Rope (1948) o por qué amamos tanto a Hitchcock

"En “Rope” podemos hallar todas las virtudes de Hitchcock. Es un compendio notable de sus manías, sus aciertos, sus búsquedas, sus sentimientos, sus pasiones, sus impulsos, su humor"

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“Rope” (La Soga, en habla hispana, Warner Bros, 1948) es una absoluta obra maestra del genial director inglés Alfred Hitchcock. En diez planos secuencia, Hitch relata el episodio macabro de un crimen y su descubrimiento. Desde el primer segundo del film ya tenemos claves que nos asombran:

1. La sorprendente dicotomía entre la tranquila realidad de la calle (una pareja paseando, un policía que lleva a dos niños de la mano y que detiene un automóvil para que ellos puedan cruzar) y la asfixiante opresión dentro de un ático de Manhattan donde se está cometiendo un homicidio. La transición de una realidad a otra se hace con un paneo (semejante a ese maravilloso paneo inicial que nos lleva a Joseph Cotten tirado en una cama, en “Shadow of a Doubt”) y la tranquila música incidental de los créditos da paso al horrible grito de David, un muchacho estudiante de Harvard que es asesinado por dos compañeros suyos.

2. Los asesinos, Brandon y Phil, son dos jóvenes brillantes que han escuchado las heterodoxas y nietzscheanas teorías del profesor Ruppert Cadell y han decidido que la comisión de un crimen perfecto demuestra la superioridad moral de quien lo comete. En la obra dramática del mismo título (Patrick Hamilton, 1929), se explicita la relación homosexual de los asesinos. Aquí, por la presión de Hollywood, Hitchcock no puede mostrar abiertamente dicha relación, pero se las arregla para sugerirla con la genialidad, no exenta de humor negro, que siempre mostró: al dar fin al asesinato, los dos jóvenes resoplan exhaustos, ocultan el cuerpo y uno de ellos quiere encender una lámpara, a lo que el otro replica: “No, todavía no. Quedémonos así un momento”. Su compañero enciende un cigarrillo, luego insiste en tener un poco de luz, corre las cortinas y finalmente se acerca a su socio y le quita los guantes.

3. Toda la película está rodada en ese ático de Manhattan. Hitchcock hace una coreografía maravillosamente exacta de los personajes que entran y salen del plano y de los diálogos muy precisos y muy significativos. Como ejemplo (y es otra muestra del humor negro de Hitch), una de las invitadas, la señora Atwater, haciendo gala de sus conocimientos astrológicos le dice a Janet, la novia de David, que yace muerto en el arcón: “¡Oh, querida, eso significa que te vas a casar muy pronto!”. También está ese equívoco diálogo sobre películas y obras de teatro que han visto los protagonistas, todas maravillosas, y cuyos títulos son “Something” o “Something about something” …

– ¡Oh, la Bergman estuvo maravillosa en esa pelĂ­cula!

– ÂżSĂ­? ÂżEn cuál pelĂ­cula?

– Era “Something” … o creo que era “Something at something”

– Yo vi una vez una pelĂ­cula maravillosa con Mary Pickford.

– ¡Oh, Mary Pickford, una actriz genial! Es virgo. ÂżQuĂ© pelĂ­cula era?

– Creo que era simplemente “Something”… o algo asĂ­.

4. Desde el minuto 52:12 hasta el minuto 54:04, los hombres discuten el paradero del desaparecido David, pero en todo este tiempo la cámara enfoca a la criada que limpia los restos de la cena y está a punto de colocar los libros en el arcón: es un momento tenso y largo. Yo volví a ver la película con Casi, mi hija de once años, y me quedé sumamente a gusto cuando en este punto ella exclamó: “¡Qué bonita escena! Mientras ellos conversan la cámara está en otra cosa”.

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5. Hitch le dijo a Truffaut que había filmado y desechado las escenas finales varias veces porque no le convencía la iluminación. Se supone que ya ha caído la noche y afuera, en la calle, se han encendido las luces. A Hitch se le ocurrió la genial idea de colocar enfrente de la ventana principal un anuncio de neón que publicita un adelgazante (incluso en un momento se ve el perfil del director en contracara con este anuncio, Hitch siempre fiel a su aparición fugaz en todas sus películas y ahora además ¿burlándose de su famoso sobrepeso?). Esa iluminación, temblorosa y artificial, en tonos azules y rojos, le da al desenlace el toque demencial que faltaba. La escena final es brutal porque se han corrido todos los velos: el sutil Brandon ya no es el dandy elegante y decadente con un aplomo brillante sino un muchacho desesperado y desenmascarado (aunque se da el lujo de servirse una copa cuando todo está perdido). Phil, que progresivamente era ya un manojo de nervios, ahora está simplemente estupidizado por el miedo y el alcohol. Y el profesor Cadell, ha dejado la “intelligentia” para asumir un papel de hombre práctico y decidido.

En fin, en “Rope” podemos hallar todas las virtudes de Hitchcock. Es un compendio notable de sus manías, sus aciertos, sus búsquedas, sus sentimientos, sus pasiones, sus impulsos, su humor. En “Rope” podemos hallar todo aquel universo por el que tanto amamos a este artista genial.

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