“Dinero” de Martin Amis

"John Self es, como diría un escritor del siglo XVII, una “sentina de vicios”. No hay adicción a la que su fofo cuerpo no sea proclive: las drogas, el sexo, la comida chatarra, el alcohol y, sobre todo, el dinero"

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Leí, hace pocos días, esta magnífica novela de Martin Amis, publicada en 1984, “Money. A suicide note”, en la edición de Anagrama (1992) simplemente “Dinero”, aunque en la portadilla interna sí incluyen el subtítulo “Nota de un suicida”, haciendo la aclaración de que en inglés “note” también puede traducirse como “billete”. En realidad, en castellano “nota” también equivale a “billete”, aunque es mucho más forzado relacionar ambas palabras con el dinero.

La novela cuenta la azarosa vida del desastrado director de comerciales John Self (nuevo juego de palabras aquí) que, tentando fortuna en EE.UU., se instala en Manhattan para hacerse la América. John Self es, como diría un escritor del siglo XVII, una “sentina de vicios”. No hay adicción a la que su fofo cuerpo no sea proclive: las drogas, el sexo, la comida chatarra, el alcohol y, sobre todo, el dinero. Emma Tennant, de la Literary Review, ha escrito que Amis “ha producido una obra comparable a Lolita”.

Conforme avanzan las páginas uno siente verdadero ese aserto. Como al malogrado Humbert Humbert, a John Self también lo mata Norteamérica. Ambos son dos corrosivos caballeros europeos a quienes la joven y alocada Norteamérica seduce, engaña y engulle. Ambos son dos seres demasiado egocéntricos y, por lo mismo, inocentes de los daños que causan.

“Dinero” es una montaña rusa que sube y sube (y en esa subida el lenguaje de Amis adquiere cotas de verdadera maestría) para luego caer de golpe. Y ése es el final realmente sorprendente de la novela, el inesperado final que explica el título en inglés.

Pienso que es imposible no identificarse con John Self. Cuando leía el libro pensaba en aquel Jordan Belfort, sobre cuya vida Martin Scorsese hizo la película “El Lobo de Wall Street”. Un hombre hecho para los excesos. También pensaba en Patrick Bateman, aquel psicópata yuppie que juega un juego de espejos en “American Psycho”. Todos ellos, víctimas de su tiempo. John Self es la antítesis del hombre exitoso y rico de los ochenta. Él es, esencialmente, un inocente. Un tipo que se las quiso dar de listo, pero que no se enteró de nada. ¿Cómo no identificarse con esa muestra sublime de candor e ignorancia?

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