La educación virtual o remota permite a miles de estudiantes, que radican en zonas de baja oferta educativa, cursar estudios superiores. Además, durante la pandemia, esta modalidad evitó que miles de universitarios pierdan años de avance en sus carreras. No obstante, la virtualidad no es vista con buenos ojos. Recientemente, Sunedu (Superintendencia Nacional de Educación Superior) ha prohibido las clases 100% virtuales en pregrado de todas las universidades del país, “para garantizar la calidad educativa”. Entonces, ¿la virtualidad no garantiza calidad? Como en todo, la respuesta a esta pregunta varía según el contexto y, lamentablemente, el contexto peruano no es el mejor.
El desarrollo de la educación virtual en el Perú era incipiente en el momento en que llegó la pandemia. Pero nos obligó a utilizarla, como un recurso de emergencia para el que no estábamos preparados. En el 2020, muchos creyeron que la virtualidad era un equivalente a la presencialidad, pero con celulares y computadoras de por medio. De hecho, se exigía a las instituciones educativas cumplir el horario completo, con horas académicas de 45 minutos y bloques de hora y media por curso, menospreciando por completo el hecho de que la modalidad virtual no resiste más de 20 minutos seguidos de atención.
Esto desencadenó una serie de inconductas por parte de los estudiantes, como dejar los dispositivos encendidos y largarse a hacer otras cosas en casa, sean labores domésticas o juegos en línea. A la falta de disciplina -heredada de la presencialidad-, se sumó la inexperiencia de los docentes en plataformas virtuales y la falta de gestión de las instituciones y autoridades educativas para la adecuación a este nuevo estatus digital. Cuatro años después, la cosa no ha mejorado como debiera. Es más, la aparición de la Inteligencia Artificial ha abonado un elemento más de peligro, pues se ha convertido en aliado de la pereza y el plagio. Algunas instituciones universitarias han aprovechado la virtualidad para abaratar sus costos, pero no se han preocupado en adecuar esta modalidad a mayores estándares de calidad.
Así, para algunos estudiantes, la modalidad virtual se ha convertido en sinónimo de facilismo. Están lejos del control docente y en la libertad de aprobar un curso con el menor esfuerzo. Todo ello puede cambiar si se utiliza la propia tecnología para implementar sistemas de seguridad antiplagio, por ejemplo. O si se regulan los estándares de exigencia.
En el contexto peruano, no va a ser difícil burlar ese 20% de presencialidad que ahora exige Sunedu. Mejor sería si se preocupara en subir los estándares de calidad para la modalidad virtual. Esto comenzaría por no permitir aulas virtuales de más de 40 estudiantes, o cambiar las modalidades de evaluación.
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