La sagrada familia y la familia natural

"En el Perú, según un estudio reciente de la Universidad del Pacífico, solo el 31,1% de las familias están constituidas por el trinomio: papá, mamá, hijos"

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Cuando Jesús de Nazareth nació, se calcula que su madre, María, tenía 15 años. Sobre el esposo de ella, José, existen diferentes cálculos acerca de su edad, que oscilan entre los 35 y los 90 años. Entonces, la estampa religiosa conocida como la Sangrada Familia ofrece una propuesta muy singular: una niña junto a un hombre que –por lo menos- le triplica la edad y un niño en brazos que, según la ley canónica, es hijo de ella, pero no de él. En otras palabras, si María, José y Jesús vivieran en estos tiempos, no serían considerados como una “familia natural”, precisamente, por esos grupos conservadores que enarbolan a la “Sagrada Familia”, como único modelo válido universal. Esta burda contradicción es como el elefante en la sala que nadie quiere ver, pero existen otras cuestiones acerca de la familia que no deberían pasar de soslayo.

El halo de sacralidad que suele rodear al término “familia” es muy peligroso, pues provoca que se ignore, con frecuencia, los lastres que este núcleo social acarrea en muchos casos. No es necesario negar la importancia de la familia, para reconocer que en esta no solo se transmiten valores, sino que también se perpetúan taras, como el machismo y la violencia. De hecho, el lugar más peligroso para niños y mujeres es el hogar, pues son los padres, padrastros, hermanos, tíos y abuelos los agresores sexuales más frecuentes.

Según datos del INEI de 2018, el 63% de mujeres, entre 15 y 49 años, afirma haber sido víctima de algún tipo de violencia por parte de su esposo o compañero. Lamentablemente, ninguno de estos datos importa a quienes dicen defender a la familia, pues su atención está fijada en oponerse a la formación de modelos de familia distintos a lo que ellos consideran “natural”.

La lucha contra el matrimonio de personas del mismo sexo se ha convertido en el punto número uno de la agenda de los llamados grupos “pro-familia”, lo que resulta una desesperada construcción de enemigos externos para distraer la atención de las verdaderas amenazas que existen, como la violencia familiar. En este punto, es importante definir a la familia como un producto social que adopta varias formas, a lo largo de la historia, para organizar relaciones de parentesco, afectividad, sexualidad y acceso y distribución de recursos. Teniendo en cuenta esta definición, es absurdo defender un único modelo de familia, eso es solo una fábula religiosa que se esgrime para atacar a la diversidad; es decir, conservadurismo puro y duro.

En el Perú, según un estudio reciente de la Universidad del Pacífico, solo el 31,1% de las familias están constituidas por el trinomio: papá, mamá, hijos. En un 23,7% solo está presente uno de los padres, mientras que en un 11,7% hay más familiares incluidos. El estudio determina, además, que en un 16,8% de hogares solo hay una persona. De otro lado, las familias reconstituidas son el 5,5%, al tiempo que, las parejas del mismo sexo son solo el 0,1%.  Entonces, cuando se habla de diversidad, no se está imponiendo ninguna fantasía o “ideología”, sino que se está observando una situación variopinta que ya es una realidad: todos los modelos de familia son capaces de coexistir y coexisten.

En resumen, la familia – en todas sus versiones- son un pilar fundamental para la sociedad, en tanto se conviertan en espacios seguros y fraternos, y no en excusa para imponer modelos contradictorios y justificar odios.

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