Sobre Brayan Apaza: trabajo ganador de la categoría Crónica en el XII Concurso Literario “El Búho”

"A fines del 2022 volvieron a la ciudad de Juliaca para pasar allí las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Además, el 24 de diciembre era el cumpleaños de Brayan y a él le gustaban las reuniones familiares. Celebraron junto a sus hermanos mayores y en esos días Asunta lo vió como él quería ser: grande"

- Publicidad -

Luego de conocidos los resultados oficiales del XII Concurso Literario El Búho, resultaron premiados un trabajo ganador y tres menciones honrosas en la categoría Crónica. En este caso se trata de una periodista nacida en Apurímac, Alba Rivas Medina.

Los jurados de la categoría fueron los escritores Marco Avilés y Willard Díaz, y la promotora cultural, Ángela Delgado Valdivia. La ganadora se llevo también un premio pecuniario de 3 mil soles, gracias al auspicio de Kallpa Generación.

Sobre la autora de la crónica

Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco y una maestría en Escritura Creativa en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

Es periodista freelance. Cubre desigualdad, conflictos sociales y derechos humanos en el sur andino del Perú.

Ha publicado en medios como Distintas Latitudes y La Desvelada (México); y republicado en Internazionale (Italia). Es parte de la Red Regional del medio peruano OjoPúblico, para el que usualmente escribe.

Trabajo ganador: Brayan Apaza ya no está en la selva ni vestirá un uniforme verde

El 9 de enero de 2023, en el contexto de las protestas contra el gobierno peruano, la policía reprimió y asesinó a dieciocho civiles en la ciudad de Juliaca, en la región Puno. Uno de ellos era Brayan Apaza Jumpiri, el más joven de todos. Sólo unas semanas antes, el 24 de diciembre, había cumplido quince años. Trabajaba para ayudar a su madre y estudiaba. Quería entrar al cuartel y luego ser policía. Tras recibir un disparo en la cabeza, en el centro de la ciudad, estuvo en coma durante tres días. Murió el jueves 12, el mismo día en que los que fallecieron el 9 eran enterrados. Este texto cuenta la historia de su madre, su relación con ella y las cosas que soñaba ser y hacer.

En Juliaca, a tres mil ochocientos metros sobre el nivel del mar, sobre una extensa pampa en la periferia de la ciudad, la familia Apaza Jumpiri construyó una casa de un piso con ladrillos de concreto. Allí vivían Asunta Jumpiri, su esposo y sus dos hijos menores; Brayan, de dieciséis y A., de nueve. En el patio pequeño al que dan las puertas de las habitaciones, sobre una de las paredes, ha quedado una inscripción en spray negro que dice “TE AMO MAMA”.
— ¿Quién ha escrito eso?—, le preguntaba Asunta a Brayan— ¿tú has escrito?
—No— le respondía él, mientras le daba la espalda y dejaba ver una sonrisa de complicidad que le
decía lo contrario.

De espaldas a esa inscripción, sentada sobre una silla de metal, Asunta se extiende varias horas para contar su historia. Todos los hijos son especiales. Brayan lo era. Con él trabajaba y estudiaba, compartían sus sueños, sus formas de demostrarse amor.

Foto: Alba Rivas

Asunta Jumpiri nació en una comunidad rural de Juliaca en 1985. No conoció a su papá y fue criada por su madre y por su abuela. De esos años recuerda el campo, la falta de dinero y haber empezado a trabajar antes de los nueve. Iba a chacras ajenas a cultivar los sembríos o cuidaba a niños más pequeños que ella a cambio de un poco de papa, maíz o víveres. Fue a la escuela el primer año de primaria de manera intermitente. Recuerda en particular un cuaderno. Escribía allí con un lápiz para poder borrar lo escrito cuando se acabaran las hojas. Recuerda también a un profesor que le sacaba de clases porque no tenía útiles escolares y, entonces, ella se quedaba observando su escuela desde fuera, desde la puerta. Otras veces el profesor le hacía pasar a la pizarra para escribir y, como ella no sabía, le pegaba.

—Yo no sabía escribir porque yo era aymara legítima, pero el profesor nos enseñaba en castellano.

Dejó la escuela por miedo y se fue a la ciudad a trabajar. A veces le pagaban y a veces no; pero casi siempre la trataban mal o no le pagaban completo. Luego se fue a la selva de Puno, allí tuvo a su primer hijo antes de los trece años y conoció a su esposo mientras trabajaba cultivando y desyerbando chacras de cacao y café. Todo eso, todo, le había contado a Brayan.

—A él le contaba mi vida, mi historia. Cómo he sufrido, cómo he trabajado para la gente. Y por ese motivo él quería estudiar. Quería estudiar para entrar después al cuartel y luego, llegando a sus 18 años, él quería ser policía. Decía que así me iba a hacer respetar.

Brayan también le animó a volver a estudiar para que aprendiese a leer.

—Siempre me decía “pero ahora estudia, mamá”; “mamá, hay CEBA”; “mamá, inscríbete”. Y en el CEBA me he inscrito. A veces él me acompañaba porque era noche, hasta las ocho de la noche.

Hasta antes de la pandemia, la familia vivía en Juliaca. Brayan estudiaba de día y Asunta, de noche. Durante el día ella trabajaba en una fábrica de papas procesadas, embolsándolas.

Le pagaban dos soles con cincuenta céntimos por cada 50 bolsas. Si lograba embolsar 500 unidades podía ganar veinticinco soles. Por eso, casi siempre Brayan le ayudaba en la fábrica después de la escuela, durante la tarde. Pero la fábrica cerró por la pandemia y ellos tuvieron que irse a trabajar a la selva. Asunta cosechaba café y Brayan desyerbaba, o él cosechaba y ella cargaba. En las mañanas, Brayan se conectaba a sus clases virtuales. Dice su madre que él estaba ansioso por ser mayor de edad. “Yo puedo ser grande y ya te puedo ayudar”, le decía.

—Él sabía querer crecer más rápido.

A fines del 2022 volvieron a la ciudad de Juliaca para pasar allí las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Además, el 24 de diciembre era el cumpleaños de Brayan y a él le gustaban las reuniones familiares. Celebraron junto a sus hermanos mayores y en esos días Asunta lo vió como él quería ser: grande.

—En esos días he mirado a mi hijo. Ya había crecido alto y yo he pensado “él quería ser grande, ahora ya está grande, joven”. Yo le había quedado hasta aquí no más a mi hijo, hasta su hombro, y yo me sentía feliz.

El día martes 10 se iban a ir a la selva de Puno, a retomar su trabajo. El 9 en la mañana, el mismo día en que recibió el impacto de una bala, Brayan alistó su mochila para partir a la selva. Pantalones, trusas, polos, poleras, ropa liviana. Está allí, en su cuarto en un rinconcito, esperando que sus manos la alcen.

El 9 de enero por la tarde Asunta y sus dos hijos menores caminaron hacia el centro de Juliaca para acompañar a la mayor de las hijas a hacerse un control de embarazo. Brayan quería saber si tendría una sobrina o un sobrino. Fueron a una clínica y, tras el control, hacia las seis de la tarde, se despidieron. Sin embargo, antes de irse Brayan le insistió a su madre que lo dejara ir al internet.

—Mamá, un ratito voy a entrar al internet, si mañana ya nos vamos a ir, ya están listos nuestros bultos para llevar y mañana nos vamos a ir, entonces hoy día déjame entrar al internet, solo media hora mamá.

Asunta aceptó. Él no tenía celular, entonces quedaron en encontrarse en la intersección de las calles Moquegua con Túpac Amaru. “Allí me vas a esperar”, le dijo su hijo. Asunta esperó, pero Brayan no llegó. Se extrañó porque él siempre cumplía su palabra, su hora de llegada. Como estaba con su hijo más pequeño, de nueve años, decidió volver a su casa y esperarlo allí. Llegó mientras el ruido del cacerolazo resonaba en la pampa, era una forma de protesta de los ciudadanos de Juliaca por los muertos y heridos de ese día. Al rato llegó uno de sus hijos mayores y tras unos minutos recibió una llamada de uno de sus amigos. ¿Dónde está tu hermano?, le preguntó. Luego le explicó que había un video circulando en Facebook: parecía ser Brayan el que recibía un disparo en el centro de la ciudad.

Asunta sacó la casaca de Brayan, pensando en encontrarlo bien, abrigarlo, volver juntos, y salió de su casa hacia el hospital. Brayan ingresó al Hospital Carlos Monge Medrano de Juliaca con el diagnóstico de traumatismo encéfalo craneano grave provocado por un proyectil de arma de fuego (PAF). Estuvo en coma durante tres días y, en todo ese tiempo, su madre no se movió del lugar. Por momentos le dejaban entrar a la Unidad de Cuidados Intensivos para verlo, pero a veces debían dejarla fuera y ella se quedaba allí, viéndolo desde la puerta, sujetando la casaca que le había llevado.

Cuando estaba cerca a Brayan le agarraba las manos, le preguntaba qué le había pasado, le interrogaba sobre qué haría ella si él no vivía. Hubo una madrugada en que escuchó que la llamaba. “Má, má, má”, le decía. Pero era sólo la voz resonando en su cabeza. El día miércoles despertó e intentó arrancarse los equipos médicos que le invadían el cuerpo. Abrió los ojos, miró a su madre y unas lágrimas le cayeron mientras la miraba. Unos dos minutos, tal vez, luego se durmió de nuevo y ya no volvió a despertar.

En las semanas y los meses siguientes Asunta Jumpiri buscó a su hijo. Gritaba por las calles preguntando dónde estaba, lo veía en otras caras, en otros cuerpos, lo reconocía desde lejos en jóvenes parecidos a él y cuando se acercaba lo suficiente a ellos se desilusionaba. Cuando veía a policías en las calles miraba a Brayan vistiendo esos mismos uniformes, pero sentía rabia. Tal vez sería así en el futuro, cuando fuera lo que soñaba. Si sus ruegos hubieran funcionado, si el dolor podría compartirse, si él la hubiera escuchado y -como siempre- le hubiera hecho caso, tal vez hubiera despertado. Ella lo habría abrigado con la casaca que le llevó, se habrían ido a casa, habrían cogido las mochilas listas, habrían viajado a la selva.

A veces Asunta piensa que Brayan está allí, en la selva. Con ropa ligera en los mismos campos en los que trabajaban, bajo el sol intenso, cultivando y cosechando café, ya feliz porque es grande y pronto cumplirá dieciocho, ya feliz porque pronto será policía. Entonces hará respetar a su madre para que nunca nadie más pase por encima de ella, ni de los peruanos como ella.

El Búho, síguenos también en nuestras redes sociales:  

Búscanos en FacebookTwitterInstagram y además en YouTube.

Autor

  • Semanario El Búho

    Las notas publicadas por “Semanario El Búho” fueron elaboradas por miembros de nuestra redacción bajo la supervisión del equipo editorial. Conozca más en https://elbuho.pe/quienes-somos/.

Suscríbete a La Portada

Recomendación: Antes de iniciar la suscripción te invitamos a añadir a tu lista de contactos el correo electrónico [email protected], para garantizar que el mensaje de confirmación de registro no se envíe a la carpeta de correo no deseado o spam.
- Publicidad -

Artículos relacionados

Últimas noticias