Cuento: “No vaya a ser que se junten las hormigas”

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Este cuento es parte de la serie Nuevos Narradores Arequipeños, que coordina para El Búho, Willard Díaz.

Por: Doris Zuzunaga

autora de cuento Doris Zuzunaga

“Cada cosa en su lugar, cada cosa a su tiempo” repite mentalmente como un mantra mientras trapea el baño como todos los días. Siempre despierta veinte minutos antes, limpia la ducha, el piso, ordena todo, para llegar a la oficina antes que el resto y sentir que en esos minutos en soledad puede ganarle tiempo al tiempo. Siempre sale a trabajar antes que su marido.

Apenas llega a la oficina ordena con mucho cuidado su escritorio, lo hace en vano pues siempre está impecable. Coloca su saco en el respaldar de la silla mientras piensa “Ayer puse la taza de café con el asa hacia fuera y ahora alguien la ha movido”. Regresa la taza a su posición. No es que preparará un café; es que la taza tiene que estar como tiene que estar. “No entiendo por qué la gente no respeta las cosas de otro, no logro entender”, se dice.

Los sábados hace la compra de la semana en Metro. Aunque los sábados no va a la oficina, tiene que ir a Metro muy temprano de manera que cuando llegue le entreguen un pan baguete y un globo de premio por ser el primer cliente. “Y puedo comprar sola, todo está en su lugar porque soy la primera clienta y el personal ya me conoce. No es por el globo y el pan baguete” —se dice—, “por qué no hacerlo, por qué no llegar la primera a comprar si haciendo un esfuerzo, puedo”. Mi hija me repite que soy competitiva y que me encanta que me reconozcan, que el sábado podría quedarme en la cama un rato más, que no me entiende.

—Yo no hago las cosas para que alguien me entienda. Yo hago lo que me manda la conciencia, no entiendo a la gente que no piensa. ¿No piensan?, ¿no reflexionan?—le dice a su esposo—. Seguro que tú en la noche, meditas, sobre lo que hiciste mal y bien en el día, ¿cierto? Yo hago mi balance todas las noches. Yo en las noches voy a nuestra cama, y antes de dormir pienso, pude hacer esto mejor, a la próxima vez seré más prudente.

No ha terminado de decir la frase y se pone a pensar “Tendría que haber dejado una nota en mi oficina para que mañana la persona que usa la taza, la deje en su lugar”. No advierte el gesto en el rostro de su esposo.

—Me dices por favor, ¿dónde están las pilas? —le dice el marido con tono disgustado.

—Están en el mismo lugar donde se ponen las pilas nuevas, donde siempre están las pilas— responde ella.

—¿…que es…? —pregunta él esforzándose para ser paciente.

Ella le indica el lugar y se queda pensando “Si quiere que no le llame su lugar, para mí es el lugar donde tiene que estar, el lugar preciso, el sitio indicado, es así nada más, eso es el orden, es que no puede ser de otra manera.”

“La gente cree que estoy equivocada sólo porque tengo organizado todo. No todo, tengo orden, porque cada cosa tiene en verdad un lugar, que ellos no lo entiendan no significa que tengan razón”. Se queda pensando, mientras coloca la carne para congelar, después de haberla fileteado y metido en bolsas transparentes de distintos tamaños y colocado etiquetas indicando para qué día de la semana será cada bolsa. “Así coincide con la lista del menú de la semana”, se repite en silencio.

Cuando entra a la habitación encuentra al marido, como siempre que viaja por trabajo, acomodando cosas en la maleta.

—¿Te has acordado de las bolsas? —le dice, él levanta la cabeza unos instantes y la mira silencioso, luego regresa a lo que estaba haciendo. Ella toma sus lentes de la mesa de noche y al darse vuelta indica— Las medias en un lado, y las camisas enrolladas para que no se arrugen—. Se coloca los lentes e insiste—¿Estás llevando bolsas?, sino, ¿dónde pondrás tanta ropa sucia?—.Él vuelve a mirarla por última vez mientras acomoda los zapatos.

Días después, sentada con un té recién preparado, reflexiona “La gente no tiene palabra, dicen algo y no lo cumplen. No dijo que no regresaría. Claro, tampoco me dijo que lo haría. A decir verdad, pensé: regresará mañana como hace siempre”. En ese momento reacciona y se acuerda que estaría bien si aprovecha para trapear nuevamente el piso, “no vaya a ser que se junten las hormigas” piensa.

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Autor

  • Semanario El Búho

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