Sobre la antipolítica: un debate necesario

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Los artículos de Víctor Liza y Jorge Duárez sobre la antipolítica, aparecidos en Noticiasser.pe, aportan una mirada fresca para examinar un asunto clave en vísperas de las elecciones congresales: ¿por qué hasta ahora prevalece la antipolítica? Trataré de sumarme al debate.

artículo antipolítica

Dice Víctor Liza que la antipolítica fue inaugurada por Alberto Fujimori y, por tanto, “como era natural, surgió el antifujimorismo”. Dice que con el ascenso de su hija volvió el antifujimorismo, pero “ya no tenía una propuesta programática”, tan sólo el hígado. Y ese hígado resulta contraproducente, porque “el bullying hacia el candidato [del Apra y de otras listas] lo ha sobreexpuesto”, lo que ha traído como resultado que tenga mayor intención de voto. Pronostica que “el fujimorismo no se acabará con ese círculo vicioso”, a menos que la política vuelva, a la que define como “ese debate de ideas ninguneado por fujimoristas y ahora por antifujimoristas”.

Liza dice que el antifujimorismo se ha intensificado, pero habría que convenir que la antipolítica también, no tanto por acción del partido naranja, sino, sobre todo, por los destapes sobre la corrupción de Odebrecht y compañía, que, literalmente, alcanzó a todo el espectro de los políticos de carne y hueso de derecha, centro e izquierda. Millones y millones de peruanos se ratifican en su desconfianza y simpatizan con los que critican a los políticos.

Por su parte, Duárez apunta que no basta el debate programático (“qué alternativa dar a la agricultura nacional o el cuidado del medio ambiente”) sino que hay que llevarlo al terreno del imaginario social, para “movilizar y articular diversos deseos y aspiraciones colectivas”

¿Qué está pasando por la cabeza de las mayorías para que hayan apoyado sucesivamente a García, Fujimori, Toledo, nuevamente a García, Humala y a PPK? ¿Por qué no eligen a gobernantes que no traicionen sus programas u ofertas de campaña y no se enriquezcan con negocios bajo la mesa? Probablemente porque no tenían mucho que escoger.

Una cuestión previa, antes de continuar. De la cadena de traiciones habría que sacar al primer gobierno de García, porque habiendo sido elegido con un discurso izquierdista, trató de llevarlo a la práctica y fracasó estrepitosamente. (Muchos izquierdistas y apristas negarán esta afirmación, pero hay que recordar que AGP mantuvo la intervención estatal en la economía y una política de subsidios para los de abajo, tuvo una política indigenista, se mantuvo alejado del Imperio y le robó varias banderas de Izquierda Unida, manteniendo cordiales relaciones con su líder, Alfonso Barrantes)

Hay que recordar lo que generó Sendero Luminoso y la guerra sucia en la mente de millones: un gran miedo y el deseo de salvarse a como diera lugar. Eso explica las corrientes de desplazados y emigrantes. A eso también contribuyó la división de Izquierda Unida. Ante la desaparición de esa tabla de salvación, la gente optó por el individualismo, el silencio y por arrodillarse. Ya habría tiempo más adelante para ponerse de pie. (Los pontífices de cierta izquierda lanzarán anatemas contra esta afirmación, porque en su febril imaginación el pueblo nunca dejó de luchar y vencer; sólo los electoreros fueron los derrotados).

En ese contexto, en ese momento constituyente, como diagnostica correctamente Duárez, derrotado el senderismo e iniciadas las privatizaciones que permitieron hacer caja para los programas sociales fujimoristas y el crecimiento de las inversiones y el empleo, machacado por el insistente discurso contra los políticos tradicionales, se hizo hegemónico el neoliberalismo y fue lo que permitió a Alberto Fujimori reelegirse con gran ventaja.

¿Cuál fue el mensaje de Alejandro Toledo que le permitió ganar la mayoría? Fue asumir su choledad con orgullo, pero a la vez, decir que iba a construir el segundo piso de las reformas económicas “para darles un rostro humano”. Si bien, a pesar suyo, durante su gobierno hubo avances en la democratización del Estado (descentralización y plataformas institucionales de concertación), el fujimorismo sin Fujimori siguió campeando en los negocios y en el campo cultural, dada su presencia en los medios de comunicación que Toledo dejó intangibles.  Ahora sabemos que “el Cholo palangana” no fue distinto a sus antecesores, interesado en las coimas, como estaba. Era lógico que los millones de peruanos recuperados del miedo y la debacle no prestaran oídos a las ideas y el programa de una izquierda vista como conciliadora con el senderismo.

Creo que a Liza y a Duárez (y también a los políticos de izquierdas, obviamente) se les escapa que una de las razones de la persistencia de la antipolítica fujimorista, es la que Alberto Vergara señaló con claridad: el éxito del programa económico neoliberal sacó a millones de la pobreza, engordó a las clases medias (aunque digan mis objetores que eso se debió a los buenos precios de los metales que duró más allá de lo esperado) y hace que la gente vote por “el modelo” y sus representantes.

¿Por qué, entonces, ganó las elecciones “el Comandante”, si tenía el polo rojo y podía ser una amenaza a la precaria estabilidad económica ya ganada por millones de familias? Porque, a diferencia del chavismo-orteguismo, no lanzó un discurso de clase contra clase, sino la idea de la gran transformación del Estado para ponerlo al servicio de las mayorías, porque apeló a la unión de la nación, de todos los peruanos; porque el uniforme del ejército vencedor contra el senderismo asesino, guarda prestigio entre los de abajo. Si la transformación devino en traición (basta leer el libro de Marco Sifuentes “H & H Escenas de la vida conyugal de Ollanta y Nadine”, para apreciar cómo un grupo de aventureros, improvisados y corruptos jodió al país), terminó por alimentar a la antipolítica, más que al antifujimorismo que, casi por milagro, cerró el paso a “la señora K” hace casi cuatro años.

Es verdad que no basta decir que la alternativa a la crisis está en una Asamblea Constituyente (pues ni siquiera se afirma qué es exactamente lo que hay que cambiar). Una idea-fuerza nos la muestra el pueblo chileno movilizado (millones en las calles durante sesenta días, ojo, queridos Napoleones de la lucha callejera) y es la más vieja reivindicación de la democracia burguesa: la igualdad. Los chilenos quieren igualdad de trato económico para todos, por parte de las empresas y que el Estado sea el garante de esa igualdad. Eso no es una revolución proletaria, pero ya ha convencido a todos los políticos y harán una nueva Constitución. ¿Podrán los izquierdistas peruanos ser capaces de hablar en términos de nación, de búsqueda de una nueva peruanidad que nos iguale a todos, pero uniéndonos, como nos enseñó la tribuna mundialista en los estadios rusos? ¿Habrá tiempo, de aquí al 26 de enero de forjar otra mayoría, distinta de la antipolítica?

(Publicado en Noticias Ser)

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