que luego de una mirada sigue pareciendo inverosímil.

Cuando conocí a Fokus en un parque limeño, el ambiente fue inmejorable; de un cordel pendían decenas de fotos urbanas que parecían armadas. Nada más natural: Un hombre vestido de mujer besando a una verdadera, al parecer su esposa, mientras sostenía una bolsa de caramelos que, asumo, debía desaparecer para llevar algo a casa. Una imagen tan común en tanto que cotidiana pero difícil de creer. Para morderse el puño y llorar (por la coincidencia del fotógrafo en el lugar preciso a la hora en que sucedía y generar el registro que guarda más de una lectura).

A veces la realidad supera a la aplastante ficción y eso, para los fotógrafos que aman la calle, es ventajoso. Entonces que nadie le cuente lo contrario, no hay “chamba es chamba” para los que saben qué es llevarse a casa la imagen de una mujer recogiendo pescado bajo una lluvia del demonio. Otra mujer rezando en el pecho de un policía mientras es desalojada o dos pescadores mirando el norte con la red completamente vacía, la lista es larga y los autores, innumerables.

Sin embargo el caso de Angelo Merendino y su esposa Jennifer es diferente, por lo menos así lo creo. Angelo es el primer fotógrafo penitente del que he sabido. Como miles en el universo fotográfico, volvió la mirada al tema de la muerte para sugerir múltiples lecturas o qué sé yo, pero como ningún otro se atrevió (o resignó) a coger como entraña de una muestra íntima a su propia compañera, a quien después 5 meses de casados le diagnosticaron cáncer de mama y a partir de entonces fotografió sin parar, como la enfermedad tampoco lo hizo, no paró hasta llevarse a su Jennifer.

La serie comienza con una fotografía de ambos bebiendo cervezas en la puerta de su casa. Una fotografía común en la que Jennifer se ve saludable, con una mirada que permite reflejar el amor por Angelo y por la vida, en ese orden.

Sin embargo las siguientes imágenes muestran el deterioro que sufre Jenny. Conectada a cánulas, sin cabello y con gesto que evidencia su estado. No se trata de fotos que solo pretendían ser un registro sino de un registro sobre la muerte contra la que luchó Jennifer por 5 años. Inicialmente, Angelo solo mostraría las imágenes a su familia, pero fue una petición de Jennifer, al ver que perdía la batalla, compartirlas.

Angelo publicó “My Wife’s Fight With Breast Cancer”a través de redes sociales  y su página web, según él, con el objetivo de que las personas entiendan el dolor que sufren todos los enfermos de cáncer.

“Mis fotografías muestran la vida cotidiana. Ellas humanizan el rostro de cáncer, en la cara de mi esposa. Muestran el reto, la dificultad, el miedo, la tristeza y la soledad que enfrentamos, que Jennifer se enfrentó, mientras luchaba con esta enfermedad. Pero lo más importante de todo, mostrar nuestro amor. Estas fotografías no nos definen, sino que somos nosotros”

Un fotógrafo penitente cuya única complacencia fue pelear codo a codo con Jennifer a pesar de la dolorosa obviedad.

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La increíble historia del Doctor Negrón http://localhost:8000/elbuho/2013/04/15/la-increible-historia-del-doctor-negron/ http://localhost:8000/elbuho/2013/04/15/la-increible-historia-del-doctor-negron/#respond Mon, 15 Apr 2013 00:00:00 +0000 http://localhost:8000/elbuho/?p=3636 Una veta de sangre en el pozo del wáter anunció la ruptura de la fuente. Eran las cuatro de la tarde en el pueblo de Checacupe. Había dejado de llover pero Mery Aleja, que en realidad hubiera preferido llamarse Margiana, sentía que un centellón revoloteaba en su vientre. Se trataba de su primer hijo, ya […]

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doctor negrón-columna

Una veta de sangre en el pozo del wáter anunció la ruptura de la fuente. Eran las cuatro de la tarde en el pueblo de Checacupe. Había dejado de llover pero Mery Aleja, que en realidad hubiera preferido llamarse Margiana, sentía que un centellón revoloteaba en su vientre. Se trataba de su primer hijo, ya en camino, mejor dicho, a punto de pisarlo, lo cual dejaba a la primeriza un estrecho margen de tiempo para prepararse ante el inminente alumbramiento.

Es diciembre de 1980, Checacupe es un pueblo en la provincia de Canchis, departamento de Cusco, donde por entonces, algunos pobladores creían que los afrodescendientes eran personas que habían sufrido una terrible chamuscada. Es un pueblo atrasado y de escasos servicios, con comisaría y posta, eso sí, pero sin doctores ni ambulancia. El único responsable al frente es Pepe, a quien por entonces llamaban “El sanitario”, un brusco empírico que con la técnica del rodillazo descendente hubo de ayudar en el alumbramiento de más de una (en casos como este, la palabra ayuda se convierte en una voz ambigua, muy ambigua, traumáticamente ambigua).

“Yo sentía una bola por las costillas” recuerda Mery Aleja, pensó también que algo andaba mal a pesar que el sanitario le dijo que la bola, es decir la cabeza del niño, ya bajaría. Pero eso no sucedía.

Sin embargo Pepe, no era el único que asistía partos. Aquella tarde también estuvo presente doña Mauricia, la única parturienta de conocido éxito –relativo éxito conocido- de quien se decía, sanaba heridas, recomponía fracturas expuestas y curaba extrañas enfermedades, pero sobre todo, como experta comadrona, traía a los niños DE PIE.

65 partos podálicos en su haber, fueron suficiente capital para comprar la fe de todo un pueblo, menos la de Mery Aleja quien se resistió a la mágica destreza de la comadrona pero tanto más al rodillazo descendiente del sanitario Pepe, por lo que abandonó la casa y siguió el camino empedrado rumbo a la plaza, en busca de un camión que la llevara hasta Sicuani, a 45 minutos de viaje, sin saber que, por las características, todo indicaba que su hijo nacería de pie.

Con un poncho y unas pantuflas, la espera de Mery Aleja se alargó ahondando su incertidumbre y convirtiendo a la mujer en un manojo de nervios y pujos, llanto y dramáticos pensamientos; es que por ahí los camiones eran noticia de rara frecuencia, casi una novedad. Su desesperación se exteriorizó de modo tal que pronto los policías arrimaron el hombro. Tumbaron un colchón en el piso de la comisaría y arroparon a la primeriza con una frazada.

En tanto, doña Mauricia trataba de convencerla de alumbrar ahí mismo con el mismo vigor con el que  el sanitario aseguraba que la escena no comportaba mayor preocupación ya que se trataba de un parto más. Estaba equivocado.

“tu hijo va a nacer de pie… si te vas, la wawa se viene en San Pablo” dijo la comadrona, asida a su inseparable maletín de médico y sin dejar que la bola de coca se moviera de su boca o le dificultara el habla.

Pero Mery Aleja, siente la cabeza del niño ascender con firmeza por su pecho, apretando sus costillas. El sanitario no tenía un plan, la enfermera empezaba a creer en las predicciones de la comadrona pero a su vez se le ocurría que aquello se perfilaba como otro caso idóneo para aplicar la cavernaria técnica del rodillazo descendente: mucha fuerza, poca concentración.

Había comenzado a oscurecer cuando las providenciales luces de un camión de la empresa “San Cristóbal” irrumpieron en la plaza de Checacupe. “El loco”, como así llamaban al chofer, se detuvo porque los policías lo obligaron. Mery Aleja se acomodó en el asiento del copiloto. Al ver su sobresaliente panza, a pesar del poncho, el loco taconeó el pedal de aceleración hasta Sicuani. Cristina, la madre de Mery Aleja, Salomé, su hermana, el sanitario y la enfermera, creyeron que durante el viaje solo los pujos de la primeriza los turbarían y moverían a tratar vanamente de amainar el enrevesado momento. Estaban equivocados.

El latón con ruedas estaba preñado de muchos pobladores que tenían como destino pueblos que precedían a Sicuani, sin embargo el loco no paró porque había entendido que aquel 29 de diciembre la consigna era llegar o morir. Y precisamente cuando muchos pensaban que una u otra cosa ocurriría, Cristina gritó: ¡Pepe, la tripa de mi hija se ha salido!

Una pieza húmeda y viscosa asomó por la vagina de Mery Aleja, que contendía sin tener certeza de nada. Cristina cogió con cuidado lo que pensó sería la entraña de su hija, salida de tanto pujo y pujo. Sin embargo, en cuestión de segundos, el sanitario descubrió que aquella supuesta tripa no era más que la pierna derecha del niño, que entraba en cada respiro y volvía a aparecer a la vuelta del pujo.

Tal como dijo la comadrona, el niño empezó a salir en San Pablo. Cristina tomó la diminuta pierna de su nieto como una pieza de cristalería mientras el loco templaba el zapato sobre el acelerador y las latas del camión chirriaban como una tiza sobre el pizarrón. El viento entraba por las ventanas averiadas cacheteando los rostros de los pasajeros que no se inmutaron con el frío.

Todos los tripulantes mordían sus ropas cuando a las siete de la noche el camión ingresó a Sicuani, era llegar o morir, todos lo sabían, también el loco por lo que metros antes de pasar por la comisaría, quitó medio cuerpo del armatoste con ruedas y al tiempo que tocaba la bocina gritó  -¡emergencia, estoy llevando una emergencia!-

El niño fue sacado con fórceps en el hospital de Sicuani, era pequeño y, como alguna vez contó su padre, del color de un teléfono antiguo (vieja historia), quizá por eso la abuela lo llamó “Doctor Negrón”.

No lloró con el primer ni segundo ni tercer golpe, por la aventura que precedió a su alumbramiento, quizá para algunos habría sido lógico pensar que el niño podría haber llegado muerto. Sin embargo los doctores lograron sacarle el líquido que había tragado y por fin gritó. Era la noche del 29 de diciembre de 1980.

El que se llevó los honores fue el sanitario Pepe, el del rodillazo descendente, un convidado de piedra que se encargó de contar la historia completa que, desde luego, no es la que están leyendo, como si él fuera todos los personajes. Aún así, fue quien encabezó el brindis por la vida, la providencia o la suerte, con una botella de champán barato que Cristina mandó comprar.  En otro ambiente del hospital las enfermeras sacaban los últimos restos de placenta del cuerpo de Mery Aleja, feliz de haber alumbrado a su primer hijo sin necesidad del rodillazo descendente en una comisaría o a mitad de camino.

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