Con gran placer y sumo interés he leído este “Hollywood censurado” del profesor Gregory Black (Akal, 2012). Lo que impresiona a primera lectura es la exhaustiva y seria documentación del autor. El apéndice de notas constituye las últimas treinta páginas del libro (un promedio de cien notas por cada uno de los nueve capítulos). A tanto llega la escrupulosidad de Black que no sólo cita documentos privados, cartas, memorias, informes, periódicos de la época, etc., sino que además cita cajas selladas (con su número de serie respectivo) que se encuentran en tal o cual biblioteca y que el investigador acreditado puede consultar.
Debo confesar que cuando cogí el libro y leí el título pensé que entraría al mundo de los escándalos de Hollywood (mundo al cual soy también muy afecto), pero no es así. Gregory Black, munido de casi todos los archivos que necesita, repasa la censura que se vivió en la época dorada de Hollywood. Empieza con las primeras y, todavía, inocuas reacciones del puritanismo conservador, a principios del siglo XX, de ese invento sin precedentes que fue el cine. Luego, nos relata detalladamente cómo la Liga de la Decencia y la PCA (Production Code Administration) se hicieron de un nicho en la cultura audiovisual norteamericana al punto de tener voz y voto en las decisiones de las grandes productoras.
Sin medias tintas, Black también nos informa que los mandamases de Hollywood vieron en la censura un medio idóneo para plegarse al gusto del público y, en resumidas cuentas, lo aceptaron porque vieron en él una manera más barata de producción. En la parte final del libro, el autor nos ofrece un perfil claro y humano de Joe Breen y de Will Hays, esos adalides de la censura. En contraparte, también leemos páginas deliciosas en las que disfrutamos de un eterno dolor de cabeza para la censura: Mae West. Ella pasea por las páginas con el garbo y la lisura que siempre escandalizó a los más.
No se crea que por su seriedad académica el libro sea un bodoque intragable. No, al contrario. Gregory Black sazona su prosa con imaginación e inventiva. Por ejemplo, cuando nos cuenta cómo Howard Hawks y Ben Hecht trabajaron durante once días el guion de Scarface, Black apela a cómicas hipérboles para dejar claro el meteórico trabajo de estos dos genios. O cuando nos cuenta cómo la sociedad progresista de Hollywood tomó el infame estudio Payne, los titulares no dejan de arrancarnos una sonrisa.
Un libro notable por su erudición, pero de una prosa ligera y divertida. Un indispensable para todo amante del cine y para todo amante de la lectura, en general.
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