Arequipa: la madurez de una ciudad en su cuarto centenario

"Esa ciudad se la podía recorrer a pie de un extremo a otro sin fatiga. Los pobladores se conocían entre sí y se saludaban al encontrarse. La ciudad era limpia, pulcra y no estaba atiborrada de personas"

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LA CELEBRACIÓN DEL CUARTO CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE AREQUIPA SE HIZO POR PARTIDA DOBLE

Como si convergiera y floreciera toda su compleja historia de cuatro siglos en un año, la Arequipa que en 1940 llegó a su IV Centenario, era una ciudad que había llegado a la esplendorosa madurez de su desarrollo urbano y, lo que es más importante, había construido una estupenda calidad de vida para quienes tuvieron el privilegio de habitarla.

La ciudad, que tuvo que ser hecha y rehecha varias veces porque los terremotos la destruían y los arequipeños con perseverancia, terquedad y laboriosidad, la volvían a levantar y cada vez la ponían en mejor estado y con mayor belleza, se fue modernizando sin perder su personalidad. La ciudad en 1940 no tenía nada que envidiar, en progreso y modernidad, a los pueblos y ciudades más adelantados del mundo de la época y que, por su dimensión y el volumen de su población, eran manejables para sus autoridades y una delicia que gozar conviviendo entre unos ochenta mil habitantes que era su población total.

Esa ciudad se la podía recorrer a pie de un extremo a otro sin fatiga. Los pobladores se conocían entre sí y se saludaban al encontrarse. La ciudad era limpia, pulcra y no estaba atiborrada de personas. Todos los más importantes adelantos tecnológicos de la humanidad se podían disfrutar en ella: la radio, el cine, la fotografía, el tranvía, el automóvil, el tren, el avión, etc., y todos con servicios excelentes, puntuales, limpios, comedidos. En aras de la salubridad se había cambiado de recorrido a las acequias que antes cruzaban la ciudad, se habían adoquinado sus calles, se había prohibido que por las calles del centro caminasen acémilas y animales de cualquier tipo.

Si la ciudad de Arequipa es un oasis en medio del desierto, el estar rodeada por su campiña le da ese estado placentero. En 1940 la campiña arequipeña estaba en su mayor esplendor, en los últimos lustros había crecido, sí, se había expandido considerablemente con la Irrigación Zamácola y en las cercanías con las irrigaciones de La Joya y Siguas. Es cierto que en esos mismos tiempos la ciudad se expandió a costa de la campiña, para construir el Hospital Goyeneche, el Estadio Melgar, el Colegio Independencia y el barrio del IV Centenario; pero el área de campiña que la ciudad engulló era mínima en comparación con el área que la campiña ganó con las irrigaciones mencionadas.

En 1940 Arequipa vivía el apogeo y grandeza de su condición de eje regional del sur con los flujos del comercio, del ferrocarril, de su puerto, de las nuevas carreteras, de los vuelos de avión y de las comunicaciones telegráficas y telefónicas. Sus artistas e intelectuales, sus profesionales, sus variados artesanos conocían también momentos estelares en sus respectivas actividades. Con todo ese panorama, sobraban los motivos para celebrar el IV Centenario de su fundación y Arequipa lo hizo por todo lo alto y hasta en dos ocasiones, agosto y octubre, en ese memorable año de 1940.

Cabe resaltar que en 1940 se produjo un cambio notorio en las fiestas de la ciudad: hasta ese año las fiestas de Arequipa prácticamente pasaban desapercibidas, los periódicos solían publicar algunos artículos alusivos y, como en la mayoría de los pueblos de influencia hispánica, solo con actos religiosos se celebraba a la patrona religiosa de la ciudad que es la Virgen de la Asunción, popularmente llamada la Virgen de la Asunta.

Hasta ese año las fiestas populares, con verbenas, castillos, desfiles, ferias agropecuarias y artesanales, etc., se realizaban en las Fiestas Patrias, es decir el 28 de julio y días más próximos, pero el 15 de agosto nada de esas celebraciones populares y cívico militares.

Como era lo apropiado las celebraciones del IV Centenario debieron hacerse el 15 de agosto de 1940 y en los días cercanos. Pero no se pudo concentrar todo el programa de celebraciones en esos días de agosto. Pues las más importantes obras públicas que se venían construyendo no se podían concluir para esa fecha. Por eso se decidió hacer las celebraciones mayores el 12 de octubre de 1940 y sus días más
próximos. Es así como en agosto se hicieron las celebraciones en familia, por decirlo de alguna manera, presididas por las autoridades locales. Sin asistencia de invitados importantes, con sesiones solemnes de las más añejas instituciones. Con embanderamiento general, iluminación a la usanza antigua con luminarias en los barrios más tradicionales. Además, misa solemne, tedeum, desfile patriótico; pero todo entre los vecinos de la ciudad.

Es cierto que Arequipa se preparó con años de anticipación para celebrar su Cuarto Centenario de fundación. En 1937 ya había constituido una Junta Pro IV Centenario (no sabemos desde cuándo), que eligió qué obras públicas debían realizarse para celebrar la efemérides. También es de destacar que Francisco Mostajo, años antes de 1940, organizó un grupo de artistas e intelectuales denominado Arequepay, con el que presentó veladas, conferencias, recitales, conciertos y especialmente programas radiales de carácter semanal que se emitían por Radio Landa, con el fin de preparar el ánimo de los arequipeños para celebrar debidamente el Cuarto Centenario.

Como es comprensible, conforme se acercaba el año 1940 aumentaba el entusiasmo por la celebración. Pero lo que en realidad faltaba eran los recursos económicos para financiar la construcción de las obras públicas soñadas. Para conseguirlos fue determinante que el eficiente empresario arequipeño Manuel Ugarteche Jiménez fuera Ministro de Hacienda y Comercio del régimen de Benavides, durante dos
periodos (1935-1936 y 1938-1939) y que además entre 1938 y 1939 fuera el Presidente del Consejo de Ministros y simultáneamente Ministro de Hacienda y Comercio. Desde tan elevados cargos gubernamentales destinó apreciables cantidades de dinero estatal en beneficio de Arequipa. Instó a las autoridades locales, especialmente a la Municipalidad dirigida por Alberto Rey de Castro hasta mayo de 1939 y, a partir de ese mes y año, por Julio Ernesto Portugal, para que realizaran las obras más significativas para el engrandecimiento de Arequipa con ocasión de celebrar el IV Centenario de su fundación.

En 1940, en las fiestas del IV Centenario, comenzó a tener más importancia festiva el 15 de agosto que el 28 de julio. Comenzó también a ser la del 15 de agosto una fiesta cívica y popular y no solamente religiosa como era con anterioridad. Las autoridades de la Iglesia Católica de Arequipa y del Perú se dieron cuenta perfectamente de este desplazamiento y no se resignaron a perder protagonismo.

Finalmente, en los años que siguieron al 1940, las celebraciones de las Fiestas de Arequipa siguieron siendo brillantes y principalmente de carácter cívico. En 1947, en la alcaldía de Pedro P. Díaz, se instituyó “La Semana de Arequipa”.

Con el paso de los años “La Semana de Arequipa” quedó corta. A fines del siglo veinte se festejaba la fundación de nuestra ciudad todo el mes de agosto, con el eslogan “En agosto Arequipa es fiesta”. En años recientes el Programa Oficial de Fiestas de Arequipa que elabora, publica y ejecuta la Municipalidad Provincial, se realiza en julio, agosto y setiembre.

(En las citas textuales de esta obra se respeta la ortografía de los originales)

Juan Guillermo Carpio Muñoz
Texao Arequipa y Mostajo. La Historia de un Pueblo y un Hombre
Tomo VIII. Págs. 7 – 10

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