13 C
Arequipa

El morro de Arica

"Felicito a usted y jefes de la plaza en nombre pueblo arequipeño por su noble actitud. Arequipa contesta: ¡Viva el Coronel Bolognesi!"

- Publicidad -

En el morro de Arica que enhiesto parecía desafiar a la humedad y al frío que, empezado ya el invierno, venían del mar y calaban hasta los huesos de los soldados y oficiales que precariamente lo ocupaban; en el mismo cuarto de adobe sobreviviente del terrible terremoto de 1868, mataba el tiempo indefinible y a la vez desesperante, el mismo hombre de encanecido pelo que no tenía sosiego ni de día ni de noche, que se sentía un condenado a muerte al que ni siquiera le habían dictado la sentencia, que en la zozobra de sus pensamientos sombríos se sentía preso por la sobresaltada historia de su pueblo que cual los más pesados y oxidados grilletes le herían no la carne, sino su atormentado espíritu.

No sabiendo cómo salir de su desesperante situación, nuevamente agarrar la pluma y el papel y, tratando de refugiarse en los suyos, sí escribir a su amada para untar sus dolores del alma con el bálsamo del amor y los recuerdos:

“Arica, 22 de mayo de 1880. Adorada María Josefa

Esta será seguramente una de las últimas noticias que te lleguen de mí,…” (Tres veces redactó esta frase, pues sintió que el corazón se le estrujaba por tener que despedirse de su mujer sin verla, sin saber siquiera si ella leería su carta) “… porque cada día que pasa vemos que se acerca el peligro y que la amenaza de rendición o aniquilamiento por el enemigo superior a las Fuerzas Peruanas son latentes y determinantes.”

“Los días y las horas pasan y las oímos como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar, engrandecida por un puñado de patriotas que tienen un plazo contado y su decisión sin desmayo en el combate para no defraudar al Perú.”

“Qué será de ti amada esposa, tú que me acompañaste con amor y santidad”… (Los temblores de su mano parecían liberar en trazos las lágrimas que sus párpados contenían a duras penas) “… ¿Qué será de nuestra hija y de su marido que no podré ver ni sentir en el hogar común?”… (Carraspeó el coronel y al mismo tiempo que tragar saliva tragó sus nostalgias hogareñas y, dejándose de vainas levantó su dedo acusador y acusó)… “Dios va a decidir este drama en que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder, tienen la misma responsabilidad”… (Feroz y justa acusación de Bolognesi, que con “los políticos que fugaron” se refería a Mariano Ignacio Prado, y con “los que asaltaron el poder” se refería a Nicolás de Piérola)

“Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos aplicará el enemigo”… (Lapidaria frase del soldado que señalaba la paradoja del Perú: que en sus primeros cincuenta años de vida republicana estuvo gobernado por militares que sin saber el arte de gobernar se peleaban el poder de los civiles para gozar de prebendas y canonjías y que, justamente, en vísperas de la guerra y en el curso de la misma,

fueron los tres primeros presidentes civiles a los que les tocó preparar y dirigir al Perú en guerra, sin saber un ápice del arte militar).

“Nunca reclames nada para que no se crea que mi deber tiene precio. Besos para ti y Margarita.

Francisco”

(¿Cuántos presidentes, congresistas, alcaldes, generales, vicealmirantes, coroneles, jueces, regidores, empresarios, policías de nuestra historia patria podrían decir con la sinceridad de Bolognesi: “Nunca reclames nada para que no se crea que mi deber tiene precio”?)

Todavía retumbaba el eco del cañoneo, que sobrecogió a la población y a la pequeña guarnición de Arica por la batalla decisiva que se libró en Tacna; cuando fue reemplazado, horas después, por la algarabía sonora en los buques enemigos que desplegaban al viento sus emblemas lanzando al universo todo la noticia de su triunfo. Y, caída Tacna en poder de Chile, tocaba el turno a Arica.

La guarnición peruana que cuidaba el morro, podía partir sin dar batalla: ¿quién podría acusar, a 1,400 civiles metidos en la guardia nacional, de cobardía por no defender a Arica frente a un enemigo que logró vencer al ejército aliado que presentó batalla con cerca de 10,000 efectivos?, ¿quién podría acusar de pusilánime a un coronel que alejado por años de las filas castrenses, apenas estalló el conflicto organizó un batallón y se presentó a filas y sobrepuesto a sus años y a una enfermedad intermitente, participó en forma destacada en San Francisco, fue vencedor en Tarapacá y realizó la penosa marcha a pie entre Tarapacá y Arica?, ¿quién podría acusarlos, ahora que no sólo se les venía un poderoso enemigo por tierra sino que hasta los escuadrones bloqueadores del puerto podrían desembarcar y hacer una carnicería?

Hay momentos en que los hombres superiores actúan sin importarles los cálculos razonables, ni las acusaciones posibles de mezquinos. Bolognesi, que con comedimiento y sapiencia militar estuvo organizando la defensa de Arica, decidió resistir: envió un propio para que buscase a Montero en las alturas con un mensaje en el que disciplinadamente pedía órdenes y que terminaba con la resuelta frase: “aquí sucumbiremos todos antes de entregar Arica”. No obtuvo respuesta, ni siquiera regresó el propio para saber si cumpliría la misión; entonces, telegrafió a Arequipa:

“(Recibido de Arica a las 10 h.30 p.m.) Mayo 28

Prefecto.- Arequipa.

Esfuerzo inútil. Tacna ocupada por enemigo. Nada oficial recibido. Arica se sostendrá muchos días y se salvará perdiendo enemigo, si Leiva jaquea aproximándose Sama y se une con nosotros. Hágale propios. Estoy incomunicado.

Bolognesi” (L.B.)

(Ésta y todas las demás citas que señalen: “L.B.” al lado de “Bolognesi” en el presente capítulo, corresponden a la edición de La Bolsa, jueves 19 de julio de 1883, p.1).

La guarnición de Arica, sin noticias de Montero, sin saber el paradero de Leiva, con los chilenos que se disponían a completar en tierra el bloqueo marítimo y encerrarlos, sin contar “con la más insignificante suma de dinero” que les permitiese atender gastos elementales y presenciando –entre los aprestos de la defensa- la huida o el pánico de la población civil; sacaban fuerzas de flaquezas y alentándose mutuamente se disponían a morir, antes de ver flamear el pabellón enemigo sobre el amado morro. Todas las noches el estoico y esperanzado coronel telegrafiaba al Prefecto de Arequipa: “(Recibido de Arica a la 11h.15m.p.m.)

Mayo 29.

Prefecto.- Arequipa.

Aseguran Montero con restos ejército Palca. Avanzadas enemigas Hospicio. Seis buques. Comunique si sabe Leiva.

Bolognesi.” (L.B.)

Y al día siguiente, insistía, porque los verdaderos guerreros cuando se hallan en campaña primero pierden la vida y después dejan esfumarse a la esperanza.

“(Recibido de Arica a la 8.20 p.m.) Mayo 30

Prefecto.- Arequipa

Avanzadas enemigas retiradas. Continúan 7 buques. Apure Leiva unirse Montero o a mí, resistiremos.

Bolognesi” (L.B.)

González Orbegoso, en el despacho prefectural de Arequipa, leyó el último telegrama y hubiera preferido estar en la plaza de Arica, o mejor, no haber existido: ahora ya no era el altanero Recavarren quien lo acusaba sino que, por el curso de los acontecimientos, estaba convencido de encontrarse en falta. Algo ya le dijo su actitud cuando conoció el primer telegrama de Bolognesi y de inmediato ordenó al telegrafista que guarde el contenido bajo la condición de secreto de guerra.

Pero la noticia se esparció por la ciudad: dizque los chilenos después di’haber triunfado en el Campo de la Alianza, han degollado comerciantes y disforza’o a mujeres en Tacna; dizque no ha llega’o Leiva a Tacna después de 40 días de haber marchado pa’l sur; dizque lo han visto al pendejo coronel emborrachándose en Omate junto a varias rabonas, y aquí el machazo de don Isaac ¡preso! por querer ir pronto al sur; dizque ahora los chilenos aniquilarán a Bolognesi y sus hombres y marcharán pa’ cá, con su ´ de sangre y su angurria desbocada por calapicharnos nuestra tierra con el Misti de yapa, ¡barajo, no saben los rotos de miéchica que a los arequipeños nadies nos pisa el poncho!

El coronel Masías, el doctor Diego Masías y Calle, el cura de Santa Marta, don Francisco Ibáñez y sus operarios de La Bolsa se habían encerrado en la imprenta y armaban los tipos, corregían las pruebas, guillotinaban el papel y, por último, imprimían con devoción un escrito. Cuando las “hojas sueltas” todavía estaban borrachas por el vapor de la imprenta y por la negra tinta, comedidos jóvenes universitarios y del Independencia las repartían en los domicilios y, los vecinos, arremolinados, las leían con avidez: “CLAMOR POPULAR”

El primer ejército del Sur ha sido obligado por los invasores a dejar la ciudad de Tacna, y este hecho que nos anuncia un peligro, debe ser la señal que congregue las inteligencias más culminantes en la guerra para deliberar sobre la situación. La derrota del ejército aliado y la toma de Arica, sería un desastre casi irreparable. Los enemigos podían entonces amenazar nuestros hogares y repetir las escenas que su crueldad sabe consumar en los pueblos por donde pasan. El tiempo estrecha cada día y es menester que cada hora, cada minuto se aproveche.

Antes de todo y como recursos de momento, es necesario que se incorpore la división Leiva al ejército aliado, pues su auxilio nos daría la victoria sobre el ejército chileno, diezmado por dos días de combate: que al instante se pongan en marcha todas las fuerzas existentes en esta ciudad para engrosar nuestras filas, y que todo hombre, sin excepción se arme para el combate. Arequipa, quiere vengar las injurias del invasor: que se le ponga en actitud de medir sus fuerzas con él y se habrán satisfecho sus aspiraciones. ¡Ay! Del que desoyendo los clamores de la patria, sacrifique el honor y la integridad de dos naciones!

Arequipa, 1º de junio de 1880.” (L.B.)

El Prefecto de Arequipa: C. Alfonso González Orbegoso; por los últimos acontecimientos convencido ya de su torpeza para con Recavarren, pero, torpe hasta el fin, en lugar de rectificarse y liberar al coronel, sintió que el “Clamor Popular” que se repartía y que la población leía con patriótica aprobación, era una crítica velada a su persona y al régimen, pues, los firmantes después de proponer una serie de medidas para ayudar a conjurar el peligro, descalificaban a Piérola y a él mismo para realizarlas, cuando invocaban: “… el concurso de muchos o de uno solo, EN CASO DE QUE ÉSTE FUERA UNA ALTA CAPACIDAD MILITAR”…(tanto Piérola como González Orbegoso, no eran militares y un sujeto con “alta capacidad militar” estaba preso y sometido a juicio por decisión del prefecto).

Entonces el prefecto dictó decretos que quisieron amedrentar a los firmantes de la hoja suelta y terminaron por clausurar la imprenta de La Bolsa y someter a prisión a su propietario y dueño don Francisco Ibáñez que en las identificaciones políticas de la época era civilista y, por tanto, anti-pierolista.

La situación en Arica se mantenía estacionaria: los defensores del morro no tenían noticias de Leiva, ni de Montero, ni mucho menos de Campero; la población seguía abandonando la ciudad, la escuadra enemiga continuaba bloqueando el puerto y el ejército chileno desplegando sus efectivos, seguía cercando a la plaza. El coronel Bolognesi, jefe de la guarnición, continuaba disponiendo la defensa y enviando telegramas al prefecto de Arequipa que muestran la serenidad y resolución de quien está dispuesto a sacrificarse por la patria, al mismo tiempo que la angustia vital de quien se sabe sentenciado a muerte y se encuentra en vísperas de la ejecución y que, como último deseo, quiere saber si recibirá apoyo.

“Junio 3 de 1880. (Recibido de Arica a 6h. 35m.a.m.) Prefecto.- Arequipa

Enemigo todas armas por trenes a dos leguas acampado. Espero mañana ataque.

Bolognesi”.

“Junio 4 de 1880. (Recibido de Arica a 9h.30m.a.m.)

Enemigo en mismo lugar. Diga lo que sepa de Leiva, Montero, Campero comunicación imposible por acá.

Bolognesi”.

En la misma fecha, 4 de junio de 1880 y por no tener respuesta del prefecto González Orbegoso, ni noticias de los que tenían que apoyarlo, el jefe de la guarnición de Arica envió propios con la secreta esperanza de que puedan encontrar a Montero o a Leiva – que suponía cercanos a Tacna, por las direcciones de Moquegua y Puno- y a quienes dirigía la siguiente carta: “Señor General Montero o Coronel Leiva.- Este es el octavo propio que conduce tal vez las últimas palabras de los que sostienen en Arica el honor nacional. No he recibido, hasta hoy, comunicación alguna que me indique el lugar en que se encuentra ni la determinación que haya tomado.

El objeto de ésta es decir a US. que tengo al frente 4,000 enemigos poco más o menos, a los cuales cerraré el paso a costa de la vida de todos los defensores de Arica aunque el número de los invasores se duplique. Si US. con cualquier fuerza ataca o siquiera jaquea la fuerza enemiga, el triunfo es seguro. Grave, tremenda responsabilidad vendrá sobre US. sí, por desgracia, no se aprovecha tan segura, tan propicia oportunidad. Todas las medidas de defensa están tomadas. Espero ataque pasado mañana. Resistiré. Hágame propios cuantos sea posible. Dios guarde a US. Francisco Bolognesi.” (Basadre. Op. Cit. P. 212-3).

El día 5 muy temprano, Bolognesi envió con el ordenanza un telegrama –a ser transmitido por la oficina del caso-que decía “Apure Leiva. Todavía es posible hacer mayor estrago en el enemigo victorioso. Arica no se rinde y resistirá hasta el último sacrificio.” (Ibídem). Cuando el veterano coronel –puesto entre la vida y la patria- se disponía a entregarse a sus tareas de dirección de la defensa, siendo las 7 de la mañana, le anunciaron que el mayor Juan de la Cruz Salvo, enviado por el comando chileno, pedía parlamentar con él. Ordenó que trajesen al emisario a su presencia.

Entró el militar chileno al sobrio como improvisado despacho, saludó militarmente y después de sentarse en un viejo sofá a invitación del militar peruano, expuso las razones de su visita: El Jefe del Ejército de Chile –quien lo enviaba- consideraba que después de la Batalla de Tacna, el Ejército de la Alianza estaba derrotado y que, vista la superioridad en recursos humanos y materiales de las fuerzas que él comandaba sobre las de la Guarnición de Arica, que perfectamente conocían y que, siendo su propósito evitar un derramamiento inútil de sangre; pedía la rendición de la plaza.

Bolognesi, con una mirada humana, altiva y solemne, clavó su vista en los ojos del emisario y le dijo: “Tengo deberes sagrados que cumplir y, los cumpliré, hasta quemar el último cartucho.” Y le comunicó a Salvo que la respuesta que le acabó de pronunciar, era una deter- minación personal, pero, que siendo necesario consultar con los jefes inmediatos de su comando, lo haría y a las dos de la tarde comunicaría la determinación de la guarnición.

El chileno no aceptó la demora, pues, tenía la obligación de llevar una respuesta; entonces, Bolognesi, invitándolo a tomar asiento de nuevo, le dijo que en ese momento los llamaría y, en su propia presencia, les haría la consulta; proposición que fue aceptada. Cuando todos estuvieron reunidos, Bolognesi informó que el mayor Salvo había venido a proponer la rendición de la plaza, enviado por el general Baquedano e invitó al emisario a exponer las razones en que se sustentaba la proposición.

El chileno, mientras hablaba, paseaba la mirada entre las caras de los peruanos que oyeron y no escucharon, para confirmar después la defensa de la plaza “hasta quemar el último cartucho”, frase severa que tiene el trasfondo de una sentencia de muerte, pero de muerte de unos valientes que eligieron morir luchando por la Patria a vivir con ella mutilada y humillada. Después de la patriótica escena, volvieron los jefes a sus tareas de batallón y Bolognesi comunicó al Prefecto de Arequipa:

“5 de Junio de 1880. (Recibido en Arequipa a las 2h.40m.p.m Prefecto.- Arequipa.

Suspendido por enemigo cañoneo. Parlamentario dijo: General Baquedano por deferencia especial a la enérgica actitud de la plaza desea evitar derramamiento de sangre. Contesté, según acuerdo de jefes: Mi última palabra es quemar el último cartucho. ¡Viva el Perú!

Bolognesi.”

“Arequipa, Junio 5. Coronel Bolognesi, Arica.

Felicito a usted y jefes de la plaza en nombre pueblo arequipeño por su noble actitud. Arequipa contesta: ¡Viva el Coronel Bolognesi!

González Orbegoso

Prefecto.”

El 7 de junio, en desigual y fiero combate, tomaron los chilenos la plaza de Arica sembrando con los cadáveres de los valientes defensores, el morro y sus alrededores, Bolognesi, Inclán, Ugarte, More, Arias y Aragüez, Bustamante, O’Donovan, Cornejo, Zavala y cerca de mil peruanos más, murieron sin saber qué fue de Leiva y qué de Montero.

El coronel Segundo Leiva, pierolista y Jefe del Segundo Ejército del Sur, al mando de 3,000 hombres, reclutados en Apurímac, Puno, Cuzco y Arequipa salió de nuestra ciudad en fecha que no he podido establecer pero que, por datos indirectos, puede suponerse a fines de abril o primeros días de mayo. Lo cierto es que, ya sea por comunicación de González, o del propio que condujo el mensaje, o por terceros: el inasible de Leiva se enteró de la derrota aliada de Tacna y de la situación desesperada de Arica y ordenó dar media vuelta a “su Segundo Ejército del Sur” y tomó el camino hacia Arequipa. En el trayecto desertaron de sus filas unos 600 hombres y el 13 de

junio, consumado ya el sacrificio de Arica, entró en la ciudad de Arequipa soportando las hostilidades de la población que condenaba su conducta. Es necesario precisar que Leiva y “su” ejército demoró sólo 14 días entre la “Cuesta de Bronce” y Arequipa. Mientras que tardó entre 25 a 35 días en su marcha originaria de Arequipa a la “Cuesta de Bronce”. En Arequipa, por presión pública fue separado de la jefatura del Segundo Ejército del Sur. Así como el Prefecto González tuvo que ser cambiado por Piérola.

Juan Guillermo Carpio Muñoz

Texao. Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un Hombre

Tomo II. Págs. 122 – 131

El Búho, síguenos también en nuestras redes sociales:    

Búscanos en FacebookTwitterInstagram y además en YouTube

Autor

- Publicidad -

Suscríbete a La Portada

Recomendación: Antes de iniciar la suscripción te invitamos a añadir a tu lista de contactos el correo electrónico [email protected], para garantizar que el mensaje de confirmación de registro no se envíe a la carpeta de correo no deseado o spam.
- Publicidad -

Artículos relacionados

Últimas noticias