La edad de oro del Derecho arequipeño

"¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos? ¿Cómo Arequipa llegó a ser la capital jurídica del Perú, suponiendo que esto sea cierto?"

Los estudiantes de Historia del Derecho saben, o deberían saber, cuál puede ser la importancia de un libro de historia del Derecho que, además, es la historia de la mejor tradición jurídica del Perú, encima de su edad de oro: la tradición jurídica arequipeña. Una tradición democrático, liberal y republicana para más señas. Porque esos estudiantes saben o deben saber, a estas alturas, para qué sirve la historia, y por qué la historia no es solo descripción de hechos y fechas y nombres del pasado que hay que memorizar para el día del examen, sino conciencia del presente o, simplemente, conciencia, a secas.  Porque la historia es, con la sicología, la única disciplina que puede responder a la relevante pregunta de Nietzsche: cómo he llegado a ser lo que soy.

¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos? ¿Cómo Arequipa llegó a ser la capital jurídica del Perú, suponiendo que esto sea cierto?. Mario Rommel Arce, autor del libro “La edad de oro en Arequipa”, logra responder a esta pregunta fundamental, no solo con respecto a la tradición jurídica arequipeña, sino a toda la  tradición republicana que en Arequipa pudo concretarse, en cierta manera. El mito republicano se hizo realidad aquí en un largo período, desde antes de la Independencia hasta mediados del siglo XX y algo más, aproximadamente.  Lo dijo con mucha precisión Jorge Basadre cuando anotó que Cuzco representa la etapa pre colombina, Lima la Colonia y Arequipa la República: cierta innegable modernidad económica, política y social arequipeña, (ahora casi desaparecida, pero no muerta) lo expresaron muy bien.

Y que se trata de la mejor tradición jurídica lo saben y lo dicen no solamente los arequipeños sino muchos “extranjeros”, como  Fernando de Trazegnies Granda, el mejor jurista del Perú de nuestro tiempo – a mi juicio- que sabe que el equipo de los sueños, el dream team, el de los mejores juristas del siglo XIX y bien entrado el XX son arequipeños, como lo prueban en este siglo José Luis Bustamante y Rivero, que fue presidente de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, y Víctor Andrés Belaunde, que fue presidente o Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, por poner solo dos ejemplos contundentes, de los muchos y variados que ha tenido Arequipa.

Todo lo cual hace bien transparente el autor de este libro providencial, Mario Rommel Arce.  Lo que explica también e hizo posible un Premio Nobel y miembro de la Academia Francesa (lo que es más importante aún que el Premio Nobel). Y un economista, que es uno de los mejores del mundo: Hernando de Soto. Todos arequipeños, aunque no precisamente profetas en su tierra, lamentablemente.    

 Y dudo mucho que haya un fenómeno parecido en la región, por el puesto que ocupó el Perú  pre republicano -junto a Méjico, otro de los dos centros del poder colonial- como último y decisivo bastión de la Monarquía absoluta de los borbones y Fernando VII, y el lugar que ocupó  Arequipa en dicha época, especialmente antes, durante y después de la Independencia, lo que tan atinada y precisamente nos aclara Mario Rommel Arce.  Siento que él ha culminando, con broche de oro, una tarea que ya se empezó antes, tal vez desde la época en que Alberto Ballón Landa en 1908 ganaba el primer premio en un concurso que trataba, precisamente, de las razones por las cuales Arequipa ha sido considerada la capital jurídica del Perú, la cuna de la juridicidad, etc.

El concurso se llamó : “Causas por las cuales  Arequipa  hacia fines del siglo XVIII y comienzos del diecinueve, produjo tantos hombres ilustres”.  Y lo que hay que tener en cuenta es esa causa, ese motivo, que según Alberto Ballón Landa fueron las ideas democrático liberales y republicanas de la Ilustración, del siglo de las luces: “Las luces llegaron al Seminario de la mano del obispo Pedro José Chaves de la Rosa”. “Los jóvenes aprendieron en el Seminario aún lo que les estaba vedado”. ¿Y qué les iba a estar vedado, sino esas luminosas ideas?

Da  la impresión que todo lo hecho anteriormente a propósito de la edad de oro del derecho peruano -que en ese momento coincidía en gran parte con el derecho arequipeño- hubiera servido de insumo para que Mario Rommel Arce pusiera la cereza al pastel, porque creo que ha usado el (o los) métodos más adecuados y los instrumentos más adecuados tomados de variadas fuentes heterogéneas o mixtas, para abordar un objeto heterogéneo y mixto, con espíritu humanista, con talante holístico o polimorfo (o interdisciplinario o transdisciplinario o multidisciplinario). Todo para explicar el virtuoso fenómeno que es tema de este libro. Y  además, con el lenguaje más modernista, desde Darío, es decir, el más sencillo, el más llano y más claro: ¿cómo fue posible la edad de oro arequipeña?.

Y nadie usa los método más adecuados sino parte de las concepciones más adecuadas sobre el carácter del derecho y en general sobre el mundo y la vida.  El mérito de la tarea del abogado e historiador, autor del libro que presentamos, también es el de haberle puesto nombre, abierta y públicamente, a dicha edad de oro.  Aunque él no lo haya inventado, lo ha colocado en la carátula de su libro, con todo lo que esto significa para quien es tan consciente del  papel del lenguaje en la historia y de la historia escrita en la vida real, como creadora de realidad ciertamente. El lenguaje como realidad viviente, como enseña el autor.    

Y no podemos estar más de acuerdo quienes no queremos entender el derecho sin la historia, sin la literatura y sin la política, que es el trípode metodológico en el que se asienta Mario, además de la filosofía, agrego yo, para cumplir la histórica tarea que se ha impuesto y que ha logrado a cabalidad: haber explicado en la forma más idónea la existencia y el por qué de esa edad, a la altura de su complejidad, del virtuoso fenómeno que representa, como Alberto Ballón Landa puso la semilla en el citado concurso al responder atinadamente a la pregunta: cómo es que el derecho arequipeño llegó a ser lo que fue.

Pero este libro también nos indica tácitamente, y en paralelo, por qué Arequipa puede ser de nuevo la capital jurídica del Perú. Pues nos hace ver la enorme ventaja de contar con una potente tradición jurídica que nadie tiene, la mejor del Perú (como Argentina tiene una tradición  futbolística y puede parir a un Maradona o a un Messi, y seguir siendo campeón del mundo a pesar del descalabro económico y político).  Eso no puede ser nunca por suerte, por azar, por chiripa. Eso lo trabajan muchas generaciones que después los pensadores e historiadores sintetizan y recrean. Y el libro que comentamos lo demuestra como nadie lo había hecho tan adecuada y completamente.    

Hubieron varias condiciones para que el derecho arequipeño cumpliera ese papel: la situación geográfica y climática del valle arequipeño y sus decisivas consecuencias económicas, lo que afectó lo social, lo educativo y cultural; la historia, el arte, la literatura y la política regional. Pero esa que señalaba Alberto Ballón Landa en el concurso que rememorábamos, me parece no solo decisiva sino directa y determinante (esa que Eusebio Quiroz Paz Soldán enseñó a reconocer después): el papel, el carácter y el pensamiento del Obispo José Chávez de la Rosa, del Seminario de San Jerónimo que el dirigió, el de la Academia Lauretana cuyos creadores y gestores el obispo procreó, tanto como el Colegio Independencia y la Universidad de San Agustín.

Fue y es la mejor generación del Perú en toda su historia republicana. Sus ideales libertarios la explican claramente. Y esas cosas no se deberían olvidar así no más.

                                                                    (A la promo Luis de Taboada y Bustamante)

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