“Bend of the River” (1952): Celebración del cine de Anthony Mann

"Ese inicio grandioso con música de Hans Salter y los caminos polvorientos de Oregon por donde transitan las caravanas de quienes poblarán el Oeste, tiene el sabor épico de aquello que inicia, que inaugura un mundo"

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Si me hubiesen preguntado hace sólo dos años, ¿cuál es el cine eminentemente fundacional de la historia de Estados Unidos? A viva voz hubiese respondido: ¡El cine de John Ford! Habría añadido después, pero casi por cumplir, que Griffith, que por supuesto Edwin S. Porter… Claro. Hoy, estoy más que fascinado con el cine de Anthony Mann. Al punto que matizaría la respuesta: John Ford, sí, pero Anthony Mann es ineludible, inevitable.

Anthony Mann (California, 1906) es el gran referente del imaginario social de la fundación de Estados Unidos en el siglo XIX. Por sus películas transcurren libremente los símbolos y los valores que forjaron los colonos y que hicieron de Norteamérica el sueño de millones de inmigrantes.

“Bend of the River” (1952), por ejemplo, es la gran película de la identidad americana, del sueño del Oeste y de los valores sobre los que se cimienta la nueva civilización. Ese inicio grandioso con música de Hans Salter y los caminos polvorientos de Oregon por donde transitan las caravanas de quienes poblarán el Oeste, tiene el sabor épico de aquello que inicia, que inaugura un mundo. Glyn McLyntock (Jimmy Stewart), como un Ulises americano, debe hacer el viaje y sortear todos los peligros que se le presentarán antes de llegar a su Ítaca-Portland.

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Como no podía ser de otra manera, aquí está presente una idea muy típica del cine americano y que encuentra resonancias en el mundo clásico: la idea de la vida como un viaje. Y claro, el hombre es el viajero cuya finalidad es llegar a buen puerto. Esta idea es más tangible cuando la aplicamos a los orígenes de la sociedad norteamericana, puesto que la invención del tren (y antes la labor de las caravanas) fue esencial para el nacimiento de la nueva nación, “the athletic democracy” para decirlo con un verso de Walt Whitman. “Bend of the River” es eso, un viaje. Un viaje hacia adentro y hacia afuera. Es el viaje del héroe que debe fundar una nación, pero que también debe redimirse de un pasado que lo condena. Esa dimensión humana, esa lucha interior, en consonancia con el carácter épico de la aventura, hace de esta película un film sumamente divertido y fascinante.

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