Del río, el puente y la alameda

"La construcción del Puente Viejo llevó más de tres décadas por las dificultades técnicas. Y además hubo periodos en que paralizaban la obra por la crecida del río, lo que sucedía con regular frecuencia. Y cada vez que venía la riada, se llevaba de encuentro los encofrados y andamios, e incluso las piedras canteadas"

- Publicidad -

No se trata de Lima, que con ese nombre Raúl Porras Barrenechea, historiador, diplomático, jurista y ensayista, escribió “Pequeña Antología de Lima”, en ocasión de su cuarto centenario en 1935; tampoco se trata de La Flor de la Canela, nostálgica evocación de nuestra notable compositora Chabuca Granda, cuando nos dice: “Déjame que te cuente limeño…”, haciendo referencia al río Rímac, al viejo puente, o tal vez a Bajo el Puente, como se conocía al distrito de Rímac, y la Alameda, se supone de Los Descalzos, en este barrio.

Se trata del río Chili, del Puente Viejo o Real, hoy Bolognesi, los puentes que le siguieron, y las alamedas, una, que quedaba al pie de este puente, en la margen izquierda, que se llamaba Chávez Velando, hoy avenida La Marina, y otra en la margen superior derecha, la Alameda Pardo, en Arequipa. Claro que es romántica la evocación de Raúl Porras, como el vals de Chabuca, como también se carga de romanticismo, de emblema y de drama. La historia del río Chili, sus puentes y sus riberas, con álamos o sin ellos.

En casi todas las mitologías de la historia, el agua se identifica como el origen de la vida. Y esto responde a una verdad científica: sin agua no hay vida. De acuerdo a esto, el agua está en el origen de las ciudades, unos en las costas del mar y otras en las riberas de los ríos. Por tal principio de los tiempos, el río Chili dio origen a esta ciudad de Arequipa, sea porque su nombre venga del vocablo quechua, Ari quepay, “sí quedaos”, o del puquina, “tras la montaña”.

Como sea, inmemorial es la historia de esta ciudad, desde los Yarabayas, y los Chimbas, a uno u otro lado de río, que también podría ser Yanahuara[U1] [U2] , río negro en puquina, o río frio, en quechua, río Chili, derivado de “chiri” frío. As, ha sido el río Chili el origen y el gran protagonista de este pueblo arequipeño.

Como corresponde cronológicamente, empezamos este recuento con el Puente Real o Puente Viejo, hoy Bolognesi. La obra se empezó en 1577 a cargo del arquitecto Juan de Aldana Duró, se terminó en 1608. Construida en sillar con varios arcos e incluso contrafuertes laterales para resistir el empuje de las aguas del río. Para su construcción se necesitó nivelar la calzada de la margen izquierda con la margen derecha de la Alameda Pardo.

Esta obra requería un enorme relleno sobre la “barranca del río”, aparte de muros y contrafuertes, para evitar la erosión por la carga sobre él. Esto significaba una cantidad gigantesca de materiales, tiempo y personal, amén de que podría haber derrumbes durante la obra, o después. Por eso se optó por construir una sucesión de arcos en la pendiente, que posteriormente se tapearon y quedaron como estructura del subsuelo. Eso califica este puente como una ingeniosa obra de ingeniería para su época.  

La construcción del Puente Viejo llevó más de tres décadas por las dificultades técnicas. Y además hubo periodos en que paralizaban la obra por la crecida del río, lo que sucedía con regular frecuencia. Y cada vez que venía la riada, se llevaba de encuentro los encofrados y andamios, e incluso las piedras canteadas. No sería raro que hasta los obreros terminaban arrastrados por la corriente, echando por agua todo lo avanzado.

Pero una vez terminado el puente, se convirtió en el mayor protagonista del desarrollo de la todavía pequeña ciudad, pues permitió la vinculación de Arequipa con la sede colonial de Lima y los valles de Majes y Vítor que abastecían no solo a la población local, sino también, a las minas y poblados de Cusco y el Alto Perú, como Potosí. Además, posibilitó la expansión urbana de la margen derecha del río, como la Recoleta y la Antiquilla. Y por supuesto que a partir de entonces la calle desde el puente a la plaza mayor se le llamó calle Real. O sea, de ingreso a la Villa Hermosa, constituyéndose en la principal arteria comercial durante la colonia.

El trasiego de viajeros y carga a través de los arrieros determinó que en su ruta se localizaran los tambos. Estos fueron establecimientos de descanso y abastecimiento, con una actividad intensa por más de 300 años. Todas las novedades del mundo afuera llegaban en primer lugar a los tambos, eran la estación de llegada y partida. Además, la Alameda en la parte alta de los farallones, hoy Alameda Pardo, fue tratada con un arco, simbolizando la puerta de ingreso a Arequipa. Precisamente en la vecindad del mismo estaba la casa de María Santos Corrales, la musa “Silvia” de Mariano Melgar Valdivieso.

Cuántas veces habría cruzado este puente el bardo y héroe, en sus requerimientos románticos a María Santos. Y qué tristeza tendría al ser rechazado que escribió este poema dramático, parte de “Carta a Silvia”: “La cristalina corriente de este caudaloso río, lleva ya del llanto mío más agua que de su fuente. Y el mar con ser tan salado, lo recibe alborotado, por no probar la amargura, que mis lágrimas le han dado”; y ha sido tan trágico e irónico este amor frustrado de Melgar que, pasados pocos años, en 1815, fue capturado en Umachiri en las filas del insurgente Pumacahua y fusilado por órdenes del español Coronel Manuel Amat y León, esposo de María Santos, “Silvia”.

Los tambos a uno y otro lado del Puente Real pasaron a ser lugares emblemáticos; probablemente había hasta doce locales. En la margen izquierda estaban, el de los Flores, Las Carmelitas, de La Palla, del Buque. Y los reconocidos como monumentos de Arequipa, felizmente ya rehabilitados son, el Tambo de Bronce, el Tambo Matadero y el Tambo de la Cabezona.

El terremoto de junio del 2021, afectó gravemente a estos tambos, lo que ya había sido propuesto para su recuperación. Con el sismo se volvió una tarea ineludible por el peligro que entrañaba a sus habitantes. Pero lo que fue una calamidad se presentó como una oportunidad. Y gracias a una decisión política de las autoridades municipales, y a la Cooperación Española, se pudo rehabilitar primero el Tambo de Bronce en 2002. El nombre posiblemente viene de una maestranza de arreos para caballos.

Más tarde, en el 2004 se rehabilitó el Tambo Matadero. El más dañado y de población más precaria, pero al mismo tiempo con gran enraizamiento con las tradiciones populares, al ingreso al barrio Del Solar. El nombre del tambo deriva de la localización del antiguo camal. Posteriormente, en 2010, se concluyó, después de cuatro años de trabajos, la rehabilitación del Tambo de La Cabezona. Para su inauguración vino desde España el Príncipe de Asturias; actualmente rey Felipe VI.

La Cabezona es el tambo más bonito y más grande de los recuperados. También es el depositario de grandes tradiciones populares; tiene numerosas habitaciones en tres patios, 3 zaguanes, y oratorio. Fue molino de maíz, para la chicha; cuartel de la infausta ocupación chilena; e incluso cabaret de damiselas. Allí a fines del siglo XIX o inicios del XX, se reunían los notables de la ciudad para tratar asuntos de alta política.

En la margen derecha, muy próximo de la Alameda Pardo, había otros tambos. Se habla del Tambo Salas, de Los Gutiérrez, y perdura el Tambo Ruelas, reconocido también como monumento nacional. Todavía no está rehabilitado, pero encaminado a ello por sus actuales propietarios. Este tambo también arrastra tradiciones y anécdotas. Hay referencias de ello en la novela “Jorge el hijo del pueblo” de María Nieves y Bustamante. También se menciona que, en este local, como en La Cabezona se realizaban saraos de artistas e intelectuales.  Uno de sus antiguos propietarios fue Antero Peralta, fundador del partido Aprista en Arequipa; precisamente se comentaba que fue refugio de Víctor Raúl Haya de la Torre, para librarse de la represión de alguna dictadura de aquellas frecuentes en nuestra frágil república.

Pasados algunos siglos, a fines del XIX se inició la construcción de dos puentes patrimoniales, el Puente de Fierro para el ferrocarril a la sierra y el Puente Grau. Sobre el Puente de Fierro, llamado posteriormente Bolívar, se inició su construcción en 1869 y se inauguró en 1872; es decir, en apenas tres años se realizó una de las obras más emblemáticas de Arequipa. Sobre ello, ya escribimos extensamente en nuestra crónica sobre el Ferrocarril del Sur.

Por tanto, ahora trataremos sobre el Puente Grau. Se construyó entre 1884 y 1898 por el arquitecto Juan Rodríguez y Manuel H. Prado. Articula la calle Ayacucho y su prolongación a espaldas del complejo de San Francisco, con el barrio de Yanahuara en la margen derecha del río. Su construcción se realizó al término de la guerra con Chile, y demoró 14 años.

Según algunos historiadores, Juan Rodríguez construyó un puente provisional, por el que cobraba peaje, y esa sería la razón por la demora en concluirlo. En la construcción de este puente también trabajo mi bisabuelo Giovanni Batista Valz Brenta, que vino como giornaliero de Italia, precisamente en 1884, para trabajar en la reconstrucción de la Plaza de Armas, la Catedral y los portales, dañados por el terremoto de 1868. Es un puente con arcadas de sillar y con bases de granito y concreto ciclópeo; en las bases de los muros tienen unas plataformas como defensa contra las riadas, principalmente en la estación de lluvias que además se incrementaba con la entrada de la “lloclla” o torrentera de San Lázaro.

Se puede decir que el Puente Grau y la avenida Bolognesi en la margen derecha fue un diseño integrado, pues los barandales que acompañan el borde de la avenida con el Club Internacional son los mismos que enmarcaban el ingreso al puente por la margen izquierda. Y daban acceso a la antigua Quinta Vargas, hoy parque Grau.

A la narración de los puentes Bolognesi y Grau, y las antiguas alamedas debemos destacar dos componentes esenciales de su imagen, funcionalidad e integración como un conjunto urbano unitario. Uno, la conexión entre la avenida Bolognesi y la Alameda Pardo, mediante un malecón sobre los farallones de la margen derecha entre los dos puentes, que ya se propuso en 1940 por Alberto de Rivero, en el primer Plan Urbano de Arequipa.

Este se recogió en el Plan Maestro aprobado por Unesco como parte del Centro Histórico, Patrimonio Cultural de la Humanidad, y que es parte de uno de los ocho proyectos estratégicos con el nombre de Malecón Alto de La Recoleta. Para lo cual se hace necesario definir una faja de servidumbre “non aedificandi” de por lo menos 9 metros desde el borde de los farallones hasta las construcciones localizadas o por construir sobre la plataforma superior, para viabilizar este paseo en el futuro.

El otro componente es la habilitación del Parque Metropolitano del Río Chili, en los terrenos agrícolas al borde del río en la margen derecha; parte importante de una legítima aspiración de los ciudadanos y postergada sucesivas veces por los gobiernos municipales, además de ser fundamental en la protección de la cuenca urbana del Arequipa, reclamada también por Unesco, y que pasaría, agregando mayor extensión en el curso del río, a ser el principal espacio público de la ciudad.

Sólo protegiendo nuestro patrimonio cultural y natural, seremos merecedores del reconocimiento universal que se otorgó a Arequipa. En ello reside la importancia de los puentes, el río y sus riberas. 

En memoria del arquitecto Adolfo Córdova Valdivia, amigo y paisano.

Síguenos también en nuestras redes sociales:    

Búscanos en FacebookTwitterInstagram y además en YouTube

 

Autor

Suscríbete a La Portada

Recomendación: Antes de iniciar la suscripción te invitamos a añadir a tu lista de contactos el correo electrónico [email protected], para garantizar que el mensaje de confirmación de registro no se envíe a la carpeta de correo no deseado o spam.
- Publicidad -

Artículos relacionados

Últimas noticias