Festejos de Verdes Oropeles

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Festejos de Verdes Oropeles

Fieles a la costumbre y tradición, una gran mayoría de arequipeños (incluidos no arequipeños o arequipeños de corazón) celebran, desde ya, un aniversario más de la fundación española de la muy noble y leal ciudad. Y como cada año, las celebraciones giran invariablemente entre un tedeum, una reina, un desfile de la bandera, un pasacalle, un corso, algunos fuegos artificiales y la infaltable entrada de ccapo. Sin duda, muchas celebraciones particulares también se harán sentir en cada barrio y en cada esquina. Total, siempre hay un motivo para celebrar y nunca faltarán acomedidos y bullangueros asistentes. En una silente esquina opuesta, algunos minoritarios ciudadanos no tenemos muchos motivos para celebrar; habida cuenta el calamitoso y deplorable estado que hoy ofrece nuestra ciudad.

Cómo celebrar ante la forzada “inauguración” de un lugar público edificado mañosamente y al margen de las normas y las buenas prácticas municipales?  Cómo celebrar las respuestas incongruentes de quien no puede responder por qué hizo lo que hizo y por qué hizo lo incorrecto, pudiendo haber hecho lo correcto?  Por qué celebrar, si cada día sufrimos quedar atrapados en medio de un marasmo motorizado en los alrededores de calles y avenidas de obras mal orquestadas? Es celebrable la inseguridad y el vivir a salto de mata en cada paso que damos en la calle y sobre lo cual no hay expresión, ni acción, de la autoridad?  Quién podría celebrar con orgullo vivir en una ciudad que ostenta el demérito de ser una de las mas contaminadas del continente?  Cómo poder festejar nuestro orgulloso pasado y nuestras ricas tradiciones si nos lo quitan todo por obra y gracia de una mentalidad “anti-pasado” y que sólo ve luces de neón y plástico verde como la única forma de hacer de Arequipa una ciudad “moderna”?  Quién, en su sano juicio, podría reventar cohetecillos ante una ciudad que crece descontrolada y en donde impunes, e inmunes, traficantes de lotes imponen directrices y condiciones ante genuflexas autoridades?

Aún aguardamos, impacientes  y confiados, la fecha ideal para celebrar auténticamente a nuestro terruño; pero para ello necesitamos erradicar todo aquello que lo impida, empezando por esas mentalidades mediocres y unidireccionales, esas que sólo ven con anteojeras, hacia adelante, y no ven el rico pasado del cual está compuesta la historia de los pueblos y su gente. También es necesario reclamar un poco mas de piedad y mucho menos crueldad para con la ciudad y sus ciudadanos. Está muy bien que se ejecuten obras, pero de ninguna manera las obras deben entorpecer el normal desenvolvimiento del quehacer ciudadano. Un cuidadoso planeamiento hubiera hecho innecesario este reclamo pero, lamentablemente, las obras han devenido en insufribles y detestables, a pesar que éstas  sean, finalmente,  útiles y necesarias.

Soñamos celebrar cuando alguna iluminada gestión nos regale una ciudad sin embotellamientos ni congestión; una ciudad que respete a su rio y no lo maltrate con sus propias excretas; una ciudad que haya sido capaz de hacer suya una vasta campiña para conservarla como parte de su sistema de espacios abiertos y generar  en ella usos y actividades de bien común; una ciudad más disciplinada y más respetuosa de las normas urbanísticas y no una donde cada quien hace y construye lo que se le antoje y en donde se le antoje; una ciudad más humana, con más espacios para los peatones y no como ahora, una ciudad para los autos, con calles “exquisitamente” adoquinadas para el caucho y con veredas ahuecadas para el calzado. Una ciudad con más árboles y con menos telarañas metálicas y postes carreteros en pleno centro histórico. Una ciudad libre de esa detestable propaganda que utiliza la arquitectura como mero y simple soporte de anuncios. Una ciudad con menos pitos, bocinas y cláxones, pero con más cantos de ruiseñores y golondrinas al son de violines callejeros.

Finalmente, una ciudad llena de auténticos ciudadanos y no masivamente poblada por individuos carentes de esa identidad loncca capaz de carajear a aquel sujeto que micciona, escupe o tira por la ventana del auto una cáscara de fruta. Por ahora, festejar es un verbo restringido y condicionado a verdaderos y más genuinos motivos; más aún ahora cuando se nos pretende engatusar con festejos de verdes oropeles.

 

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