Lo certero es que los tranvías han sido una inspiración en el imaginario de las ciudades a lo largo del tiempo. Desde la aclamada pieza teatral de Tennessee Williams, Un tranvía llamado deseo, que luego se llevó al cine con Marlon Brando, hasta el “tranvía del amor”, nombre del poco afortunado tema del grupo boliviano Proyección.
Hace 5 décadas cualquier arequipeño podría haber repetido esa escena de “La mujer de mis pesadillas” en la que el protagonista socorre a una mujer asaltada, le ayuda a recoger sus pertenencias, le paga su pasaje en el tranvía y, luego, con el presentimiento de haber sido flechado, la ve alejarse en un vagón traqueteante. Cursilería perfectamente repetible en el portal de San Agustín, en el puente Grau, o en la avenida Bolognesi, hasta hace medio siglo, tiempo en el que desapareció la línea del tranvía verde que hacía la ruta hacia Miraflores, o la que iba a Yanahuara. Justamente esa línea era una de las favoritas del historiador Juan Guillermo Carpio Muñoz.
Él recuerda que cuando niño las disputas con sus contemporáneos eran para ver quién cambiaba de dirección al trole, esa pieza de metal que se conectaba a la red eléctrica. No había boletos sino pases que los usuarios compraban y les valía por todo un mes para subirse cuantas veces quisieran en cualquier línea de tranvía.
Sentarse en el último asiento con un libro y pasearse por las páginas mientras se recorría la ciudad, era un placer que estudiantes como Juan Guillermo podían disfrutar entonces.
Video y Texto: José Luis Márquez, difundido en el programa El Búho TV en octubre 2012
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