Este cuento es la segunda publicación de la Sección Nuevos Narradores Arequipeños, la cual se publicará todos los domingos por El Búho.
Por: Martha Leticia Salas (*)
—¿Compraste los clavos que te dije? —susurró la mujer.
—Sí, no es necesario que me hables de esa manera, no tiene nada extraño comprar clavos.
—No me trates como si fuera una idiota.
—Relájate, por favor.
—No puedo, háblame, cuéntame algo que me distraiga.
—Una de tus vecinas cree que dormimos juntos.
—¿Solo por verte salir de mi cuarto hoy en la mañana?
—Claro, no es usual en ti.
—¿Cuál? ¿Esa rubia que tiene cara de plato?
—Sí —sonrió.
—Es una hueca, por suerte después de esto no volveré a verla.
—Ni a todo el piso, si sale bien.
—No lo menciones— susurró.
—Tienes razón, perdón. Ahora cuéntame algo tú.
—¿Ella te gusta?
—¿Quién?
—Ella, de la que hablábamos hace menos de un minuto.
—No, solo me pareció simpática, pero no tendría nada con ella si existiera la oportunidad.
—¿Con quién sí tendrías algo?
—Con alguien relacionada a la causa… Tú, por ejemplo.
—No estoy de ganas para tus bromas.
—Esta bien, actúa normal, ya pagaremos—. El hombre dejó la canasta de las compras en el mostrador.
—Buenas tardes— saludó la cajera.
—Buenas tardes— respondió la mujer.
—¿Cómo estás? —preguntó el hombre.
—¿Efectivo o tarjeta?—, continuó la cajera, pasando los productos por la maquina.
—Tarjeta.
—Efectivo, amor ¿no te acuerdas que aún no nos depositan?—, interrumpió el hombre.
—Sí, perdón. ¡Lo había olvidado!
—Ninguno de estos productos esta en oferta, ¿lo llevará todo? —preguntó la cajera extrañada por la cantidad de paquetes.
—Eso no debería importarte —respondió la mujer.
—Sí, lo sabemos—, interrumpió de nuevo el hombre —Le estamos construyendo una casa en el árbol a nuestro hijo, su cumpleaños es en un par de días, ya sabes cómo son los niños cuando no se cumplen las promesas.
—Dígamelo a mí, tengo tres hermanos menores. Sale en total ochenta y seis con treinta.
— Gracias— alcanzando los billetes.
La cajera le frunce el ceño a la mujer mientras mete los productos a las bolsas. La mujer levanta una bolsa.
—No, amor, no hagas fuerzas, le hará daño al bebé. —Recibe las bolsas, se dirige a la cajera, hablando bajo.—. Por eso está de tan mal humor. Espero que tengas un buen día.
—Igualmente. Gracias.
El hombre y la mujer se alejan de la cajera.
—¿No te han dicho que tienes que actuar natural?
—Sí, pero en estas situaciones es imposible — suspira—, ¿tienes la olla y lo demás en el auto, ¿verdad?
—Todo esta listo.
—Genial. Si todo sale bien, vendremos a volar este lugarcito después.
(*) La autora del cuento fue seleccionada para la serie Nuevos Narradores Arequipeños por nuestro colaborador Willard Díaz.
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