Jenofonte editado por Océano

"Que un ciudadano ateniense publique un libro ensalzando la figura de un líder “bárbaro”, revela la modernidad, la tolerancia y el cosmopolitismo de la sociedad ateniense del siglo IV"

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En un curso de griego clásico, la lectura de Jenofonte es especialmente pedagógica para adentrarse en ese fantástico idioma. Su estilo, directo y sencillo, es perfecto para los alumnos que empiezan con las dificultades de las declinaciones y de los tiempos verbales. Por esa razón, quizá valga la pena aprender griego y leer a Jenofonte en su lengua original, en vez de leer una traducción. Pero como no todo se puede en esta vida, a veces una traducción es todo lo que tienes a la mano y pues… hay que darle.

Esta edición de Océano (1999) tiene un estudio preliminar de David García Bacca y contiene tres libros: Memorabilia (también llamado “Socráticas” o “Recuerdos de Sócrates”), Economía y Ciropedia (también llamado “La educación de Ciro”). La traducción de Memorabilia es del mismo García Bacca (originalmente para la Bibliotheca scriptorum graecorum et romanorum mexicana) la de Economía es la clásica traducción de Ambrosio Ruiz Bamba y la de Ciropedia es la traducción del secretario de Carlos V, Diego Gracián (1552). Esta última traducción (del libro más extenso de los tres) es el punto flojo de esta edición. No sólo porque Gracián siguió versiones latinas (aunque su conocimiento del griego no es puesto en duda), sino porque su estilo afectado y piadoso es muy propio del siglo XVI y muy lejano del momento histórico en que vivió Jenofonte. Aparte de eso, Gracián se permite paralelismos entre Ciro y Carlos V. En su traducción salta a las claras que pretende congraciarse con el emperador proyectando la sombra de Ciro sobre la suya (algo que ya había anticipado en su versión de “Anábasis”). Por otro lado, estas licencias hermenéuticas fueron moneda corriente en los primeros años de la traducción, pero que en 1999 se siga reeditando la traducción de Gracián revela dejadez o ignorancia, considerando que en 1987 había aparecido, para Gredos, la precisa traducción de Ana Vegas.

Si algo de positivo tiene leer esta edición de Ciropedia es el papel de filólogos al que nos obliga: uno tiene que intuir, bajo la espesa capa de palabras de Gracián, el logos llano de Jenofonte.

Sobre los dos primeros libros, no hay nada que objetar. “Memorabilia” nos ofrece una imagen de Sócrates algo contrapuesta a la canónica semblanza de Platón. Jenofonte nos presenta a un hombre sencillo, religioso, muy humano, incluso con ciertos defectillos, como el ser un poco supersticioso. Pero en su evocación no deja de estar presente el filósofo moral que fue despiadadamente exigente consigo mismo. Economía es como una continuación del primer libro porque, prosiguiendo con su apologética, Jenofonte nos describe las averiguaciones que hizo Sócrates para poder llevar uno su casa y hacerla prosperar. Una parte graciosa de este libro es la entrevista que Sócrates tiene con Cristóbulo, un honrado hombre famoso por sus saberes económicos. En el decurso de la conversación, Cristóbulo emplea con Sócrates las armas del filósofo: la elocuencia y el arte mayéutica.

Ciropedia es un libro extraño. No es histórico: todas las aseveraciones del autor están seriamente cuestionadas por la historiografía aqueménida. No es filosófico, strictu sensu. Autores antiguos, como Aulo Gelio, sostuvieron en su momento que el objetivo de Jenofonte era presentar un estado ideal bajo el mando de un sujeto que ha recibido una educación ideal. En ese sentido, su obra no se alejaría mucho del modelo platónico. Así como Platón, para afianzar el carácter utópico de su sociedad, la ubica en un lugar imposible; Jenofonte también: entre los persas. Salvo que el conflicto bélico contra los persas no estaba del todo cerrado. Pero Jenofonte siempre fue un pensador político muy polémico y prueba de ello fue su asociación con Agesilao y con la Liga Espartana (asociación que le costaría el exilio). Que un ciudadano ateniense publique un libro ensalzando la figura de un líder “bárbaro”, revela la modernidad, la tolerancia y el cosmopolitismo de la sociedad ateniense del siglo IV. La figura de Ciro no sólo despierta admiración, sino que es entrañable. Jenofonte empieza describiéndolo como un muchachito alegre y decidor que en la adolescencia se hizo taciturno y tímido y que en su adultez subordinó todos sus intereses a la amistad que pretendió forjar con los suyos. Un líder que se ganaba siempre la confianza y la lealtad de quienes lo conocían. Repetiremos aquí que esa imagen de Ciro está idealizada, que Jenofonte no conoció a Ciro, pero ¿qué verdades son más potentes que las del arte?

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