A fines de agosto de 1884 se fueron los soldados chilenos del territorio nacional (del que quisieron dejarnos, porque se quedaron en posesiĂłn de Tacna, Arica y Tarapacá); y el paĂs quedĂł convertido en un infierno: pobreza y dolor generalizados por la guerra. Agravando la situaciĂłn, se disputaban la legitimidad del poder dos gobiernos: el de los “azules” del general Iglesias, que habĂa firmado el Tratado de AncĂłn y mandaba desde Lima; y el de los del “KepĂ rojo” del general AndrĂ©s Avelino Cáceres que, teniendo su centro en Arequipa, deambulaba por la sierra del sur y del centro.
El 27 de agosto de 1884, Cáceres y una raleada fuerza, atacĂł la plaza iglesista de Lima, pero fue derrotado. Reorganizando e incrementando sus huestes, vino el valiente de la Breña de Lima a Chincha, a Pisco, a Ayacucho, a ApurĂmac, a Cusco; y finalmente, a Arequipa, donde apoteĂłsicamente entrĂł el 1Âş de octubre de 1884. La guerra civil estaba declarada: Iglesias en Lima alistaba sus fuerzas para derrotar definitivamente a Cáceres y a los arequipeños que lo sostenĂan. El “Brujo de los Andes” hizo gobierno por medio año al pie del Misti, con ministros, edecanes, palacio y resoluciones, preparándose para asaltar Lima. Los seis meses del gobierno de Cáceres en Arequipa tambiĂ©n valieron para que los mistianos y el valiente general cimentaran afectos polĂticos.
Aunque digan que “las despedidas son tristes”, Arequipa despidiĂł con gran alegrĂa al general Cáceres y sus fuerzas cuando decidiĂł salir en campaña sobre Lima. La salida del caudillo se produjo al mediodĂa del jueves 26 de marzo de 1885, en medio de una fervorosa procesiĂłn cĂvica. Vitoreándolo, lo acompañó desde “Palacio de Gobierno” (presumiblemente ubicado en la segunda cuadra de San Francisco, donde hasta funcionĂł la Prefectura) hasta la estaciĂłn ferrocarrilera.
Aquel dĂa circulĂł en hojas sueltas la siguiente proclama de Cáceres: “El presidente provisorio de la RepĂşblica, al departamento de Arequipa. Arequipeños: el empecinado enemigo, ya lo sabĂ©is, se ha negado a la conciliaciĂłn que le proponĂa mi gobierno, inspirado en los naturales sentimientos de paz y de confraternidad. Marcho pues, a llamar al enemigo, al campo de la lucha armada, donde me ha lanzado con su obstinada negativa; aunque con el corazĂłn adolorido y protestando contra la ambiciĂłn de un cĂrculo criminal, que no da un solo paso por economizar sangre peruana.
Una vez conseguida la victoria que merecemos por nuestros nobles propĂłsitos, me retirarĂ© a mi hogar con la satisfacciĂłn de haber contribuido a la salvaciĂłn de la RepĂşblica y sus leyes. Pueblos del Departamento de Arequipa: al emprender la campaña en que debe desligarse el PerĂş de sus pasadas y presentes desventuras, confĂo en que sabrĂ©is perseverar en las filas del deber y sostener hasta lo Ăşltimo la santa causa a la que habĂ©is prestado el poderoso concurso de vuestro patriotismo y cĂvicas virtudes.
Mientras tanto, haré de mi parte aún el sacrificio de mi vida, por cumplir la palabra empeñada tantas veces con la Nació; y corresponderé dignamente a vuestras esperanzas. Vuestro compatriota y amigo. Andrés A. Cáceres”. Cáceres marchó sobre Lima y en combates del 29 y 30 de noviembre de 1885 derrotó a los iglesistas. Con esa victoria posibilitó su acceso al poder unificado del Perú que asumió el 3 de junio de 1886.
A propĂłsito de las magnĂficas relaciones y correspondencia entre AndrĂ©s Avelino Cáceres y el pueblo de Arequipa, despuĂ©s de la guerra con Chile, la proclama anterior constituye todo un certificado de patriotismo y civismo que el “Brujo de los Andes” extendiĂł al pueblo de Arequipa por su actuaciĂłn antes, en y despuĂ©s de la guerra con Chile. No olvidemos que el general AndrĂ©s Avelino Cáceres se ganĂł en el campo de innumerables batallas contra los chilenos, la autoridad patriĂłtica y moral para otorgar tan importante certificado a favor de la actuaciĂłn del pueblo de Arequipa en la guerra con Chile; y no como algunos militares y fementidos historiadores de nuestros dĂas, que no han ganado ni analizado un solo juego de “guerra” en nintendo. Y se llenan la boca, con ignorancia, acusando de traiciĂłn al pueblo de Arequipa por aquel conflicto.
Además, el “Brujo de los Andes” fue el segundo vicepresidente del gobierno del arequipeño Francisco GarcĂa CalderĂłn (cautivo en Chile) y del inefable Lizardo Montero, quien, detentando el poder de ese gobierno en Arequipa como primer vicepresidente, huyĂł de nuestra ciudad dejando a su poblaciĂłn desguarnecida y a merced del enemigo que se aproximaba.
Juan Guillermo Carpio Muñoz.
Texao. Arequipa y Mostajo. La historia de un Pueblo y un Hombre.
Tomo III. Pág. 27
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