Perú y Juan Reynoso se quedaron sin aire en La Paz …

"La valla que deja el exentrenador del Cruz Azul de México no es tan alta. Sólo hay que pegarle, sin miedo, al arco. Algo bueno puede pasar.  Tal vez, algún día, nos acordaremos de cómo diablos se grita un gol"

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Perú, al igual que Argentina, no reconoció el césped del estadio Hernando Siles de La Paz. Pero Perú no es Argentina, desde luego. Perú nunca ha ganado en dicho escenario por clasificatorias. Perú juega horrible (más que de costumbre, es decir, un exceso descomunal). Se trata de una selección enferma —anémica— y demasiado encorsetada a causa de la necedad de su inefable entrenador que llena una inútil pizarrita sin ton ni son… para nada (pues sus dirigidos nunca le pegan al arco rival). En resumidas cuentas: Perú nunca tuvo altura. No ha marcado un sólo gol en toda la clasificatoria. Ni uno solo. A nadie.

Quizá ahora comprenda el goleador Paolo Guerrero que no hace falta haber jugado al fútbol profesional —con su brillantez y jerarquía— para sentenciar que este equipo ha renunciado a la esencia del fútbol peruano. Lo que, lamentablemente, no se comprende es por qué, si el ariete de la selección juega en Liga Deportiva Universitaria de Quito (que acaba de ganar la Copa Sudamericana) no arranque de titular en un escenario donde, sin duda alguna, hubiera resultado muy útil desde el minuto cero y no en la segunda parte cuando Bolivia ya manejaba la ventaja sin despeinarse.

Con un solo punto logrado milagrosamente (sin exagerar, por supuesto) en Paraguay el seleccionado nacional está —sin aire, como su entrenador— en cuidados intensivos y es, las estadísticas son frías e incontestables, el peor de Sudamérica. “No hay mal que por bien no venga”, reza el refrán. Y, de no ganar a Venezuela en Lima, no sólo Juan Reynoso se despediría de la selección, sino también Agustín Lozano y todo su repelente séquito. Además, desde Palacio de Gobierno, Otárola y compañía ya le habrían bajado el dedo porque no hay opio para anestesiar al pueblo.

Sólo recesión (económica y futbolística). Ojalá, pues, que la justicia haga su tarea y ponga a la basura en el cesto que le corresponde y, por fin, sanee la Federación Peruana de Fútbol. Del partido en La Paz hay poco que señalar. Fue malísimo. Digno de una liga menor de la Concacaf o de la segunda división de Libia. No obstante, Juan Reynoso, que vive en un mundo alterno, dice todo lo contrario. Venezuela, por su parte, no será tan “visitante” en Lima, sino todo lo contrario. Y está lista para hacer historia en el Nacional, en donde nunca ganó por clasificatorias
sudamericanas.

Gane quien gane en Lima el próximo martes, habrá celebración en el territorio nacional y quizá harto “vino tinto”. Aunque mucha gente lo ansíe, Ricardo Gareca (mientras esté Lozano al mando de la F.P.F.) no volverá a ponerse el buzo de la selección. Más bien, el presente del uruguayo Jorge Fossati invitaría a pensar que, luego de ganar la Liga 1, podría suceder a Reynoso. Ésta es sólo una de tantas posibilidad que asomarán en el transcurso de los días.

Sin luces y sin rebeldía, con un desempeño pobrísimo de figuras del fútbol local como Quispe (Universitario), Grimaldo (Cristal) o Zanelatto (Alianza Lima), Perú necesita empezar de nuevo y volver a las fuentes. No nos tapemos los ojos: los mejores entrenadores de Sudamérica están en Argentina (Marcelo Bielsa, Néstor Lorenzo, Lionel Scaloni, etc.) y de allí vendría el sucesor del resistidísimo Juan Máximo Reynoso.

La valla que deja el exentrenador del Cruz Azul de México no es tan alta. Sólo hay que pegarle, sin miedo, al arco. Algo bueno puede pasar.  Tal vez, algún día, nos acordaremos de cómo diablos se grita un gol, ¿no?

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