MirĆ© en Internet un mapa esquemĆ”tico de Estados Unidos en el cual una multitud de oscuros cĆrculos de tamaƱos diferentes lo cubrĆan en todas partes. PensĆ© que indicaban la difusiĆ³n de la pandemia covid-19 que ha hecho de Estados Unidos tambiĆ©n la primera potencia en este sombrĆo campo.
Pero, no. Era un mapa de las revueltas populares, en protesta por el asesinato de un ciudadano afroamericano por un policĆa blanco que le presionĆ³ el cuello con la rodilla luego de haberlo puesto en el suelo. El pobre hombre gritaba que no podĆa respirar, lo que, al parecer, estimulĆ³ al guardiĆ”n del orden para continuar apretando.
Al comenzar las protestas, un fiscal dictaminĆ³ que se trataba de un homicidio de tercer grado, expresiĆ³n que, en el Derecho Penal de los paĆses de ley escrita, se traduce como homicidio culposo, es decir, por negligencia. Como las protestas continuaran ese u otro fiscal cambiĆ³ la incriminaciĆ³n a homicidio de segundo grado, a su criterio, intencional, pero no premeditado (Āæ?) y comprendiĆ³ en la denuncia a los tres policĆas, tambiĆ©n blancos, que contemplaban el asesinato con una impavidez que no se tendrĆa ni ante la matanza de un animal.
Este caso se ha convertido en especial para la justicia, porque el jurado que juzgue al policĆa blanco no estarĆ” integrado sĆ³lo por los doce ciudadanos escogidos con el avenimiento del fiscal y la defensa, sino por toda la humanidad consciente que ha presenciado el homicidio gracias a la filmaciĆ³n de algunos que se conmovieron por lo que veĆan o porque entendieron que valĆa la pena registrar el suceso en su celular.
Y parece que este crimen no tiene atenuantes para el asesino, ni aun concediĆ©ndole el beneficio de ejercer la funciĆ³n pĆŗblica inherente a la policĆa de preservar la seguridad y el orden. No, puesto que esta funciĆ³n no confiere el poder de decidir sobre la vida y la muerte de las personas, a las que se debe, por el contrario, proteger. El ciudadano estadounidense George Floyd, que tal es el nombre de la vĆctima, fue detenido en la ciudad de Minneapolis por una trivialidad, a peticiĆ³n de un almacenero: la sospecha de haber pagado con un billete falso que, verosĆmilmente, alguien le dio en un pago o como vuelto.
A cualquiera puede pasarle. Este asunto pudo haberse arreglado allĆ mismo, dando lugar, a lo mĆ”s, a una citaciĆ³n a Floyd para explicar quiĆ©n le habĆa dado el billete y determinar si era, en realidad, falso. Pero eso no podĆa ser. Floyd era afroamericano, un hombre tranquilo de 46 aƱos, y, de entrada, para el policĆa blanco, era culpable. AdemĆ”s, este lo conocĆa por haber trabajado juntos vigilando una obra. Vaya a saber quĆ© resentimiento le habrĆa quedado al policĆa blanco, y esa noche entendiĆ³ que la suerte le facilitaba el momento que habĆa estado esperando.
No es extraƱo que los policĆas blancos acribillen a pretendidos delincuentes afroamericanos tras perseguirlos o detenerlos en sus vehĆculos.
Hace unas semanas, un hombre de color hacĆa jogging en un barrio de Atlanta. Un expolicĆa y su hijo blancos lo persiguieron en su automĆ³vil y le dispararon hasta matarlo. Hubo tambiĆ©n una filmaciĆ³n de este asesinato.
La poblaciĆ³n de Estados Unidos llega ahora a 328ā300,000, de la cual los blancos son el 60.4%, los hispanos o latinos el 18.3%, los afroamericanos el 13.4%, los de origen asiĆ”tico el 5.9%, los descendientes de los antiguos pobladores indios el 1.3% y el 0.7% de otros grupos Ć©tnicos.
La poblaciĆ³n blanca es de origen europeo, y llegĆ³ al territorio de Estados Unidos por oleadas. Las familias blancas de mayor poder econĆ³mico forman los wasp (whites: blancos; anglosaxons; y protestants); descienden, en su mayor parte, de las primeras familias protestantes que arribaron en el siglo XVII. En este grupo se encuentra el 1% de la poblaciĆ³n con ingresos per cĆ”pita superiores a 500,00 dĆ³lares por aƱo y el 5% con ingresos mayores a 100,000 dĆ³lares al aƱo. El 1% son 3ā283,00 personas; y el 5% 16ā415,000. El mĆ”ximo poder econĆ³mico, polĆtico y cultural reside en estos dos grupos.
Los afroamericanos fueron comprados desde aquellos remotos tiempos a comerciantes que los adquirĆan de cazadores y jefes de tribus africanas.
En la ConstituciĆ³n de los Estados Unidos de 1787, en vigencia, no se aboliĆ³ la esclavitud, a pesar de que se declarĆ³ en su primera frase: āNosotros el pueblo de los Estados Unidos, con miras [ā¦] a garantizar las Bendiciones de la Libertad para nosotros mismos y para nuestros descendientesā¦ā Los constituyentes eran propietarios de esclavos, incluso Thomas Jefferson, quien propuso se la eliminara (tenĆa una amante negra con la que viviĆ³ hasta el fin de sus dĆas).
Fue necesaria la derrota de los estados confederados esclavistas, en la guerra de secesiĆ³n de 1861 a 1865, que causĆ³ mĆ”s de un millĆ³n de muertes, para que se reformara la ConstituciĆ³n por la enmienda XIV de 1868 que declarĆ³ abolidas la esclavitud y la servidumbre.
Pero, tras algunos aƱos, los blancos racistas volvieron a la carga, y en los estados del Sur se excluyĆ³ a los afroamericanos de derechos civiles; y se los sometiĆ³ a un rĆ©gimen de apartheid. El Ku Klux Klan, una organizaciĆ³n no tan secreta de blancos cubiertos con capuchas y tĆŗnicas blancas, se dedicĆ³ al deporte de colgarlos; con la anuencia disimulada de autoridades y jueces.
La lucha de afroamericanos y muchas personas blancas continuĆ³ en la dĆ©cada 50 del siglo pasado para que les reconocieran derechos civiles que les negaban. Uno de sus lĆderes fue Martin Luther King. En 1963 el presidente Kennedy envĆo al congreso un proyecto de ley para darles esos derechos. El senado rechazĆ³ el proyecto y Kennedy fue asesinado. Lindon B. Johnson, quien lo sucediĆ³ en la presidencia, mantuvo la iniciativa, y el proyecto se convirtiĆ³ en la Ley de Derechos Civiles de 1964. En represalia, un fanĆ”tico blanco asesinĆ³ a Martin Luther King el 4 de abril de 1968.
Esta ley no ha erradicado, sin embargo, el racismo de muchos blancos. Los asesinatos de afroamericanos han continuado, en particular a manos de policĆas blancos que gozan de la lenidad de una justicia de blancos. Al contrario, esta justicia se muestra muy diligente y severa con los afroamericanos que conforman mĆ”s del 30% de la poblaciĆ³n encarcelada.
Tras la discriminaciĆ³n racial se asoma la discriminaciĆ³n econĆ³mica: la comunidad afroamericana recibe en promedio diez veces menos ingresos que la comunidad blanca; tiene menos oportunidades de promociĆ³n social y de trabajo y es la mĆ”s afectada por la pandemia del covid-19.
Pero no es sĆ³lo esta comunidad la afectada. Hay segmentos de las clases trabajadoras de otros grupos Ć©tnicos e incluso blancos golpeados por las crisis, el desempleo y la inseguridad econĆ³mica con los que el neoliberalismo se ha ensaƱado; y que no tienen ninguna posibilidad de mejorar de situaciĆ³n, ni de enviar a sus hijos a las universidades.
La sociedad estadounidense no ha entrado aĆŗn del todo en ebulliciĆ³n.
Mientras tanto, la procesiĆ³n sigue yendo allĆ por dentro, desalienando a muchos, mĆ”s rĆ”pidamente ahora. Como una reiteraciĆ³n de la ley histĆ³rica por la cual los imperios, monolĆticos y todopoderosos para el exterior; se descomponen interiormente y y pueden abrir paso a otros modelos de sociedad.
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