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Arequipa

Arequipa en la erupción del Huaynaputina y el terremoto de 1600

" Iban todos los sacerdotes descalzos, fue la procesión por todas las iglesias de Arequipa. Y luego salió otra procesión del Convento de Santo Domingo, sacando un Santísimo Cristo de la Expiración"

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Arequipa –por estar ubicada en una zona sísmica- ha soportado una serie de terremotos en su historia; me basta enumerar los más devastadores, que sucedieron en 1582 (22 de enero), en 1600 (19 de febrero), en 1604 (24 de noviembre), en 1687(20 de octubre), en 1784 (13 de mayo), en 1868 (13 de agosto), etc.

Entre estos movimientos sísmicos, ninguno tan memorable y dantesco como el que ocurrió en febrero de 1600 a propósito de la erupción del Huaynaputina que, con todos los graves sucesos naturales que ocurrieron, constituyeron un verdadero cataclismo (es la mayor erupción que ha ocurrido en América del Sur, de todas las que se tiene memoria). Para que se tenga una idea de su magnitud, reproduzco un fragmento de la vívida descripción que nos legara el soldado Pedro de Vivar, de este fenómeno.

Por supuesto que, también, en esa lejana oportunidad, los sacerdotes de Arequipa se encargaron de atemorizar a su grey como que estaban recibiendo un “castigo divino” por sus numerosos pecados, hasta hubo una comisión de cuatro autoridades para perseguir y castigar “a los pecadores”. La atemorizada población no sabía qué hacer para calmar “la ira divina” que los sacerdotes pregonaban y entonces, hubo muchísimas procesiones, confesiones, disciplinantes, limosnas, misas, bautizos, matrimonios religiosos de los amancebados, llantos, arrepentidos que pregonaban sus pecados en voz alta, etc.

Texto original

“A diez y ocho de febrero año de 1600, viernes a las nueve de la noche, comenzaron grandes temblores, que se alcanzaban unos a otros, hasta el sábado siguiente, a las seis de la tarde, temblaba tan reciamente, que la gente de Arequipa no se atrevía entrar en las casas, por temor de que se les cayesen encima.

Este mismo día pareciéndoles de juicio, temerosos; fueron por la gloriosa Santa Marta abogada de los temblores en aquella ciudad y la trajeron en procesión a la Iglesia Mayor, que al presente es Catedral de aquel Obispado, sábado a las seis referidos de la tarde, se turbó toda la región del aire, o cielo, con una nube muy oscura, y comenzó a llover arena muy menuda en gran cantidad, cosa que atemorizó a la gente semejante novedad nunca vista, ni imaginada; llovió hasta media noche de aquella arena blanca, y alguna parda; sesó (sic) algún tiempo, aunque poco.

Y volvió a llover con más furia hasta el domingo por la mañana, que amaneció el suelo cubierto con una cuarta de arena, y ceniza, hubo aquella noche grandes truenos, y relámpagos, que se alcanzaban los unos a los otros, los truenos roncos, nunca jamás oídos, toda la noche hubo grandes llantos, y alaridos de indios, españoles, mujeres, y niños pidiendo a Dios misericordia.

Con semejante tempestad un hermitaño (sic) que estaba en el desierto haciendo penitencia, se vino a guarecer a la ciudad el cual en esta terrible tribulación, andubo desnudo con un devoto Cristo en la mano, y en la otra una piedra dándose grandes golpes, visitando todas las iglesias y pidiendo a Dios misericordia y que se apiadase de aquella ciudad, iba tras del mucha gente, que no cabían las yglesias (sic), siguiéndole en todo; y era tanta la obscuridad, que no se veían unos a otros, aunque llevaban luces en linternas.”

“El dicho Domingo a la una y media del día, obscureció de tal suerte hasta las tres y media de la tarde, que ni se veía el cielo, ni tierra, ni unos a otros. En este tiempo predicó el rector de la Compañía de Jesús, moviendo a contrición y dolor de haber ofendido a Dios, y que aquellas eran señales ciertas del juicio, con semejante plática, y presente espectáculo, comenzó toda la gente con grande llanto, y gemidos a pedir a Dios misericordia, y perdón de sus pecados, en esta occasion sacó un Cristo muy devoto, y animó a los afligidos, diciéndoles que humildes y contritos de corazón, esperasen en su Divina Misericordia.”

“Aclaró a las tres y media de la tarde, y entonces sacaron al Santísimo Sacramento descubierto en procesión por la plaza de Arequipa yendo toda la ciudad en la procesión acompañando a su divina Magestad (sic) . Y en esta ocasión hicieron grandes conjuros muchos sacerdotes, y el lunes siguiente amaneció claro aunque llovía ceniza. Este día predicó el padre Fray Domingo Pérez Prior del Convento de Santo Domingo, en las gradas de la Iglesia Mayor a toda la ciudad. Que unos estaban de rodillas, otros confesando, y otros llorando sus pecados, cubiertos todos de la ceniza que caía. Que no entendieron llegar con vida al día siguiente, según estaban atemorizados. Llevaron también en la procesión un Cristo muy devoto del Convento de Santo Domingo, y la imagen Santísima de Nuestra Señora de Copacabana.

Los religiosos iban rezando las letanías, y un indio iba tocando una trompeta ronca, y todos pidiendo a Dios misericordia.”

“El martes siguiente a 22 del dicho mes pareció el sol algo nublado con la ceniza, y arena, que caía. No sabían de que pudiese resultar cosa semejante, unos decían, que era de la mar, otros que de algún volcán. Otros que era general en todo el mundo, que se acababa; y no se atrevían a salir de la ciudad, temiendo perecer en el campo. Todos los frutos de la tierra perecieron, y de todas las viñas, que estaba ya la uva madura los cubrió arena, y ceniza que caía.”

“Los indios andaban con agorerías (sic), y hechicerías y con falta de fe decían, que el mundo se acababa. Y que pues se morían, se comiesen y bebiesen cuanto tenían. El corregidor puso algún remedio predicando a algunos que andaban desmandados. El miércoles siguiente estuvo el día claro, y no cayó ceniza. Y el jueves estuvo nublado, y no pareció el sol, que causaba horror, y entristecía a los corazones de todos los afligidos.”

“El viernes siguiente, que fue el octavo día de la tormenta, estuvo muy nublado, y obscuro, y se encendieron lumbres para ver. Y el sábado siguiente no amaneció, que fue espanto, y desconsuelo para la gente, porque la obscuridad fue grandísima. Desde el viernes en la tarde hasta el domingo, a las diez del día, y llovió grandísima cantidad de ceniza. La gente estaba muy temerosa y desanimada; porque de todo aquel tiempo había sido más obscuro, que la noche más tenebrosa. Hubo todo este tiempo gran tempestad, la gente atemorizada, con luces por las calles gimiendo sus pecados.”

“Este día salió una solemne, y devota procesión de la Compañía, y doce sacerdotes, con doce relicarios tan grandes reliquias y huesos de Santos. Iban todos los sacerdotes descalzos, fue la procesión por todas las iglesias de Arequipa. Y luego salió otra procesión del Convento de Santo Domingo, sacando un Santísimo Cristo de la Expiración, y la imagen de nuestra Señora del Rosario. Y la del glorioso San Jacinto, que también la acompañó toda la ciudad. Fueron con grandísimo trabajo, por la grandísima cantidad de ceniza que había llovido. Y caía atollando en ella, con grandes aflicciones, porque todas estas procesiones, se hicieron en tiempo de aquella grande obscuridad, de donde no entendían salir”. (Barriga, Víctor: op.cit. pp. 180-182)

(En las citas textuales de esta obra se respeta la ortografía de los originales)

Juan Guillermo Carpio Muñoz

Texao Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un Hombre

Tomo I. Págs. 229 – 230.

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