Historias de Arequipa | Anécdotas taurinas: la plaza Oldrati y Bonarilla, pa´tal plaza, tal zarcillo

"La Plaza de Toros Oldrati, la mejor que ha tenido Arequipa en toda su historia, se estrenó con una temporada de 13, trece corridas, 13, intercaladas por cinco novilladas y festejos taurinos"

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A mi padre Oscar Carpio Arias (+), quien me inició en esta afición taurina en Arequipa.

A mis amigos Samuel Lozada Tamayo, Goyo Menaut y Antonio González Polar, quienes comparten su exquisita sensibilidad taurina conmigo.

IV.

La Plaza de Toros Oldrati, la mejor que ha tenido Arequipa en toda su historia, se estrenó con una temporada de 13, trece corridas, 13, intercaladas por cinco novilladas y festejos taurinos que marcaron época en la tauromaquia local. Las corridas se verificaron los días 28, 29 y 30 de julio; 2, 9, 16, 23 y 30 de agosto; 13, 20, 24, 7 27 de setiembre; y el 2 de octubre de 1908. Las novilladas y festejos taurinos se realizaron el 20 y 27 de agosto; y el 3, 6 y 10 de setiembre.

Toda la temporada inaugural fue sostenida por la cuadrilla dirigida por Francisco Bonal “Bonarillo”, matador español considerado, junto a Lagartijo y Bombita, una de las glorias vivas de la tauromaquia de la época. Bonarillo respondió a su brillante cartel en cada una de las trece presentaciones en el albero mistiano, pero en la que alcanzó la apoteosis máxima, la que “nunca se verá” según el cronista taurino de El Pueblo, fue la que aconteció el domingo 13 de setiembre de 1908.

Desde días antes de la corrida memorable, la expectativa de los aficionados crecía, como crecen las llamas a los soplidos de la pucuna. Bonarillo quería recuperar la simpatía general que en algo había mermado desde un incidente infeliz que tuvo con un grupo de aficionados en anterior presentación. La corrida que se anunciaba era la de “beneficio” o gracia a Bonarillo y, tratándose de él era Corrida de Gala. El sapiente diestro se iba a encerrar –y en domingo 13- con 6 toros de muerte, traídos especialmente para el acontecimiento desde la finca de don Daniel Huaco. Fueron examinados por autoridades y público con dos días de anticipación al suceso y exhibidos en los corrales de la plaza. Desde días antes circulaban los programas impresos que Francisco Bonal mandó a editar y donde se incluía un mensaje con su firma: “AL PÚBLICO.

Antes de abandonar esta culta ciudad y como prueba de agradecimiento por las inequívocas manifestaciones de aprecio con que me ha honrado este inteligente público, he organizado mi función de beneficio la que tengo el honor de dedicar a la distinguida Sociedad de Arequipa y al público en general”. En las vitrinas de varias casas comerciales de la ciudad se exhibían vistosas banderillas de lujo que una serie de aficionados notables. Y hasta la The National Cash Register, recién instalada en nuestro medio, habían hecho confeccionar para obsequiarlas al maestro gaditano el esperado día 13. (Ya usted ve que los soplidos con la pucuna fueron numerosos y, por tanto, comprenderá que los pechos de los aficionados eran brasas llameantes de emoción, suspenso y expectativa).

El domingo 13 la Plaza Oldrati estaba llena de bote en bote. En aquella tarde memorable, Bonarillo no sólo desplegó las alas de su capote sino que abrió el cofre de su valor, su sapiencia y su destreza. Todo lo hizo a la perfección: verónicas, pases de pecho barriendo a la fiera de cabeza a cola, pares de banderillas al quiebro, torerísimos recortes, solemnes volapiés…en fin. El maestro Francisco Bonal era un eje verde y oro que parecía fajarse a los alamares, uno por uno, a los 6 bravos cornúpetas.

Los espectadores, electrizados por ver aquella danza ritual de rítmicos y plásticos efectos, gritaban oles como diciendo et cum spiritu tuo. Sin embargo, cuando llegaba a la hora de la verdá en el sexto y último toro. Éste se fue quedando -deshonrando su nombre: “Impulsivo”-, de alguna manera el matador lo cuadró. Y cuando se perfiló para irse por uvas, el cornúpeta parecía un “lagar” indiferente y vacío. Intentó varias veces el gaditano el volapié y tantas otras el toro se quedó inmutable. El juez hizo tocar un aviso que el público rechazó con estrépito. Entonces, apuradillo, Bonal puso un metisaca y el juez hizo tocar a encierro (ordena la vuelta del toro al corral, con desdoro para el torero).

El toque a encierro armó la de san Quintín en la plaza de Arequipa. La multitud amenazante vociferaba: “otro juez”, “otro juez” y Bonarillo, haciendo caso omiso al relincho de la corneta, estoqueó de todos modos. El toro –herido de muerte- se echó en la arena y volvió a sonar un toque de encierro, pero Bonal, amarga´o por las precipitaciones judiciales, ordenó al puntillero ultimar a Impulsivo (como usted ve, en la plaza todos eran impulsivos, menos el toro). Vamos pa’lante, vista la desobediencia toreril el juez mandó un guardia civil a detener al espada. La plaza convertida en un manicomio con locos amotinados pidiendo la cabeza del juez, presenció la subida que Bonarillo – espetando maldiciones gitanas- hizo hasta el mismo Palco Municipal para protestar por los desatinos del juez.

A esa hora nadie podía escuchar las vociferaciones de su vecino, menos el juez y el torero. La multitud rugiendo: “¡torero!, ¡torero!, ¡torero!. . .” hizo que algunos de sus miembros levantaran a Bonarillo. En en hombros fue bajado al anillo donde se le aclamó por prolongado tiempo. El juez, para salvar su integridad, se retiró de la plaza rodeado por guardias civiles y al centro de una rechifla “que difícilmente volverá a repetirse en nuestra plaza”, según la crónica de El Pueblo. Y esta es la, hasta ahora desconocida, historia de la Plaza Oldrati y Bonarillo. Escríbase en el cerquillo: Pa’ tal plaza, tal zarcillo.

(En las citas textuales de esta obra se respeta la ortografía de los originales)

Juan Guillermo Carpio Muñoz

Texao. Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un Hombre

Tomo IV. Págs. 149 -150

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