El asesinato de un hombre digno en Estados Unidos: la procesiĆ³n va por dentro

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MirĆ© en Internet un mapa esquemĆ”tico de Estados Unidos en el cual una multitud de oscuros cĆ­rculos de tamaƱos diferentes lo cubrĆ­an en todas partes. PensĆ© que indicaban la difusiĆ³n de la pandemia covid-19 que ha hecho de Estados Unidos tambiĆ©n la primera potencia en este sombrĆ­o campo.

Foto: BBC

Pero, no. Era un mapa de las revueltas populares, en protesta por el asesinato de un ciudadano afroamericano por un policĆ­a blanco que le presionĆ³ el cuello con la rodilla luego de haberlo puesto en el suelo. El pobre hombre gritaba que no podĆ­a respirar, lo que, al parecer, estimulĆ³ al guardiĆ”n del orden para continuar apretando.

Al comenzar las protestas, un fiscal dictaminĆ³ que se trataba de un homicidio de tercer grado, expresiĆ³n que, en el Derecho Penal de los paĆ­ses de ley escrita, se traduce como homicidio culposo, es decir, por negligencia. Como las protestas continuaran ese u otro fiscal cambiĆ³ la incriminaciĆ³n a homicidio de segundo grado, a su criterio, intencional, pero no premeditado (Āæ?) y comprendiĆ³ en la denuncia a los tres policĆ­as, tambiĆ©n blancos, que contemplaban el asesinato con una impavidez que no se tendrĆ­a ni ante la matanza de un animal.

Este caso se ha convertido en especial para la justicia, porque el jurado que juzgue al policĆ­a blanco no estarĆ” integrado sĆ³lo por los doce ciudadanos escogidos con el avenimiento del fiscal y la defensa, sino por toda la humanidad consciente que ha presenciado el homicidio gracias a la filmaciĆ³n de algunos que se conmovieron por lo que veĆ­an o porque entendieron que valĆ­a la pena registrar el suceso en su celular.

Y parece que este crimen no tiene atenuantes para el asesino, ni aun concediĆ©ndole el beneficio de ejercer la funciĆ³n pĆŗblica inherente a la policĆ­a de preservar la seguridad y el orden. No, puesto que esta funciĆ³n no confiere el poder de decidir sobre la vida y la muerte de las personas, a las que se debe, por el contrario, proteger. El ciudadano estadounidense George Floyd, que tal es el nombre de la vĆ­ctima, fue detenido en la ciudad de Minneapolis por una trivialidad, a peticiĆ³n de un almacenero: la sospecha de haber pagado con un billete falso que, verosĆ­milmente, alguien le dio en un pago o como vuelto.

A cualquiera puede pasarle. Este asunto pudo haberse arreglado allĆ­ mismo, dando lugar, a lo mĆ”s, a una citaciĆ³n a Floyd para explicar quiĆ©n le habĆ­a dado el billete y determinar si era, en realidad, falso. Pero eso no podĆ­a ser. Floyd era afroamericano, un hombre tranquilo de 46 aƱos, y, de entrada, para el policĆ­a blanco, era culpable. AdemĆ”s, este lo conocĆ­a por haber trabajado juntos vigilando una obra. Vaya a saber quĆ© resentimiento le habrĆ­a quedado al policĆ­a blanco, y esa noche entendiĆ³ que la suerte le facilitaba el momento que habĆ­a estado esperando.

No es extraƱo que los policƭas blancos acribillen a pretendidos delincuentes afroamericanos tras perseguirlos o detenerlos en sus vehƭculos.

Hace unas semanas, un hombre de color hacĆ­a jogging en un barrio de Atlanta. Un expolicĆ­a y su hijo blancos lo persiguieron en su automĆ³vil y le dispararon hasta matarlo. Hubo tambiĆ©n una filmaciĆ³n de este asesinato.

La poblaciĆ³n de Estados Unidos llega ahora a 328ā€™300,000, de la cual los blancos son el 60.4%, los hispanos o latinos el 18.3%, los afroamericanos el 13.4%, los de origen asiĆ”tico el 5.9%, los descendientes de los antiguos pobladores indios el 1.3% y el 0.7% de otros grupos Ć©tnicos.

La poblaciĆ³n blanca es de origen europeo, y llegĆ³ al territorio de Estados Unidos por oleadas. Las familias blancas de mayor poder econĆ³mico forman los wasp (whites: blancos; anglosaxons; y protestants); descienden, en su mayor parte, de las primeras familias protestantes que arribaron en el siglo XVII. En este grupo se encuentra el 1% de la poblaciĆ³n con ingresos per cĆ”pita superiores a 500,00 dĆ³lares por aƱo y el 5% con ingresos mayores a 100,000 dĆ³lares al aƱo. El 1% son 3ā€™283,00 personas; y el 5% 16ā€™415,000. El mĆ”ximo poder econĆ³mico, polĆ­tico y cultural reside en estos dos grupos.

Los afroamericanos fueron comprados desde aquellos remotos tiempos a comerciantes que los adquirĆ­an de cazadores y jefes de tribus africanas.

En la ConstituciĆ³n de los Estados Unidos de 1787, en vigencia, no se aboliĆ³ la esclavitud, a pesar de que se declarĆ³ en su primera frase: ā€œNosotros el pueblo de los Estados Unidos, con miras [ā€¦] a garantizar las Bendiciones de la Libertad para nosotros mismos y para nuestros descendientesā€¦ā€ Los constituyentes eran propietarios de esclavos, incluso Thomas Jefferson, quien propuso se la eliminara (tenĆ­a una amante negra con la que viviĆ³ hasta el fin de sus dĆ­as).

Fue necesaria la derrota de los estados confederados esclavistas, en la guerra de secesiĆ³n de 1861 a 1865, que causĆ³ mĆ”s de un millĆ³n de muertes, para que se reformara la ConstituciĆ³n por la enmienda XIV de 1868 que declarĆ³ abolidas la esclavitud y la servidumbre.

Pero, tras algunos aƱos, los blancos racistas volvieron a la carga, y en los estados del Sur se excluyĆ³ a los afroamericanos de derechos civiles; y se los sometiĆ³ a un rĆ©gimen de apartheid. El Ku Klux Klan, una organizaciĆ³n no tan secreta de blancos cubiertos con capuchas y tĆŗnicas blancas, se dedicĆ³ al deporte de colgarlos; con la anuencia disimulada de autoridades y jueces.

La lucha de afroamericanos y muchas personas blancas continuĆ³ en la dĆ©cada 50 del siglo pasado para que les reconocieran derechos civiles que les negaban. Uno de sus lĆ­deres fue Martin Luther King. En 1963 el presidente Kennedy envĆ­o al congreso un proyecto de ley para darles esos derechos. El senado rechazĆ³ el proyecto y Kennedy fue asesinado. Lindon B. Johnson, quien lo sucediĆ³ en la presidencia, mantuvo la iniciativa, y el proyecto se convirtiĆ³ en la Ley de Derechos Civiles de 1964. En represalia, un fanĆ”tico blanco asesinĆ³ a Martin Luther King el 4 de abril de 1968.

Esta ley no ha erradicado, sin embargo, el racismo de muchos blancos. Los asesinatos de afroamericanos han continuado, en particular a manos de policĆ­as blancos que gozan de la lenidad de una justicia de blancos. Al contrario, esta justicia se muestra muy diligente y severa con los afroamericanos que conforman mĆ”s del 30% de la poblaciĆ³n encarcelada.

Tras la discriminaciĆ³n racial se asoma la discriminaciĆ³n econĆ³mica: la comunidad afroamericana recibe en promedio diez veces menos ingresos que la comunidad blanca; tiene menos oportunidades de promociĆ³n social y de trabajo y es la mĆ”s afectada por la pandemia del covid-19.

Pero no es sĆ³lo esta comunidad la afectada. Hay segmentos de las clases trabajadoras de otros grupos Ć©tnicos e incluso blancos golpeados por las crisis, el desempleo y la inseguridad econĆ³mica con los que el neoliberalismo se ha ensaƱado; y que no tienen ninguna posibilidad de mejorar de situaciĆ³n, ni de enviar a sus hijos a las universidades.

La sociedad estadounidense no ha entrado aĆŗn del todo en ebulliciĆ³n.

Mientras tanto, la procesiĆ³n sigue yendo allĆ­ por dentro, desalienando a muchos, mĆ”s rĆ”pidamente ahora. Como una reiteraciĆ³n de la ley histĆ³rica por la cual los imperios, monolĆ­ticos y todopoderosos para el exterior; se descomponen interiormente y y pueden abrir paso a otros modelos de sociedad.

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