“La Condición Humana” y la condición de André Malraux

"El libro de Malraux rebosa optimismo y confianza en el ser humano. A pesar de retratarnos un mundo tétrico y salvaje, el ethos de Malraux es celebratorio"

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Cuando uno lee “La condición humana” (André Malraux, 1933) se le entrecruzan inevitablemente sentimientos encontrados. Por un lado, parece una estafa que alguien que no vivió ni vio de cerca la masacre de Shanghái (ni conoció toda la tensión que se vivía entonces entre el Kuomintang y el Partido Comunista Chino) nos cuente un grave y detallado relato sobre ello.

Esta sensación de acentúa si sabemos cómo era Malraux: avieso y aventurero impostor que dilapidó fortunas ajenas y que (entre otras perlas de su dilatada biografía), tras haberse comprobado su participación en el robo de piezas arqueológicas de un templo de Camboya, tuvo el descaro de lanzar un ardoroso discurso contra “la insuficiente protección del patrimonio arqueológico de las colonias francesas”.

Pero, por otro lado, también nos emociona “La condición humana”. Y es que, a diferencia, por ejemplo, de otra novela que también nos ofrece un cuadro de condiciones humanas, “Viaje al fin de la noche” de Céline, que se publicó tan solo un año antes, el libro de Malraux rebosa optimismo y confianza en el ser humano. A pesar de retratarnos un mundo tétrico y salvaje, el ethos de Malraux es celebratorio.

El punto central de la novela, es, qué duda cabe, el sacrificio de Katow. Esa acción heroica, caballeresca, noble, es finalmente una lección de la moral humana, de la grandeza del hombre. Ese episodio terrible es la síntesis del sentir de Malraux, un hombre que no toma partido por un bando ni por el otro (aunque, conforme a un ya clásico artículo de MVLl, la línea ideológica del autor se decantaría por el trotskismo), pero que exige aquello que es absolutamente necesario exigir en el ser humano, independientemente de sus ideales políticos: la acción fraterna y desinteresada.

1933 fue el año en que nació mi padre. El año en que se estrenó “Duck Soup” y “King Kong”. El año del ascenso al poder de Hitler. Casi 90 años después, qué lejanos se nos aparecen esos tiempos. Yo recuerdo aún que en los años 80’, Malraux era un clásico de lectura obligada y de presencia vigente en la intelectualidad de Lima. Ahora ya pocos lo leen y estoy seguro de que a muchos les parece tedioso ese contexto político e ideológico que ambienta la obra. Y es que hoy, lo ideológico es sospechoso y lo político es partidario. ¿Sería justo decir que “La condición humana” ha envejecido? ¿O, quizá, nosotros nos hemos infantilizado? Me inclino por lo segundo.

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