Un film sobre disparos, sollozos y mundos finiquitados

"¿Cómo decirle adiós a un mundo que se tornaba cada vez más ajeno y extraño, es decir, cada vez más joven? Naturalmente, con un disparo en la noche. Un disparo a la noche. Un disparo a aquello que se cierne sobre ti y que no reconoces"

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El título para el habla hispana de la soberbia pieza de John Ford, “The Man Who Shot Liberty Valance” (Paramount, 1962), fue “Un tiro en la noche”. Me gusta también ese título, me hace recordar ese impotente y trágico sollozo en la noche con el que Bola de Sebo resume un episodio infeliz para Francia. Por asociación de ideas, es inevitable recordar aquel famoso verso de T.S. “This is the way the world ends Not with a bang but a whimper” que nos habla de disparos, sollozos y finales. Disparos, sollozos y finales es la esencia de este maravilloso film que John Ford rodó a los 65 años y en una época en la que el western sucumbía ante el boom de la televisión y ante una Norteamérica que asumía nuevos y desusados valores bajo la administración Kennedy.

Ford, con su único y ubicuo ojo, vio que los tiempos estaban cambiando. ¿Cómo despedirse de un género que le había dado todo? ¿Cómo decirle adiós a un mundo que se tornaba cada vez más ajeno y extraño, es decir, cada vez más joven? Naturalmente, con un disparo en la noche. Un disparo a la noche. Un disparo a aquello que se cierne sobre ti y que no reconoces.

Si el western nació con Justus Barnes disparándole a un anónimo espectador, debía terminar con un disparo igual de incierto. Así que “The Man Who Shot Liberty Valance” es un film de despedida, un western crepuscular como le llaman: el sueño de Ransom Stoddard, un Shinbone bajo el imperio de la ley, llega a cumplirse. Se hace la civilización y con ella desaparecen los antiguos monstruos. Pero hasta las divinidades ctónicas tienen un lugar de culto entre los fieles.

Hace unos meses me detuve en la mítica fotografía que Billy The Kid se hizo en 1878, aquella en la que está de pie, casi sonriente, y sostiene con la mano derecha su rifle Winchester. Se la hizo en una pequeña feria de Nuevo México, pocos meses después de los sucesos sangrientos del condado de Lincoln. Al mirar la fotografía uno puede oír voces tumultuosas, disparos, gritos, bravatas… Uno entra a un mundo finiquitado y distante. En “The Man Who Shot Liberty Valance”, el forajido Liberty Valance (magnífico Lee Marvin) y sus secuaces (un silente Lee Van Cleef entre ellos) encarnan ese pasado que debe morir. John Wayne es el gozne que debe sacrificarse para que el futuro se haga realidad. Por eso, como Ulises, decide ser Nadie y morir olvidado.

En una de las últimas escenas de la película, Jimmy Stewart y Vera Miles, a bordo del tren (el tren es el símbolo por excelencia de esa nueva Norteamérica civilizada) contemplan el valle de Shinbone y deciden quedarse a vivir allí. No dicen más, no mencionan a Tom Doniphone, pero uno comprende que su larga sombra les alcanza. Nos alcanza.

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